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Trapos fuera

Acostumbrados al aluvión de prohibiciones que encorsetan nuestras vidas, a muchos nos había pasado desapercibida la derogación de una de ellas, en concreto la que penalizaba desnudarse en los espacios públicos -en especial las playas- salvo que existiera una norma específica en sentido contrario. Supongo que, salvo los interesados, nadie le dio mayor importancia a esa reconquista de una libertad censurada de acostumbrados que estamos a lo contrario. Pero así es: ir como dios nos trajo al mundo ya no es punible en el común de los casos, sino un derecho asociado a la libertad de expresión. La batalla que no se ha ganado, y me temo que va a costar, es la de afrontar el desnudo ajeno con naturalidad. Porque vamos de modernos y europeos, pero en realidad seguimos mirando el mundo desde debajo de la boina.

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