Comandante de la Guardia Civil

Saúl FERNÁNDEZ

-¿Se jubila?

-No exactamente, paso a la reserva activa, que es un escalón anterior al de la jubilación.

-Lleva muchos años en el cuerpo.

-Tantos como cuarenta y cuatro.

-Pues sí que son muchos años.

-Entré en la academia de Valdemoro en 1965, así que, eche cuentas.

-¿Y cuál fue su primer destino?

-Ventanueva, un pueblo muy próximo a Cangas del Narcea. Desde entonces, no me moví de Asturias.

El que habla es Manuel Pena Iglesias (Palas de Rey, Lugo, 1949), el ex jefe del acuartelamiento de Avilés. Está recogiendo su despacho, amontona fotografías y recuerdos. Dentro de unos minutos, en tanto que concluya esta conversación, tiene la comida de despedida con sus compañeros, con el comisario de la Policía Nacional, con el Jefe de la Policía Local y con los mandos que tienen que llegar de Gijón, ciudad de la que depende la compañía avilesina; hasta hace unos pocos días, bajo el gobierno del capitán Pena, que ahora es comandante. En abril aparca cuatro décadas de servicio público.

-¿Mucho trabajo estos días?

-Besos y abrazos. Y poco más... Al dejar la jefatura de Avilés, dejo también el cuartel. Mi residencia ahora está en Gijón.

-¿Cómo era trabajar en este cuerpo cuando usted llegó?

-Los guardias iban a caballo y a bicicleta... si había, claro, caballos y bicicletas, que no pasaba siempre... Eran los tiempos del capote, a mí, en Ventanueva, me tocó patrullar caminando.

-¿Y por qué se hizo guardia?

-Mi padre estaba era guardia... imagino que eso influyó.

-Padre guardia, ¿hijo guardia?

-Cada vez se da menos. Yo vivía en un pueblo muy pequeño, en Castroverde, no había instituto, no podía hacer carrera... al final esto era una salida profesional de lo más aceptable.

-¿Y era buena?

-No tenías horario, trabajabas ocho, diez o treinta y tres horas seguidas... No te dejaban salir a la calle de paisano. Era lo que había por entonces.

-¿Y ha cambiado?

-Desde luego. Hoy te haces el servicio como un ciudadano más.

-Se habla últimamente de la reorganización de los cuarteles.

-A los tres meses de llegar a Ventanueva, que está camino de Degaña, en un cruce de caminos, suprimieron el cuartel... Tenga en cuenta de que aquel pueblo de Cangas no llegaba a tener una docena de casas en aquel año de 1968, cuando empecé la carrera. Me acuerdo que por debajo del edificio del cuartel pasaba el río. Éramos ocho guardias y un cabo.

-¿No tendrían mucho trabajo entonces?

-Había minas, había que controlar todo aquello.

-¿Y cómo era un día normal en aquellos días?

-Cogías una capa, el fusil y a recorrer los montes... a pie, ya le dije.

-Las parejas de entonces no eran parejas de distinto sexo.

-Entonces no había mujeres, por supuesto. Dentro de poco, las parejas de la Guardia Civil serán de verdad parejas, como usted dice... y eso es bueno. Muchos servicios funcionan mejor si quien los atiende son mujeres.

-¿Y después de Ventanueva dónde le destinaron?

-Fui a Ablaña, en Mieres. Y ahí me casé. Tenía veinte años y me casé... Ahí sí que había minas. Y también la antigua Fábrica de Mieres...

-Hacía poco de la huelgona.

-Como había un cuartel en Mieres, los follones eran de Mieres... A nosotros nos quedaba el Primero de Mayo.

-Los servicios de la Guardia Civil son incontables...

-Yo siempre he estado en las patrullas rurales. Me siento satisfecho de haber sido guardia, de haber podido sacar adelante a la familia; eso es lo que me gusta y eso es lo que soy.

-El guardia en el pueblo estaba la altura del cura...

-Éramos una especie de confesores, conocías a todo el mundo. Jugabas la partida con la gente. Hoy todo eso no sucede.

-¿Es bueno vivir en un cuartel?

-No es obligatorio ahora. Tiene ventajas e inconvenientes. Estás al lado del trabajo y eso es una ventaja.

-¿Y cambia este trabajo cuando pasa a ser jefe?

-No salías tanto a la calle, te dedicabas más a la oficina... lo que hacías es muchísimas horas.

-¿Y se pagaba bien?

-La Guardia Civil nunca ha estado bien pagada. Mi primer sueldo fue de 4.600 pesetas. Era bajo.

-Imagino que los delincuentes ya no son como cuando usted entró en el Cuerpo.

-Se han modernizado; pero como nosotros, porque si no les pillaríamos siempre.

-Las cifras de delincuencia que deja han sido muy bajas.

-Las denuncias penales han descendido un veintisiete por ciento. Desde luego que son unas cifras asumibles.

-¿Y eso?

-Lo mismo es que los guardias somos cada vez mejores, pero bueno, esto puede cambiar.