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Cronista oficial de Avilés

Hasta siempre, Germanín

Recuerdos de toda una vida ligada a un local hostelero singular e irrepetible

Fuiste el sobresalto de mi mañana de domingo. Sabía que no andabas muy fino de salud, pero nunca pensé que te nos fueras a ir tan pronto. Ya no puedo hablar contigo mientras tomo un cafetín; pasas a engrosar los recuerdos que tengo de tu gran familia, recuerdos que forman una parte esencial de mi vida de niña en Avilés, recuerdos de los que nunca se borran.

Recuerdos de aquel Germán repartido en dos espacios: el de la izquierda de uso común y el de la derecha para fiestas familiares o de amigos. La barra al fondo, con la dorada cafetera cilíndrica a la izquierda, siempre brillante. Y detrás de la barra, en un cuartín, aquel glorioso futbolín de brillantes partidas. En el de la derecha asistí a la celebración de los bautizos de José Ramón y de Me Guardado, hermanos de mi compañera María José.

Y viví la primera transformación del Germán, cuando, a imitación de las cafeterías que aparecían en las películas americanas, el espacio paso a ser uno solo, la barra a la derecha, y tras ella tu padre, Mario, y tus tías Carmina y Electra; y la genialidad de tu abuelo Germán, ya que, aun cumpliendo con la normativa del momento, que establecía la obligatoriedad de que en todos los locales abiertos al público debía colocarse una foto del jefe del estado, él situó en lugar preferente un magnífico retrato suyo hecho, creo recordar, a carboncillo, instalando el obligatorio, foto de tamaño cuarto, no gran cuadro, en un marco, eso sí, muy bonito, sobre una pequeña mesita redonda situada entre los dos sillones del ángulo izquierdo, al fondo de la cafetería. Allí conocí también a tus tíos Germán y Charo, y en el parque, muchas veces mi madre se sentaba con la Nena. ¡Qué guapa era!

Sí, Germanín, conviví en muchas ocasiones con tu familia. Los más próximos por edad a mí eran tus primos René, Germán y Antolín. Pero en mi corazón siempre estarás tú de una forma muy especial. Porque cuando eras un crío muy pequeño, tu madre cruzaba contigo en el cochecito al parque, y allí, debajo de Pedro Menéndez, te estaba esperando yo para pasearte parque arriba, parque abajo, o para sentarme y enseñarte todas esas cosas que parecen tonterías - batir palmas, jugar con los dedos a "este fue a la mar"-, pasar contigo un buen rato al aire libre, porque era verano y en el Germán había mucha gente.

Descansa en paz, amigo, y recuérdanos como todos nosotros te recordamos a ti.

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