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Las funciones ya no sólo son para el verano

Los veranos de la transición llevaron al público avilesino a los escenarios, se asentó a finales de los 90, cuando los programadores llenaron todo el año y dejaron las Jornadas de Agosto para la historia

Carlos Hipólito, en el «foyer» del teatro Palacio Valdés en 2019. | Julián Rus

Hay en el "foyer" del teatro Palacio Valdés un cartel en el que sale el actor Carlos Hipólito tocado por una gorra. De jefe de "La estación"; el primer estreno nacional que acogió el teatro Palacio Valdés en su segunda vida, la que comenzó hace treinta años.

"La estación" fue una comedia romántica que escribió el italiano Umberto Marino y que fue película célebre a comienzos de los años noventa. El 27 de agosto de 1993 el odeón local se puso de tiros largos para acoger su primer estreno absoluto absoluto: Hipólito, Francis Lorenzo –aún no se había inventado el superfenómeno "Compañeros"–; Fermín Cabal dando forma al texto de Marino. Y Jaime Chávarri, el de "Las bicicletas son para el verano" metido a teatrero. Pero lo importante no fue todo esto, lo importante es la fecha de la representación: agosto, el día anterior a San Agustín. Y es que hubo un tiempo en Avilés (1979-1987) en que se programó teatro como para una fiesta, como un relleno de la celebración veraniega. Primero en la Pista de la Exposición, luego en la Casa de Cultura y, al final, en el teatro Palacio Valdés.

La fiesta se acabó pronto en el tendejón que había donde estos días se desarrolla el festival de Cultura Urbana (Focart), un "auditorio" cubierto de uralita sobre la que se paseaban los gatos y las gotas de lluvia interrumpían los monólogos más íntimos.

En la Casa de Cultura el teatro agosteño se desarrolló entre 1989 y 1992 (el Palacio Valdés reabrió en noviembre). Y en el odeón tuvo vigencia hasta 2002. Escribe Juan Carlos de la Madrid en su "Historia del teatro Palacio Valdés" (Incuna, 2021), un libro que adelantó en las páginas de LA NUEVA ESPAÑA, que entre el cierre del Palacio Valdés y la llegada de la democracia, verbigracia, en los setenta, "en Avilés no había más teatro que el Cine Almirante, en según qué ocasiones y qué festejos". Y añade que fue en 1980 cuando se aprobó reformar la Pista de la Exposición: "Aquel boscoso lugar, un híbrido extraño entre solar de verbena y caseta de estadio, se llamaría auditorio para acoger a las Jornadas Municipales de Teatro".

Así, en verano, fue que se empezó a recuperar la afición teatral que el cierre del Palacio Valdés había contribuido a disolver. El cierre fue en 1972, pero la última vez que hubo teatro sobre el escenario de celebración trigésima fue el año anterior. En esa casi década desierta, el teatro, como señala De la Madrid, "se hacía de uvas a peras".

En ese "auditorio" grandilocuente el concejal de Cultura y vicealcalde de Manuel Ponga, el periodista José Martínez, comenzó a programar teatro: "Dagoll Dagom", "La Cubana", "Els Joglars", "Tricicle". Y también "Tramoya", "Margen", "Teatro Fronterizo", "Candilejas", "Teatro Estudio de Gijón", "El Gallo Vallecano" de Juan Margallo... Teatro independiente, teatro político para un momento de efervescencia política, el mejor modo de subrayar lo muy demócrata que era el país tras cuarenta años de sueño autoritario. Pero teatro, al fin y al cabo.

Y un día los veranos pasaron del estallido ideológico. Las poco más de trescientas butacas que estaban debajo de los gatos y de las gotas de lluvia sobre la uralita –"melancolía tras los cristales", que dijo Machado– tardaron sólo tres años en empezar a coger polvo (hacia 1984 el público había que cogerlo a lazo). Había cosas más importantes que ir al teatro a ver la revolución. Y no pasaba nada. En 1988 se suprimieron las Jornadas de Agosto y nadie gurgutó.

Cuando el teatro agosteño se metió en la Casa de Cultura los tiempos ya habían cambiado: había un edificio moderno, la Pista de La Exposición se había hecho mito. Fuera por conocer aquella nueva Casa de Cultura espacial, fuera por "ansias en amores inflamada", que diría San Juan de la Cruz, los avilesinos volvieron a reclamar teatro. En 1990 los programadores culturales avilesinos recogen 20 representaciones: casi la mitad de ellas en agosto. Entonces, el teatro seguía siendo para las fiestas y agosto, el mes de las funciones. Las Jornadas de 2002 fueron las vigésimo segundas. Las de 2003 perdieron el ordinal. El teatro ya no era para las fiestas porque el teatro ya era para todo el año.

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