Elisa CAMPO

El tejo se murió, y llegó la hora de ver qué hacer con su madera. Situado en uno de los extremos del parque Ferrera, junto a la Noria, quedó con sus ramas vacías de hojas y de savia, triste como un lamento. Corría el año 1986. El entonces concejal de Cultura, Pepe Martínez, y el responsable de la Casa de Cultura, Ramón Rodríguez, se enteraron de que iban a talar el tejo, y se acordaron del escultor gijonés Joaquín Rubio Camín, a quien llamaron para ofrecerle la madera. Y él la aceptó, pero sin que se derribara el árbol. El artista se presentó con una motosierra y durante varios días dio formas angulosas a las ramas, y nueva vida al seco cuerpo.

Desde hace más de una semana, el «Tejo Herido» del parque Ferrera está también huérfano con el fallecimiento de su «padre». Y no es la única obra que el genial escultor dejó en Avilés; también son suyas varias piezas que se conservan en el interior de la Casa de Cultura, así como el «Ara» que está junto al centro cívico de Los Canapés. Rubio Camín (Gijón, 1929- 2007) fue además el protagonista de exposiciones y de un documental, que rodaron Juan Carlos y Vidal de La Madrid en Valdediós a principios de la década de los 90. El eslabón avilesino de toda esta actividad fue Ramón Rodríguez, que con su amistad contribuyó a estrechar los lazos entre Rubio Camín y la localidad.

«Cuando yo era presidente de la Asociación de Pintores y Escultores Asturianos negocié con él que formara parte, aunque él no era asociativo», explica Rodríguez. Y de ahí partió una relación personal que hizo posible la primera exposición en Avilés del escultor de Gijón, en 1982. Lo más llamativo de aquella muestra fue que, literalmente, Rubio Camín puso su estudio en Avilés. «Trasladó su estudio con todo lo que tenía en aquél momento, con obras de todo tipo», recuerda el artista avilesino.

Y esto tuvo clara repercusión en los artistas asturianos. «Ignacio Bernardo, por ejemplo, quedó bastante tocado por su obra. Se cumplió el cometido didáctico». Para esta exposición escribió Camín: «La muestra es variada de materias y temas: las concreciones, los recuerdos naturales y las cosas que me pasan por los ojos y la mente. Todo es igual de interesante para mí y cuando me preguntan ¿qué estás haciendo ahora?, siempre contesto lo mismo: vivir». En ese mismo año, Rubio Camín también participó, junto a otros pintores, en los murales que se realizaron en Avilés con motivo de la celebración del Día de Asturias. Su «cuadrito» puede verse a la entrada de la sala de lectura.

Lo siguiente ya fue el «Tejo Herido», un hito en su momento, ya que se trata de la primera escultura urbana de arte contemporáneo en Avilés. Y no costó una millonada, como cuenta alguna leyenda negra. «Se le pagó la gasolina y una comida, creo recordar», asegura Ramón Rodríguez. A lo largo de las dos décadas que pasaron desde que realizó la escultura, se le planteó en varias ocasiones a Rubio Camín la posibilidad de eliminar las ramitas que estaban naciendo arropadas en las intersecciones del árbol, e incluso alguna propia del tejo, pero el artista no quiso. «Su respuesta fue que lo que fuese sucediendo, que sucediera».

Del mismo palo que el «Tejo», valga la expresión, son las esculturas que protagonizaron la muestra con la que se clausuró la vieja Casa de Cultura, 24 piezas realizadas en madera que luego pasaron a ocupar distintas estancias de las nuevas instalaciones de Álvarez Acebal. Fue entonces cuando, en los papeles de la Casa de Cultura, Rubio Camín publicó las siguientes líneas: «Queda en esta ciudad una parte importante de mi vida ligada a los árboles, el material más noble con el que trabajo, el más vivo, el más caliente, el más dialogante. El ejercicio de la escultura impone duros condicionamientos para el encuentro satisfactorio con la forma. El árbol como materia viva habla mi mismo idioma y me ayuda a seguir en la búsqueda de lo importante: la hermosa utopía del encuentro perfectoÉ ¡qué más quisiera!»

Finalmente, y ya alejado de la madera, Rubio Camín realizó para Avilés «Ara», por encargo de la empresa que construyó el centro cívico de Los Canapés. Empleó perfiles de Ensidesa y granito para recrear un altar votivo, un templo a la cultura y al deporte. Su vinculación a Avilés la dejó escrita en estas líneas: «Gijonés de nacimiento, asturiano por derecho natural, avilesino por sincera amistad con la Casa de Cultura y sus gentes. Siempre acogido con calor. De por vida y más allá estoy ligado muy fuerte a Avilés y quiero no defraudar jamás tan amistosa relación».

«Era un hombre que fue premio nacional de tres disciplinas artísticas, pintor, escultor e ilustrador y fotógrafo, y sin embargo era un paisano, lo tenías al lado y no sabías que era un artista de élite», rememora Ramón Rodríguez. De él destaca también que «salvo a última hora, que ya estaba enfermo y dejó la vida social, en toda exposición que hubiera allí estaba Camín apoyando al artista, fuese quien fuese». En opinión del artista avilesino, Camín fue «uno de los máximos exponentes de la escultura de nuestros días, uno de los maestros de las nuevas generaciones de escultores asturianos que ven en él la necesaria síntesis de tradición y modernidad». La última cita de este reportaje también es de Camín: «Ya que la vida no da para más, espero acabarla trabajando». Con él, los árboles, como el tejo, también mueren de pie.