Las relaciones entre el arte y la comida han sido constantes en la historia. Desde los bodegones barrocos del XVII hasta la polémica presencia de Ferran Adrià en la Documenta12 (2011), ha existido un vínculo entre alimentación y arte que se ha visto reforzado durante el siglo anterior, con las vanguardias y muchos artistas -Daniel Spoerri, Martha Rosler, Ana Vieira, Antoni Miralda, Vik Muniz, por citar algunos- que no se han detenido ante el canibalismo, la antropofagia, el erotismo o el hambre, propiciando interesantes propuestas y reflexiones. La magnífica exposición «Comer o no comer» que tuvo lugar en el Centro de Arte de Salamanca, actualmente DA2, en el 2003 fue buena prueba de estas múltiples y fructíferas interrelaciones.

Y Nieves González (Oviedo, 1988), licenciada en Bellas Artes en la Universidad Complutense de Madrid y con dos exposiciones individuales celebradas en Llanes, explora la problemática entre alimentación y mujer, desde una mirada comprometida con el mundo femenino, víctima de los delirios y fantasías masculinos, aunque pueda resultar políticamente incorrecta su «Cocina de mujeres», una publicación que acompaña la muestra, con recetas, imaginativas e irónicas, en ocasiones de enorme crudeza, que nos descubren los placeres de alimentarnos de carne femenina, tema que ya provocó Marinetti con su libro «La cocina futurista» con frases como esta: «Al alba comió las esferas mamarias de la suprema leche materna». Para la propia artista, «la mujer sigue siendo hoy en día una víctima de esta visión, propiciada muchas veces por ella misma. La pornografía, la publicidad, las propias imágenes que mostramos en las redes sociales: nos ofrecemos como comida, puede que hayamos superado la idea de mujer florero, pero no la de mujer alimento».

La exposición se encuentra dividida en dos partes, «Desvaríos en la mesa», que da título a la muestra, y «Guerra en la cocina», que se complementan para ofrecer una visión destinada «quizás más que al hombre a la mujer -como señala Paloma Vega Sanz en los Papeles Plástica- que se deja ser devorada (?) ofreciéndose como una suculenta tentación ante los paladares masculinos». La guerra en la cocina se extiende por una serie de fotomontajes, apropiación de fotografías de guerrilleras a las que se les ha sustituido su arma por diferentes alimentos, que se encuentran flanqueadas por dos enormes pistolas realizadas con imágenes de comida. Esta guerra, aunque lejos de la radicalidad de Mona Hatoum, que electrificaba los utensilios de cocina o los agrandaba hasta convertirlos en temibles instrumentos, desmonta la idea de lo doméstico como un lugar apacible para convertirlo en un territorio despiadado para la mujer, que siempre ha de permanecer en lucha para defender sus espacios de dignidad.

Pero en «Desvaríos en la mesa» Nieves González despliega toda su carga conceptual sirviéndose de diferentes técnicas y materiales -el collage, la escultura, la ilustración digital y el packaging- para ilustrar la problemática de la mujer convertida en objeto alimenticio y esclavizada con dietas para lograr un cuerpo imposible. La escultura con dos piernas de mujer entre varias rebanadas de pan, un sándwich realizado con porex recubierto de resina y plástico policromado, resulta una pieza sobresaliente, que alude, a partes iguales, a la crueldad y al erotismo. En esta línea se muestran los diversos fotomontajes y dibujos que insisten en esta idea de la mujer como alimento. Una muestra, bien planteada y resuelta, a la que solo se le podría reprochar la militancia de unos trabajos que apenas permiten desplazamientos en la interpretación. Pero, a veces, se precisa ser directo para alcanzar los efectos deseados.