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Familias de tres generaciones ya están vacunadas en Tineo: "Sigues con miedo, pero ves la luz"

Los familiares con anticuerpos afrontan con ilusión el cierre de la primera campaña de vacunación

Por la izquierda, José Fernández “Pepe Demetrio”, María Fernández, Josefa Sebastián, Patricia Fernández y Mary Suárez, ayer, en Tineo. | A. M. Serrano

Patricia Fernández ya puede abrazar sin tanto miedo a su abuela, Josefa Sebastián. La primera tiene 29 años y la segunda, 81. Ambas están vacunadas y forman parte de una familia de Tineo cuyo núcleo principal está inmunizado. Ayer, se despertaron “aliviadas” porque no solo sus más fieles allegados tienen presuntos anticuerpos.

También la población del Suroccidente asturiano (Allande, Ibias, Degaña, Cangas del Narcea y Tineo) ha recibido al menos la primera dosis de la vacuna, según los datos facilitados por la gerencia del área sanitaria II a LA NUEVA ESPAÑA. Es decir: en esta comarca rural asturiana con población dispersa y envejecida la primera campaña médica para frenar al coronavirus ha concluido.

¿Qué cambia ahora en la vida de una familia del Suroccidente asturiano? “Sigues sintiendo miedo, pero parece que ves la luz”, confirma la madre de Patricia e hija de Josefa, Mary Suárez. Ella regenta un bar en el centro de Tineo y, por ello, está más expuesta al contacto con personas y, por tanto, al virus. “No se pierde todo el miedo”, insiste.

En su caso “ver la luz” significa que “por fin” cree que podrán hacer una vida más normal, más centrada en la familia como sucedía antes de la pandemia, con más encuentros y más posibilidad de pasar tiempo juntos. Fue lo que echó de menos durante todo este tiempo. “Lo que realmente cuenta en la vida no se podía hacer”, opina. Su hija Patricia escucha sus explicaciones y asiente. La joven no pasó ayer su mejor día. Recibió la segunda dosis el lunes y en la jornada del martes no pudo ir a trabajar. Eso sí, tras año y medio este segundo pinchazo representa algo muy importante en su trayectoria vital. Retoma sus sueños, como tantos jóvenes asturianos, con más seguridad y empieza a sentir que su vida es ‘normal’. En menos de un mes fijará su residencia habitual en Oviedo, donde ya tenía su trabajo. Allí preparará oposiciones. No lo hizo antes por el coronavirus. “Si te mueves más, tienes más riesgo y pones en más riesgo a tu familia”, dice. Por eso su apuesta en los últimos meses fue vivir en Tineo con sus padres y hermana pequeña y cerca de su abuela, con quien no comparten vivienda, pero sí villa de residencia. “Somos una familia cariñosa, de darnos besos de despedida y de bienvenida siempre”, confiesa.

Todos esos gestos que hacen la vida más placentera se esfumaron con la llegada de la pandemia en marzo de 2020. Y aún con la vacuna y el final de parte de las restricciones, el miedo, cuentan y repiten, “resiste”. Patricia no abrazó a su abuela desde aquel día de marzo y ayer lo hizo por primera vez con mascarilla.

Su hermana, María, empezará este año sus estudios universitarios en Oviedo. ¿Qué significa para ella tener anticuerpos? “Tengo 17 años; todo el mundo puede imaginar cómo nos podemos sentir los adolescentes con esta situación, sin poder ver a nuestros amigos y sin poder hacer nada”, dice. A ella te tocó estar confinada este verano “y se pasa muy mal”. Cada miembro de la familia vivió la cuarentena en una habitación del piso y cada uno comía por su cuenta. Resumen: toda la vida familiar por la borda.

Para la abuela, esta pandemia llega con moraleja: “hay que adaptarse a lo venga”. Ella da las gracias por poder seguir compartiendo momentos con sus nietos y por ver “que en algo mejoramos”. En todo caso, es firme con una idea: “Nos han cambiado para siempre”.

El padre de la familia, José Fernández, más conocido en Tineo por “Pepe Demetrio”, también cree que vivir en una comarca con la mayor parte de su población vacunada es “un gran paso”. Él anima a recibir la dosis, como aconsejan las autoridades científicas, para poder punto y final a esta etapa.

En otros lugares del Suroccidente asturiano el avance de la vacunación también hace sentir a sus habitantes más optimistas. Esther Fernández es vecina del pueblo cangués Mieldes. En su casa conviven abuelos, padres y nietos. “Estamos todos vacunados y vivimos más relajados”, desvela. Durante el curso escolar uno de sus dos hijos, de trece años, estuvo confinado dos veces. “Se pasó los 14 días solo en una habitación; todos guardamos las distancias pese a estar bajo el mismo techo; creo que hicimos un gran esfuerzo”, dice. Conviviendo con abuelos septuagenarios “todo se complica porque pasas, si cabe, más miedo”. Tampoco Esther Fernández, de 49 años, está libre de riesgos. “Al final somos seis y tienes que ser prudente”, señala. La familia está ahora “agradecida” porque la inmunidad, opina Esther, es el primer paso vivir “como nos gusta”. Al menos con esos abrazos y besos que hacen, por momentos, feliz al ser humano.

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