El termómetro de los dos candidatos a Rector de la Universidad de Oviedo: un favorito que disimula y una piedra en el zapato

Villaverde, rector en funciones, va de ganador, aunque disimule

Lovelle, catedrático de Informática, simboliza el voto protesta

Ignacio Villaverde y Juan Manuel Cueva Lovelle

Ignacio Villaverde y Juan Manuel Cueva Lovelle

Mariola Riera

Mariola Riera

en campaña. Ignacio Villaverde ha empezado la ronda de presentación de su programa en las facultades. Ayer estuvo en Psicología y en Geología, y también se ha reunido con el personal de servicios, de administración y técnicos, entre otros. El lunes hará otra ronda similar. | David Cabo

Ignacio Villaverde. / Davida Cabo

Villaverde sabe calcular

Primero, lo de sus detractores: tiene un ego que no le cabe en el cuerpo; le pierden sus maneras de "sobrao" y no le gusta que le lleven la contraria; solo quiere la Universidad para lucirse y, quién sabe, forjar un plan de futuro que le llevaría de la educación a la política; ha descuidado la calidad educativa...

Pero lo cierto es que Ignacio Villaverde (Gijón, 1965) tiene legión de seguidores (estudiantes; profesores, sobre todo permanentes, cuyo voto es de los que más pondera; y personal de servicios) que ven en él la persona indicada para pilotar ahora y afrontar los retos de futuro de la institución universitaria asturiana.

Está asumido –aunque él insiste en público que no hay que darlo por hecho– que tiene todas las de ganar en las próximas elecciones al rectorado, que aspira a revalidar. Seis años tendría por delante para hacer y deshacer en su despacho del Edificio Histórico de la Universidad de Oviedo gracias a la nueva ley del Sistema Universitario (LOSU), que ha ampliado la vigencia del mandato. Esa misma LOSU invocó el catedrático de Derecho Constitucional como motivo para convocar cuando nadie –o muy pocos– lo esperaba las elecciones a mediados de marzo, sin apenas margen para preparar una candidatura alternativa.

Justificó bien la decisión –cambios de gobierno de calado que le obligan a renovar su mandato para sentirse legitimado–, aunque todo el mundo vio una jugada maestra para asegurarse la continuidad. ¿Para qué? Materializar un proyecto en el que la ampliación del campus del Cristo es la guinda del pastel. Pero hay más: modernizar la docencia, consolidar la digitalización, avanzar en investigación, reforzar la imagen exterior de la Universidad...

¿Y cómo lo logrará? "Para lograr la reelección Villaverde volverá a reeditar el pacto entre familias vazquistas y gotoristas que le dio el puesto en 2021", explican en los ambientes universitarios. "Y no ha tenido estos años una oposición dura del sector de (Santiago García) Granda, al que se le ha dado su espacio y reconocimiento con la medalla de oro y el Consejo Asesor de Políticas Universitario". Más cálculos: confía mejorar sus resultados en Gijón después de haber localizado allí un Vicerrectorado (Sostenibilidad) y espera que el supercampus en el Cristo le dé más votos en allí y Llamaquique, principales beneficiados de esa operación. No hay solo ladrillo, sino que exhibe iniciativas internas, como el fichaje de la catedrática Irene Díaz (área de Informática) al frente del Vicerrectorado de Investigación, y la creación de nuevos grados.

El traslado de Minas a Mieres es, quizás, la única sombra en su mandato, pero fue quizás mucho más ruido externo (solo tuvo a la Escuela de Minas y al Ayuntamiento de Oviedo en contra) que interno, sin olvidar la jubilación de Otín, que molestó mucho a un amplio sector de la sociedad asturiana de distintos ámbitos. Un malestar que ha tratado de apaciguar al anunciar que el reputado científico dará nombre al Instituto de Oncología de Asturias.

Pese a ser de letras, Villaverde lo tiene todo muy bien calculado, hasta el punto de medir mucho las alusiones o respuestas a los ataques de su contrincante José María Cueva Lovelle. Ni una. No lo ha nombrado todavía.

Juan Manuel Cueva Lovelle, en la Escuela de Ingeniería Informática.

Juan Manuel Cueva Lovelle, en la Escuela de Ingeniería Informática. / Mario Canteli

Lovelle, la piedra en el zapato

Entonces apareció Lovelle. Si Ignacio Villaverde se las prometía muy felices para revalidar el rectorado sin apenas despeinarse cuando convocó por sorpresa a mediados de marzo elecciones por anticipado ante un claustro universitario que acababa de apoyar por abrumadora mayoría los nuevos estatutos, de repente se coló un nubarrón. Pequeño, convienen en los distintos estamentos de la Universidad de Oviedo, donde se da por hecho que hay Villaverde para rato –seis años más de mandato, novedad en la LOSU, si no decide irse antes de tiempo a otros menesteres–. 

Pero un nubarrón de suficiente tamaño para ensombrecer la campaña del actual rector en funciones, quien tendrá que aguantar esa «piedra en el zapato», al menos, hasta el día 23 de abril (el 24 se reflexiona y el 25 se vota). Porque el catedrático de Informática Juan Manuel Cueva Lovelle (Oviedo, 1958) no ha ocultado desde el día que anunció su candidatura que está aquí para incordiar y canalizar a los descontentos en la Universidad con la actual gestión. De todo tipo: aquellos que todavía no han digerido su victoria sobre Santiago García Granda en 2021; los que se hacen cruces de cómo se ha permitido marchar sin tratar de evitarlo al científico Carlos López-Otín; los que están que trinan con el trasladado de Minas a Mieres; los que echan en falta de Villaverde más atención y trabajo interno para alimentar la excelencia educativa de la institución académica y le reprochan su gestión centrada principalmente en el «ladrillo» (el futuro campus del Cristo)... 

Lovelle quiere atraer a todos esos y darles voz en campaña. Admitió desde el primer día que lo tiene difícil para ganar y él mismo se define como el «candidato del descontento». Estará ahí dando guerra. Sin más intención que no dejar a Ignacio Villaverde dar un paseo triunfal hacia su reelección. Prueba de ello es que aún no ha presentado a su equipo ni parece que lo tenga definido. Avanza en solitario, pero seguro y tranquilo. A la hora de intervenir en público y de presentar su programa han tenido más peso las críticas a Villaverde o las denuncias de supuestas amenazas que las propuestas, que las hay: ampliar presupuesto, atraer docentes y alumnado de fuera, nuevos grados, estudios virtuales...

 «Nada tiene que perder», dicen quienes le conocen. Está ligado a la Escuela de Informática, pero antes pasó por Minas, donde se licenció. Allí tiene buen predicamento y de donde ha recibido los primeros apoyos públicos. Su antiguo alumno Iván Fernández Lobo sostiene que Lovelle «pelea por lo que quiere». Y está claro que el Catedrático quiere que Ignacio Villaverde sea consciente de que tiene contestación interna, por pequeña que ésta sea. También le definió Fernández Lobo como un «enfant terrible». 

Sin más. Nada que ver con empezar a fraguar una candidatura que se haría fuerte para la próxima cita electoral, pues por edad dentro de seis años le limitaría la jubilación. Eso sí, algunos ven en su opción una suerte de candidatura puente que permitiría empezar a trabajar el terreno para otros candidatos que han preferido esperar para armar una buena estrategia ahora. Para estos, que los hay, ha aparecido de repente Lovelle.

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