Durante muchos años fui compañera en la Consejería de Educación de Ignacio Pérez-Moya, recientemente fallecido durante una operación de trasplante de hígado en el HUCA; igualmente fue mi médico de cabecera, por lo que la relación fue estrecha y de amistad. La sorpresa y el dolor que sentí con esta noticia se vieron posteriormente superados con la lectura de la carta publicada por su esposa, Cristina Fernández-Coronado, en la que relataba unas terribles vivencias tras la comunicación del fallecimiento. ¿Qué puedo decir? Incrédula, sobrecogida, consternada... cualquiera de estas palabras se queda corta para describir los sentimientos que me asaltaron al imaginarte sola en plena madrugada en los oscuros pasillos de ese monstruoso edificio sin que ninguna persona te ofreciese una mano, una palabra cálida...

Decía antes que Nacho había sido compañero. Lo cierto es que decir eso es totalmente injusto: no era un simple compañero, tengo a orgullo afirmar que también era un amigo. Su comportamiento para conmigo a raíz de mis peleas con el maldito cáncer no son ni las de un compañero ni las de un médico. Hoy estamos aquí denunciando el deterioro de nuestra Sanidad, cada vez más fría, más deshumanizada... Pues bien, Nacho era todo lo contrario, él representaba todos los valores que cualquier persona espera ver en alguien que tiene en sus manos decirte noticias importantes sobre tu salud, tu futuro, tu vida. Nacho, además de orientación profesional (que la daba, puesto que era un muy buen médico), también sabía dejarte llorar, escucharte, poner sobre la mesa aquella fina socarronería que le hacía más cercano, más humano.

La vida es a veces cruel. Una persona que sabía disfrutar, del mundo, de su familia... al que veíamos por el barrio sacándole todo el jugo a su reciente jubilación... No puede ser que este golpe os trunque ese disfrute, a él y a ti.

En su momento ya nos había sobrecogido la noticia de su muerte, ignorábamos sus problemas hepáticos, fue todo tan repentino e inesperado que no lo podíamos creer. Pero las circunstancias que relatas en tu carta nos hacen pasar del dolor a la indignación, al enfado. Enfado por todo lo que estamos viviendo en los últimos tiempos alrededor de la Sanidad pública. El deterioro que se plasma en momentos tan terribles como los que tú viviste se viene mascando hace tiempo, especialmente a raíz de la pandemia. Ese replegarse sobre sí misma cerrando las puertas a la población, ese añadir más y más dificultades a los enfermos, esos portazos físicos y telefónicos, ese mal trato a las personas, es una auténtica vergüenza, y entre todas y todos debemos ponernos manos a la obra para darle la vuelta y que volvamos a tener esa Sanidad de la que no hace tanto nos sentíamos orgullosas.

Para despedirme, me centro en lo importante en este momento. En primer lugar quiero hacer un público y sincero homenaje a un compañero, un médico y un amigo ejemplares. Y por supuesto, Cristina, quiero hacerte llegar todo mi apoyo, cariño y calor en unos momentos totalmente injustos e inmerecidos.