La Nueva España

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Un rodeo

Eugenio Suárez

Pero si todos son iguales

Un discurso elemental y comprensible

Aunque uno quiera abstraerse, fijar la atención en las cosas presuntamente importantes, acabamos entristecidos, incluso en estas calendas optimistas, ante la impresión de estar gobernados por una banda de incompetentes, muchos de ellos ladrones insaciables y la mayoría desaprensivos. Parece que arrolla una especie de movimiento formado por aventajados "bolsilleros" del señor Monipodio. Pequeños robaperas han vendido chisteras viejas a los indios del altiplano soplándoles al oído viejas fórmulas para alcanzar el poder omnímodo sin necesidad de hacer sacrificios humanos en directo, por atractivo que fuera desde el punto de vista televisivo. Y unos enchufadillos se encaraman a los doctorados que no tienen y presumen de catedráticos cuando son meros asistentes del maestro Ciruela. Ese coletudo y sus cómplices se apoderaron de la universidad por el más simple de los caminos: recogiendo del suelo la dignidad, el amor a la ciencia y el saber para recitar olvidados salmos de un konsomol podrido hace años,

¡Claro que nos atañe, aunque no quisiéramos! Intentando reflexionar tropezamos con el antiguo acertijo de la esfinge sin secreto. El discurso es elemental, comprensible, como la arenga del sargento a los reclutas. Sorprende, porque es un truco casi olvidado, pero los resultados están ahí. El programa tiene la consistencia de la campaña publicitaria de un caramelo, un tinte para el cabello o píldoras para adelgazar; en el fondo, agavillar ilusiones y venderlas a buen precio. Como si nos preguntaran si querríamos ser altos, guapos, jóvenes, ricos y campeones de surf. Pocos pondrían pegas.

¿Cómo? Esa es la respuesta que espera turno. Para entretener a los estólidos se habla de quitárselo a los ricos -en lo que mucha gente está de acuerdo- para entregarlo a los pobres, al pueblo, eso que antiguamente consistía en unas mulas, un puente y un alcalde. Bien, son tonterías irrealizables y quienes las hacen demuestran capacidad para aconsejar a tiranuelos caribeños cómo rebañar subvenciones, cosa ya sabida.

¿Dónde está el secreto para que las masas hagan suya tanta perogrullería? Es la clave del éxito. Sin poseer grandes y costosos rotativos, onerosas cadenas de televisión, red de emisoras que cubren el territorio, esos currinches han logrado batir permanentemente la caja de resonancia. Se entiende lo que dicen, no por qué lo dicen ni cómo van a hacerlo, pero echan en olvido el verdadero hartazgo de los españoles, asqueados de la mayoría de sus representantes, que ven en la calle a un peligroso delincuente como Jordi Pujol regañando a sus acusadores. Si por la edad el viejo caimán pudiera esperar cierta compasión, ahí tienen a su amplia saga de voraces retoños, ladrones todos, evasores, prevaricadores... Como el que robó la Caja de Ahorros de La Mancha y sigue tan flamenco. O los santones andaluces, que le echan unos granos de comer a la extensa autonomía para que les vuelva a votar. Y lo hacen.

Creo, sinceramente, que los españoles hemos llegado a un punto de agotado desinterés por la política. No vamos a echarnos a la calle a matarnos unos a otros, por sugestivo que parezca, sino que aguantamos, dimitido el sentido de la honorabilidad, que haya unos fulanos y fulanas que se lleven a seguros paraísos un dinero que está haciendo falta en Sanidad y supervivencia, por encima de la cantinela cultural de la que tanto rédito sacan. Y hay algo que a muchos no se le oculta: una nación capaz de haber tenido como jefe de Gobierno a Zapatero y haberle reelegido está incapacitada para cerrarle el paso a nadie. Quizá se le adjudique la hazaña de haber destruido el viejo trasto del PSOE, algo que no pudieron hacer Rubalcaba y sus coetáneos.

Lo portentoso de los nuevos jenízaros radica en haberse apoderado a bajo coste de los resortes de la propaganda, figurar en todas las comparecencias, las páginas diarias, el mensaje permanente. Ello, en mangas de camisa, tanto en el deslustrado palacio del Congreso como en las sedes europeas y mundiales. Con un pequeño esfuerzo de imaginación, pongámosles chaquetas, aseémosles un poco y no distinguiríamos de los políticos del PP de la oposición. Pero son todos de la misma jauría y van del mismo modo atraillados. Aunque pocos se lamentan de ser ellos quienes los han puesto ahí. Sin ánimo de burlarme de nadie, con un débil esfuerzo, les deseo felices pascuas y próspero Año Nuevo.

e u g e n i o s u a r e z @ t e r r a . c o m

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