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Víctor Maojo ingresa en la Real Academia de Medicina de España: “La inteligencia artificial no va a sustituir al médico; va a crear especialidades nuevas”

“En los años noventa dirigí un proyecto con datos de 1.000 pacientes, y eso impresionaba; ahora trabajamos con 400 millones de pacientes”, asegura el médico y catedrático en Inteligencia Artificial

Víctor Manuel Maojo García.

Víctor Manuel Maojo García (Oviedo, 1961) estudió Medicina en la Universidad de Oviedo y posteriormente Informática en la Politécnica de Madrid. Amplió estudios en informática médica e inteligencia artificial en tres instituciones estadounidenses: Georgia Tech, Harvard Medical School e Instituto de Tecnología de Massachusetts (MIT). Desde 2007 es catedrático de Inteligencia Artificial de la Universidad Politécnica de Madrid. Asimismo, forma parte de las Academias Internacional y Americana de Informática Médica. El pasado día 8 ingresó como miembro correspondiente en la Real Academia Nacional de Medicina de España.

–De médico a informático. ¿Cómo fue eso?

–Cuando estudiaba Medicina no recuerdo haber escuchado prácticamente nada sobre informática y ordenadores durante la carrera. Estaba intrigado sobre el tema porque era evidente el cambio que se estaba produciendo en la sociedad en los años 80. Pude acceder a la biblioteca médica de la Residencia Sanitaria Covadonga, de Oviedo, gracias al recordado Jaime Álvarez- Buylla. Allí comprobé, en una búsqueda de varios días que hoy se hace en segundos, que la informática médica era un área ya pujante en Estados Unidos y Europa, con una historia de éxitos de más de 25 años.

–¿Y qué hizo?

–Aunque no sabía si existía ningún programa académico en España, en ese momento me decidí a emprender este cambio de dirección profesional, casi a ciegas. Así llegué a Madrid, a la Politécnica, únicamente sabiendo su dirección en la carretera nacional III, kilómetro 7.

–¿Cuál es el papel de la inteligencia artificial (IA) en la medicina del presente y del futuro?

–La inteligencia artificial tiene aplicaciones potenciales en todas las áreas de la medicina. Su énfasis está en el manejo de datos y de conocimiento, así como en el descubrimiento científico. También tiene un papel primordial en comprender los procesos del razonamiento medico y cómo simularlos en un ordenador. Se puede aplicar principalmente en temas de gestión, clínicos y de investigación. Aparte, en temas como salud pública, por ejemplo. Ha sido fundamental en el manejo de datos relacionados con la epidemia del covid, tanto en la investigación de las vacunas como en el manejo masivo de datos epidemiológicos. Con el covid hemos visto la necesidad imperiosa de mejorar todos los sistemas de salud pública y su manejo de datos, que se han demostrado insuficientes.

–¿En qué especialidades tiene más impacto?

–Yo diría que, ahora mismo, en radiología; y también en aplicaciones concretas como la monitorización y análisis de señales médicas, en la UCI, por ejemplo; en los laboratorios y en la investigación en múltiples áreas, como la genómica. No es de ahora. En 1990, pude colaborar en Georgia Tech en un sistema experto para la interpretación de imágenes cardiológicas de una técnica llamada SPECT, que lleva más de veinte años comercializado con éxito.

–¿Cómo influye el big data en el desarrollo de la medicina?

–En 1994 dirigí uno de los primeros, si no el primero, de los proyectos del llamado “machine learning” (aprendizaje automático en inteligencia artificial) financiados por el Ministerio de Sanidad. Manejábamos datos de mil pacientes, que estaban en papel y pasamos a una base de datos, lo que impresionaba a algunos colegas. Hoy trabajamos en nuestro grupo con una compañía americana, en colaboración con más de quince compañías farmacéuticas para manejar datos de cuatrocientos millones de pacientes, en la selección de candidatos a ensayos clínicos.

–El salto es exponencial...

–En poco tiempo, parte de nuestra información médica podría estar en grandes bases de datos, incluso lo que publicamos en las redes sociales. Esto tiene una enorme importancia para la investigación médica y grandes riesgos para el uso indebido de esos datos. Asumimos alegremente hacer un click en “aceptar” cuando nos aparece esa opción en múltiples aplicaciones y páginas web que visitamos, y esos datos personales pueden ser guardados y vendidos a múltiples empresas. Y no necesariamente para nuestro bien.

–Antes hablaba del impacto de la inteligencia artificial en el radiodiagnóstico. ¿En qué queda el papel del médico?

–El radiólogo del futuro o será un radiólogo con inteligencia artificial o será un radiólogo en paro. Los sistemas de inteligencia artificial podrían ya diagnosticar la mayoría de mamogramas, por ejemplo, pero el radiólogo es imprescindible para al menos el diez por ciento y para la evaluación de todas ellas. Aparte de eso, las posibilidades para los pacientes en zonas en desarrollo, como en África, son inmensas. Allí donde no hay médicos, los habitantes tienen teléfonos móviles con los que pueden hacer fotografías de la piel, por ejemplo, que pueden ser diagnosticadas por un sistema inteligente o un médico en Nueva York o en Avilés.

–O sea, no es viable que la inteligencia artificial sustituya al médico.

–Esa idea de sustituir al médico, considerando al sistema de inteligencia artificial como un verdadero oráculo capaz de contestar cualquier cuestión médica, fue uno de los mayores errores en el inicio de la inteligencia artificial en los años 70. No solo no van a desaparecer especialidades médicas, sino que pueden potenciarse las actuales y aparecer algunas nuevas. De hecho, la informática médica ya es una especialidad médica en los Estados Unidos desde 2011, y lo será más pronto o más tarde en España. En las facultades de Medicina españolas se estudia la informática médica de forma muy aislada, en general, cuando debería ser algo incorporado a todas las asignaturas de la carrera. El manejo de información es clave en toda la práctica médica y la investigación.

–Esto debe permear todo el proceso formativo del médico...

–Tanto los planes de estudio de Medicina como de los médicos residentes tendrán que modificarse. Cuando estaba en Harvard, a principios de los años 90, la formación de los radiólogos era un 30 por ciento tecnológica. Hoy aún más. Esa actualización es imprescindible, y comunidades como Galicia están empezando a hacer cursos intensivos de informática para médicos residentes.

–¿Algún progreso inminente que le resulte particularmente llamativo?

–Más que llamativo diría temible, como es la investigación que se hace en temas militares o de bioterrorismo. De hecho, buena parte de la investigación médica de los Estados Unidos está financiada por DARPA, la agencia de Defensa. Métodos de sistemas de detección de tumores de mama en radiología pueden ser luego reutilizados para reconocer vehículos militares. En el Bioengineering Center de Georgia Tech, en el que estuve un año, estaba prohibido subir a la última planta, en la que se hacía investigación militar médica secreta. Prefiero no pensar en lo que me han hablado de Rusia. La NASA investiga en múltiples sistemas para la exploración espacial, incluidos sistemas médicos.

–¿Pueden los sistemas sanitarios públicos acometer los desembolsos que exigen estos avances?

–El uso de los sistemas de inteligencia artificial puede ser incluso barato en ocasiones, ya que la meta es usarlos con un ordenador o incluso con un teléfono móvil. Otro aspecto diferente es la investigación, ya que, por ejemplo, en algunos casos se necesita usar supercomputadores para manejar tantos datos. Por eso, habría que diferenciar la investigación, que sí puede ser costosa, y su uso, que en muchos casos no lo es tanto. Lógicamente el uso masivo de sistemas comerciales podría aumentar los costes sanitarios pero también puede mejorar sustancialmente la calidad de la práctica médica, lo que compensaría en muchos casos esos costes.

–¿No teme que se cree una medicina de dos velocidades en función del poder adquisitivo de los enfermos?

–Ese problema ya existe hace mucho tiempo. En los Estados Unidos, hay dos sistemas sanitarios de facto, el de los pobres y el resto, con diversos niveles. Allí los hospitales universitarios de primera fila son otro mundo tecnológico pero no son accesibles a gran parte de la población. En España y los países europeos es otro modelo distinto. Todos los españoles o residentes pueden tener acceso a los sistemas más avanzados existentes en cualquier hospital, aunque un problema sea el tiempo de espera.

–¿Tienen razón quienes destacan que la hipertecnologización deshumaniza a la medicina?

–Es una pregunta muy interesante porque nuestra percepción ha podido cambiar en los últimos dos años debido al covid. Durante este tiempo ha sido necesaria la atención mediante el uso de sistemas automatizados o consulta telefónica con un profesional sanitario o incluso con alguien que no lo era. Eso ha podido producir una desconfianza masiva en la población acerca del uso de sistemas automatizados, ya que todo el mundo quería ver a un médico en persona. Aunque parezca un problema muy simple, en los Estados Unidos uno de los problemas principales de la informática médica reside en la desconfianza del médico y el paciente, de ambos, con el ordenador que está en el medio de la consulta. Muchos pacientes se quejan de que el médico mira más la pantalla que a ellos, y el médico se queja de lo mismo desde el otro lado.

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