"Fuerza y lucha". El grito surge de un espontáneo. De un peatón que a la altura de la Avenida del Mar de Oviedo se cruza con un mar de doscientas camisetas amarillas empapadas por la persistente lluvia, pero en las que se lee de forma nítida el lema: "Alcoa no se cierra". Los trabajadores de la fábrica caminan a buen ritmo, como si no llevaran más de treinta kilómetros en sus piernas, y responden a la voz de ánimo con vítores y aplausos. De fuerza van sobrados. "No vamos a desfallecer", promete el presidente del comité de empresa, Sergio Sobrino, al llegar a la capital asturiana. Plantan cara a un gigante, con sede en Pittshburg, que planea echar el cierre a su fábrica. Y la lucha, aseguran, no cesará, pese a que el esfuerzo será titánico. "Estoy agotado, los pies parecen de plomo", reconoce Victor Martínez, uno de los veteranos. Lleva 17 años en Alcoa y quiere seguir muchos más.

El esfuerzo se veía recompensado por el apoyo popular. En Oviedo, por ejemplo, no estaba el día para terraceo, pero por cada bar que atravesaba la marcha amarilla del Aluminio salía gente de su interior a aplaudirles y darles ánimo. Maite García, informática en Alcoa desde hace 14 años, reconocía que iba muy cansada, pero apelaba de nuevo a la lucha, "porque la esperanza es lo último que se pierde". A su lado, Diana Álvarez, también informática en la multinacional, añade: "El apoyo que estamos recibiendo de la gente está siendo escepcional, estamos abrumados por tanto cariño. La lucha no es solo nuestra, es por la continuidad de la industria".

La caminata, de 33 kilómetros y 200 metros, comenzó bien temprano a las puertas de la factoría de San Balandrán, condenada a un cierre "irrevocable", según la empresa, que la plantilla se niega a aceptar. Allí, estaban como un clavo dos centenares de trabajadores a las ocho de la mañana con el propósito de caminar ocho horas por la antigua carretera Avilés-Oviedo, donde a la llegada una representación se reuniría con la delegada del Gobierno en Asturias, Delia Losa. A un ritmo de cinco kilómetros por hora y con las mochilas cargadas de coraje, agua y ropa para cambiarse por si llovía -y vaya si llovió-, los trabajadores conversaban entre sí sobre su complicada situación laboral, pero también sobre otros asuntos más livianos. Por ejemplo, Paco Bohua y Pablo Pérez iban charlando sobre ciclismo, y otros sobre montaña e incluso música, temas que permitían evadirse por momentos. Pero sin olvidar la lucha emprendida. En la furgoneta que encabezaba la marcha sonaba sin parar, una y otra vez, el "Asturias si yo pudiera" de Víctor Manuel. La pegadiza melodía la rompió de pronto Bruno Jiménez, un vecino de Cancienes, que ni corto ni perezoso sacó su guitarra a la calle y les dedicó una copla a los trabajadores, que aplaudieron con vehemencia el gesto.

El punteo de guitarra sonó a unos cientos de metros del plato fuerte del día, el Alto de la Miranda, de 479 metros de altitud. "Este es uno de los puertos puntuables", bromeaba Paco Bohua, haciendo un simil con el ciclismo. Siguiendo con la analogía, la protesta de ayer fue una etapa más en el "Tour" que han emprendido los trabajadores para luchar por sus puestos de trabajo. "Hoy tocó caminar con mal tiempo, pero esto no acaba aquí vamos a lucharlo hasta el último momento. Haremos todo el ruido que podamos", advierte Javier Estríngana, un avilesino que lleva 13 años en la multinacional. Javier García, otro de los trabajadores de Alcoa, aguanta el ritmo de la marcha con soltura. "Estamos sorprendido de los apoyos que recibimos", argumenta.

García está entre los optimistas y espera que, al final, la compañía de marcha atrás. "Aquí no está solo en juego el futuro de Alcoa, también está en juego el futuro de la región, porque esto puede crear un precedente peligroso", alerta. Arriba, en la Miranda, el grupo hace un pequeño parón. Llegan al restaurante, donde ya tenían fijado parar un rato para el avituallamiento y para descansar un poco los pies, veinte minutos antes de lo previsto. De fuerza van sobrados. A su paso por Llanera la marcha amarilla va sumando efectivos y recogiendo aplausos y palabras de apoyo. "Esto nos da mucha fuerza. Tanto para caminar como para seguir luchando", aseguraba Félix Fernández, empleado de la aluminiera. "La crisis de Alcoa no afecta sólo a la comarca avilesina, es un problema para todo Asturias, por eso hay que apoyarles", reflexiona Juan Majada, presidente del colectivo Llanera Sin Barreras y jubilado de Alcoa.

Por el barrio ovetense de La Corredoria, el grupo tiene que frenarse para no llegar al centro antes de tiempo. Ya en las cuestas de acceso a la Plaza de España, son recibidos con vítores y aplausos como si de un pelotón ciclista se tratara. A algún trabajador se le escapa una lágrima. Las caras marcan el esfuerzo. Les esperaban políticos de todos los partidos, sindicalistas, familiares y amigos. Las fuerzas no flaquean y la lucha continuará. Una lucha resistente al agua, inoxidable, como lo es en apariencia en aluminio.