El sociólogo Emilio Lamo de Espinosa y la catedrática de Derecho Internacional Araceli Mangas, ambos miembros de la Real Academia de Ciencias Morales y Políticas, impartieron ayer en los cursos de verano de La Granda un seminario sobre las implicaciones planetarias de la guerra en Ucrania que entre otras conclusiones dejó las siguientes: Ucrania es el «chivo expiatorio de una tensión entre los dos gigantes económicos –la emergente China y el declinante Estados Unidos– que ha estallado por el eslabón más débil, las relaciones entre Rusia y Europa»; la guerra en curso dilucidará, en función de cómo acabe, la hegemonía de «un mundo marcado por el relativo declive de Occidente»; y la «banalización» del uso amenazante de los arsenales atómicos entraña el riesgo de su generalización, con el consiguiente peligro destructivo.

Pero antes de llegar a esas conclusiones, Lamo de Espinosa y Mangas analizaron el preámbulo de la guerra en Ucrania, la respuesta internacional a la misma, las crisis subyacentes generadas, los «errores de cálculo» de Vladímir Putin y el curso y posible resolución del conflicto bélico. 

El «antes» de la guerra

Araceli Mangas relativizó, en primer término, el «sufrimiento» acumulado que soportan las generaciones presentes por la acumulación de «tragedias» en poco tiempo –crisis económicas sucesivas, la pandemia de covid y la guerra en Ucrania– e invocó el recuerdo de los antepasados que sufrieron dos guerras mundiales sucesivas y graves penurias. La catedrática fue crítica con la «falta de cintura» de Europa para «reconvenir la deriva pro-china que Rusia hizo más acusada a partir de 2004, fortaleciendo por ejemplo la idea de ‘gran casa europea’ que soñó Gorbachov con el eje París-Berlín-Moscú». 

También erró Europa, añadió la ponente, al «hipotecar su seguridad energética» dejando sus principales suministros en manos de «un socio no confiable»; y al ofrecer a Ucrania algo que «difícilmente podía cumplirse: el ingreso de ese país en la Unión Europea» (una provocación a ojos de Rusia). Lamo de Espinosa aportó en este apartado la «pobre respuesta de Europa a la adhesión unilateral de Crimea por parte de Rusia».

En definitiva, «tibieza» europea para delimitar líneas rojas que Rusia –presuntamente alentada por el deseo de China de «desestabilizar la hegemonía de Occidente»– tuviera, el menos, reparos en cruzar.

Se consuma la agresión

Los expertos reseñaron varias consecuencias, algunas inesperadas incluso hasta para los analistas, de la invasión rusa de Ucrania: la imposición de sanciones contundentes a Rusia –que a juicio de Araceli Mangas pudieran acabar teniendo efecto boomerang y «quebrar la fe de los europeos en el apoyo a la causa ucraniana»–; el uso indisimulado de la economía como arma de guerra, «una cuestión que no convence a los países no alineados», según refirió la catedrática; el surgimiento de una oleada de solidaridad con los ucranianos como nunca antes se había visto; y la división del mundo, según expuso Lamo de Espinosa «en tres tercios: uno que apoya a Rusia, otro a Occidente y un tercero que se mantiene neutral» (atendiendo a los votos de los países en Naciones Unidas, medidos en términos de población).

Las crisis subyacentes

La más comentada, por su impacto en Europa, es la de la energía, «extraordinariamente seria para ciertos países que carecen de autonomía energética», aseguró Lamo de Espinosa. Esa primera crisis «tiene repercusión en la economía», pormenorizó el sociólogo. Y está en ciernes, añadió, «una crisis alimentaria que puede ser dramática para muchos países, especialmente, del este de África, generando hambrunas como no se conocían desde hace tiempo». 

Además de todo eso, Lamo de Espinosa indicó que las consecuencias del conflicto bélico en Ucrania también lleva aparejada una crisis de seguridad global: «Ha cambiado la lógica de la disuasión nuclear, lo que en tiempos fue la amenaza de destrucción mutua asegurada. Normalmente la lógica nuclear reposaba en la capacidad defensiva –‘como yo estoy nuclearizado, tú no te atreverás a atacarme a mí, porque puedo destruirte’–, pero desde el momento en que Putin amenazó con una catástrofe como no ha conocido la historia si se le impedía intervenir en Ucrania, ese discurso ha cambiado. Ahora es una lógica ofensiva, ya lo que te dice es ‘como yo soy nuclear no te vas a atrever a interferir en mi ocupación y mi invasión de otro país’. Y lo dramático es que ese cambio de paradigma se ha aceptado».

«Cuenta errónea» de Putin

A juicio de Lamo de Espinosa, Putin ha cometido varios «errores de apreciación» en el curso de su campaña en Ucrania: «Subestimo la fortaleza de la resistencia de la población ucraniana y la eficiencia de su ejército, no previó la torpeza e incompetencia de sus propias fuerzas armadas, como buen dictador esperaba una respuesta débil de las democracias europeas, pero se equivocó; quería alejar a Estados Unidos de Europa y lo ha traído del ronzal y quería debilitar la OTAN y ha logrado todo lo contrario, pues al margen del fortalecimiento de esta alianza como garante de la seguridad de Occidente se ha producido un vuelco de la sociedad europea, cada vez más favorable al rearme». Además, «Putin ha levantado un nuevo telón de acero, ha aislado internacionalmente a su país condenándolo a una deriva de ‘asianización’ e internamente lo ha estalinizado».

¿Y ahora, qué?

«La tensión esencial del siglo XXI está en la relación entre Estados Unidos y China, y todo dependerá de si ésta última se va a democratizar o no y de quién ocupe la Casa Blanca tras las próximas elecciones», manifestó Lamo de Espinosa.

«La guerra va para largo porque está en un atolladero; Rusia no es capaz de ganar, y aunque acabe ganando le va a costar mucho en lo económico, en lo militar y en términos de reputación, con lo que el conflicto sólo llegará a su fin cuando ambos contendientes se den cuenta de que no hay más salida que las negociaciones», apuntó Araceli Mangas.