La Nueva España

La Nueva España

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

El país de Chipiripum

Ratonchi visita un reino cuyo monarca trata de solucionar un problema: conseguir que los niños no se aburran

Alumnos del colegio Quirinal bailando la coreografía que idearon para la canción de Ratonchi y que acabó siendo premiada.

Hola amigos, ¿Qué tal habéis pasado la semana? Yo muy bien y muy contenta porque cada vez recibo más mensajes vuestros, fotos y dibujos sobre Ratonchi, y eso le hace estar muy feliz a él y a mí. Además, cada vez está más solicitado para visitar colegios y sabemos que irá a algunos de Avilés y Gijón en las próximas semanas.

Hace unos días, "La mansión de los cuentos" surcaba los cielos como de costumbre y llegó a un país desconocido: Chipiripum. Aparentemente era un lugar muy bonito y alegre, pero a la par muy pero que muy curioso, os explicaré por qué.

El rey de ese país era un hombre bajito, con barba blanca tan larga que a veces se la pisaba y tropezaba hasta llegar a caer. El rey quería mucho a todos los ciudadanos, y ellos a él. Siempre estaba deseoso de ayudar a quien lo necesitase e iba haciendo mejoras. También escuchaba las preocupaciones y quejas de la gente para tratar de hacerla feliz.

Un día, mientras el rey paseaba por la plaza central del pueblo, vio un grupo de niños y niñas sentados en el suelo, en silencio, mirando las piedras sin apenas pestañear. El hombre se sorprendió y se interesó por saber qué era lo que les ocurría a esos muchachos que no estaban jugando, corriendo y riendo como de costumbre. Los niños le dijeron que se aburrían?

-Eso no puede ser! -dijo el rey- ¡En el país de Chipiripum nadie puede aburrirse, y menos los niños!

Los muchachos miraron al rey y éste comenzó a pensar y a pensar? Se fue en dirección a su palacio y por el camino preguntó, a todo aquel que se encontraba, qué era lo que más les gustaba a los niños. Y obtuvo muchas respuestas : los dulces, las vacaciones, los animales, jugar al escondite, saltar a la comba, la ropa de colores, estrenar chaquetas, los cuentos? Esa noche apenas pudo conciliar el sueño y, cuando por fin lo logró, a los pocos minutos se despertó y gritó:

-¡Ya lo tengo! ¡Tengo la solución al aburrimiento de los niños!

Y diciendo esto, se bajó de la cama con su pijama y su gorro de dormir, cogió una libreta y empezó a anotar su idea para que no se le olvidase. En plena madrugada salió de su casa y se puso a trabajar en algo que aún no sabremos. Los vecinos escuchaban ruidos pero no sabían en qué estaba trabajando su rey.

A primera hora del día, antes que los gallos cantasen y despertasen a todos, en la plaza central el rRey comenzó a tocar su campanita avisando que tenía algo que comunicar. Todos los vecinos acudieron pronto a la llamada del buen rey. El hombre, guardaba tras de sí una sorpresa, tapada aún con unas telas doradas. Los ciudadanos tenía ganas de saber qué escondía el rey a su espalda y éste comenzó a decir que estuvo toda la noche pensando en esos muchachos que se aburrían, y que en el país de Chipiripum nunca se aburrió nadie a lo largo de la historia y ellos no iban a ser menos, así que discurrió qué hacer y ahí estaba?

Llamó a varios niños para que le ayudasen a tirar de las telas doradas y descubrir la sorpresa que tenía guardada. A la de tres, todos tiraron de las telas y la sorpresa fue descubierta: nada menos que ¡un castillo de caramelo gigante!

Los niños comenzaron a aplaudir con todas sus fuerzas y el rey sonreía al comprobar que esos chiquillos eran felices. Tanto lo eran, que se acercaron al castillo y empezaron a chuparlo, unos por un lado y otros por otro.

A las pocas horas, mientras el Rey paseaba por las calles, se encontró con el mismo grupo de niños y niñas en la plaza, pero esta vez acompañados de sus padres y haciendo cola en la consulta médica del pueblo. El rey se interesó por lo que les ocurría a esos muchachos, y es que entre todos se habían comido el castillo de caramelo y ahora les dolía la barriga. El médico les dio un jarabe muy rico para que a los pocos minutos sanasen. Era un jarabe con sabor a fresa, ya que no quisieron el que sabía a caramelo.

Pocos minutos después, los niños volvían a estar aburridos en su lugar de costumbre, mirando las piedras y sin saber qué hacer. El rey no se daba por vencido, y comenzó a pensar en nuevas ideas para evitar que los pequeños se aburriesen. ¿Queréis saber qué nuevo plan tramó el buen rey para quitar el aburrimiento a los niños y niñas de Chipiripum?

Compartir el artículo

stats