Opinión | Crítica
La catedral musical luanquina
"El León de Oro" exhibe todo su talento y poderío vocal en el templo ovetense por la Semana Santa
El tradicional concierto de Semana Santa a cargo de "El León de oro" no defraudó a los numerosos asistentes que se dieron cita en la catedral metropolitana de San Salvador, en unos días marcados por la profunda religiosidad, para disfrutar del programa "Libros de piedra", formado por una serie de obras que compartían exigencia y dificultad pero que, en el incomparable marco de la Sancta ovetensis, resultaron de un patetismo exacerbado. El "Regina caeli" (de Philippe Rogier) ya evidenció el equilibrio de la formación coral donde sobresalieron unos graves siempre sólidos y muy poderosos. "Cantantibus organis", del mismo compositor, permitió a los fieles que llenaban el templo disfrutar de los timbres cristalinos de los gozoniegos, bien ensamblados y con unos acordes finales plenos donde los armónicos resonaban con rotundidad.
Del compositor francoflamenco Pierre de Manchicourt, los luanquinos optaron por interpretar "Emendemus in melius", "Regina caeli" y "Osculetur me". Las tres piezas dieron lugar que los pupilos de Marco Antonio García de Paz se lucieran en un repertorio que dominan como pocos. Los fraseos estuvieron bien ajustados, con unos contrapuntos impecables que, si bien densificaban la textura vocal, no restaron dicción ni volumen al coro. Aunque las sopranos destacaron especialmente en este "tríptico" –gracias a un sonido repleto de calidez, con una emisión directa y muy precisa–, todas las cuerdas mostraron un color pujante y esmaltado que añadió brillantez a su interpretación.
"Virgo prudentissima", de Nicolas Payen, cerraba (estilísticamente) la primera parte del programa. Todo el buen gusto y delicadeza de los coristas se volcó en esta obra, permitiendo al público seguir perfectamente cada línea melódica con la misma facilidad que si tuviera delante la partitura.
El salto al repertorio del siglo XX vino de la mano de Knut Nystedt y su "O crux", pieza que bisarían al término de la velada musical. Los luanquinos siguieron a Marco a través de un recorrido repleto de disonancias, choques armónicos y elegantes resoluciones que la acústica del templo ovetense se encargó de amplificar convenientemente para mayor efectismo. Una entrada algo dubitativa de las sopranos no empañó su excelente nivel, máxime en una obra con una tesitura de semejante exigencia en las voces extremas.
"Nunc dimitis" (Arvo Pärt) y "When David Heard" (Eric Whitacre) fueron el final apoteósico del concierto. La complejidad de estas obras, de gran expresividad, manifestaron todas las virtudes del coro gozoniego, manejando el volumen para crecer en los clímax, exhibiendo una afinación impoluta y meciendo cada melodía a través de un sonido atractivo y envolvente. Piedra sobre piedra, "El León de Oro" ha ido construyendo una sólida catedral musical.
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