Pola de Siero, Franco TORRE

La historia de Pola de Siero va estrechamente ligada a la de su mercado. Ya en la Carta Puebla de la localidad, otorgada en 1270 por Alfonso X el Sabio, se concede a la Pola un mercado semanal, a celebrar los martes. Con el paso de los siglos, la configuración y, especialmente, la ubicación de este mercado ha variado en numerosas ocasiones. Pero una parte del mismo, la dedicada al ganado, ha tenido una especial incidencia en la economía y en el desarrollo social y urbanístico de la capital sierense. Una historia que tuvo un hito capital en 1992, cuando se inauguró el actual Mercado Nacional de Ganados.

Cuando se cumplen veinte años de la puesta en marcha de este singular equipamiento, el mercado poleso es una referencia internacional dentro del sector y su diseño ha marcado el camino a seguir de otros equipamientos similares por toda la geografía nacional. Durante estas dos décadas han pasado por sus instalaciones más de dos millones y medio de cabezas de ganado, cuyo valor comercial conjunto roza los 1.000 millones de euros. Unas cifras que han otorgado al poleso el liderazgo entre los mercados nacionales en concurrencia y en comercialización. En sus inicios, sin embargo, el proyecto sufrió numerosos contratiempos, además de presiones políticas y sociales, que dificultaron su desarrollo y construcción.

Si bien el mercado no se inauguró hasta 1992, el origen del proyecto se sitúa más de diez años antes. «Yo me comprometí a hacer un nuevo mercado en el primer certamen de ganado que organizamos, allá por el año 1979 o 1980», comenta Manuel Villa, alcalde de Siero entre 1979 y 1995, y principal impulsor de la obra.

En aquellos tiempos, el mercado se localizaba entre la calle Ramón y Cajal y la actual plaza de Olof Palme, a donde había sido desplazado, desde su ubicación original en Les Campes, allá por el año 1945. En ese recinto, Ildefonso Sánchez del Río había erigido sus célebres paraguas, en origen cuatro, de los cuales sólo se conserva en la actualidad el más grande.

«Allí no había control de ningún tipo. Los tratantes hacían las transacciones fuera del recinto, en unas cuadras que había en el entorno, y las reses no pasaban ni controles sanitarios», señala el director del mercado, José Luis Díaz. «En las cuadras de los alrededores se vendía el triple que en el mercado», corrobora Villa, quien, además, incide en que aquellas instalaciones, ya completamente integradas dentro del casco urbano, eran insalubres.

En un primer momento, el Ayuntamiento de Siero se encontró con la resistencia al traslado de tratantes y ganaderos: «Pensaban que les queríamos quitar parte de la ganancia y no se daban cuenta de que esos perjuicios que ellos veían, como los mayores controles y las medidas sanitarias, en realidad eran ventajas», sostiene Villa.

Pero Villa estaba decidido a llevar a cabo la obra. «Elegimos para la ubicación unos terrenos municipales que había ocupado la Granja Escuela. En primer lugar, un ingeniero de la Diputación nos hizo un diseño, pero a mí no me satisfacía», relata Villa, que decidió dejar el proyecto en manos de los técnicos municipales, el arquitecto José Benito Díaz y el aparejador Patricio Tous.

«El primer anteproyecto se hizo en el año 1982 o 1983. Después se harían otros tres, todos de más dimensiones, con distintos materiales», explica Díaz. En un primer momento, se planteó una estructura de hierro, tomando como modelo el mercado de Torrelavega, pero sus problemas de oxidación hicieron que se descartase el proyecto. Acto seguido, se planteó una obra en hormigón, pero salía excesivamente cara.

Finalmente, se barajó una solución alternativa e imaginativa, que acabaría siendo la definitiva: una estructura de madera.

«Yo había visto grandes construcciones en madera en Noruega, en los años sesenta, y me habían impresionado mucho. Además, tenía la ventaja de que eran más baratos su construcción y su mantenimiento. Se lo comenté a Benito (Díaz) y Patricio (Tous), y ellos se pusieron manos a la obra, con los escasos medios que teníamos, para darle forma», señala Villa.

En su proyecto, Benito Díaz diseñó un gran espacio diáfano, con vocación polivalente, que situaba los muelles de carga y descarga en los laterales, quedando el centro del mercado libre para permitir el paso de los animales: «Al entrar, los camiones tenían que pasar obligatoriamente por desinfección. Luego irían a los muelles de descarga, situados todos en un lateral, con los de carga en el otro. Los animales tenían que hacer así un recorrido transversal, en el cual se les hacía la revisión sanitaria», señala Díaz. En cuanto a la estética, Díaz se inspiró en las construcciones del propio Sánchez del Río: «intentamos conservar su línea de diseño, adaptándola a nuestras necesidades, aunque la complejidad de esta obra no tiene nada que ver con las suyas».

Pero, a la hora de negociar con la oposición, el entonces Alcalde también tuvo que plegarse a algunas condiciones: «Queríamos hacerlo aún más grande, con dos arcos más, pero el PC se negó. Decían que quería hacer una obra faraónica, ¡Ni que quisiera poner una estatua mía en lo alto! El caso es que necesitaba sus votos y tuve que aceptar. Pero aún hoy sigo creyendo que hacían falta esos dos arcos», sostiene Villa. No fue la única presión política que sufrió el Alcalde, que a la hora de buscar la ayuda económica del gobierno regional también se encontró con la oposición de otro ayuntamiento asturiano que podía perder parte de la concurrencia a su mercado si se construía el poleso.

La obra, finalmente, fue aprobada al término de la década de los 80, marcando un presupuesto de adjudicación récord para el Ayuntamiento de Siero: el presupuesto de licitación, incluyendo la urbanización, la nave y el edificio auxiliar, y los canales de desinfección, ascendió a 613.701.026 pesetas (12 por ciento de IVA incluido).

«La obra llevó unos dos años, y tuvimos muchas dificultades técnicas. Lo más complicado fue encontrar quien nos hiciera las vigas de madera para la estructura. Al final las hicieron en la empresa Holtza, en el País Vasco, y el transporte fue muy complejo», apunta Díaz. No en vano, una vez que la estructura estuvo montada, la luz de la estructura abovedada era la mayor de una construcción en madera en toda Europa, con 73 metros.

El edificio se concluyó en marzo de 1992, aunque su apertura se demoró hasta septiembre por la necesidad de dotar el equipamiento y preparar la puesta en marcha. Como director, Villa propuso a José Luis Díaz: «Nadie se opuso al nombramiento, y creo que fue todo un acierto», sostiene el ex alcalde.

La apertura del mercado se concretó el 29 de septiembre de 1992, con la celebración del certamen de ganado que, hasta ese año, tenía lugar por El Carmín. Desde entonces, el mercado poleso ha ido ganando importancia, especialmente después de recuperar, en el último trimestre de 1998, el mercado de terneros que se había trasladado a Avilés una década antes, hasta situarse a la cabeza de los grandes mercados nacionales.