T. CEMBRANOS

Arsenio Fernández, «Tito», responsable de la cantina de Renfe, acumula más de un centenar de instrumentos de navegación como bitácoras, telégrafos, metopas y sextantes desde hace cuarenta años. Ahora, con 74 años a sus espaldas, la Real Liga Naval Española, a través de su delegación en Asturias, le rendirá el sábado un homenaje en el Palacio de la Magdalena, en Soto del Barco, por su amor al coleccionismo de piezas antiguas relacionadas con la mar.

-¿Qué se siente al ser homenajeado por la Real Liga Naval?

-Es una alegría y una suerte que te premien por algo que hice con mucho gusto como es el coleccionar.

-¿Cuándo comenzó a recopilar objetos?

-A finales de los años sesenta. Entonces, en los alrededores de Avilés había desguaces de barcos y allí se podían conseguir las piezas. También en Bilbao y Santander. Fueron años de mucha actividad, hasta que bajó el precio de la chatarra y protestaron los ecologistas, y con razón, porque era terrible lo que se echaba a la mar. A partir de 1974 y 1975 los desguaces se comenzaron a hacer en la India, donde era más fácil. En esos años los mismos armadores que vendían los barcos a los desguaces ya lo hacían sin las piezas más importantes, como las bitácoras o los telégrafos, porque empezaron a valorar que eran un regalo apetecible.

-¿Cuál es la pieza más antigua que tiene?

-Un octante inglés del siglo XVIII que es de ébano, bronce y marfil.

-¿Y a la que más aprecio tiene?

-Las que más aprecias son las que más dificultad entrañaron para conseguirlas o las que tengan más historia, como una bitácora de un acorazado estadounidense de la II Guerra Mundial, que conseguí en Bilbao.

-¿Había competencia a la hora de conseguir esas piezas?

-La gente, en los barcos, buscaba más los muebles que los instrumentos de navegación. Sólo había competencia con las casas de anticuarios. La verdad es que únicamente se empezaron a apreciar esas piezas cuando comenzaron a escasear, como casi todo. Ahora tengo varias piezas localizadas, que son dos hélices de un transatlántico preciosas y una cadena de ancla de bronce de un dragaminas, pero no creo que pugne por ellas.

-Muchas personas piden un museo para su colección...

-Mi idea era haber hecho un hotel y poner un pequeño museo como reclamo turístico. Al quedar en proyecto, utilicé el restaurante de la cantina para instalar la colección. No es fácil hacer un museo ya que tienen que coincidir muchas cosas. Lo primero, un local apropiado y, luego, alguien que valore esto. De todos modos, no me planteé nunca qué puede ser de la colección, lo que sí sé es que no voy a hacer ninguna oferta a nadie ya que la colección es lo suficientemente importante para que alguien se interese por ella.

-Pero habrá tenido muchos postoresÉ

-Ha habido gente interesada, pero no ha fructificado. Aquí, el problema que hay es que los museos no interesan, carecen de importancia. Sólo se acuerdan de los objetos antiguos cuando ya es demasiado tarde. Y así nos va.

-¿Va a afectar a la cantina de Renfe el plan de las vías?

-No sabemos nada. Lo que se presupone es que estos terrenos son muy apetitosos para edificar. El edificio de la estación de tren no se va a tirar, aunque éste, no se sabe. Si hay que cerrar, la colección volverá a un almacén o la venderé; no tengo prisa.