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Villaviciosa

Tazones, de cabeza por Carlos V

La organización del desembarco se propone mejorar la indumentaria con más tocados corniformes, que tanto llamaron la atención del cronista del emperador

El futuro emperador Carlos V, a la derecha, durante la representación de este año en Tazones. MARIOLA MENÉNDEZ

A Laurent Vital le llamaron poderosamente la atención los tocados corniformes que llevaban las mujeres de Tazones. Era el cronista que acompañaba al nieto de los Reyes Católicos, futuro Carlos I de España y V de Alemania, en su primer viaje a la Península Ibérica. El entonces príncipe y su corte llegaron al puerto tazonero en septiembre de 1517. Vital tomó buena nota y relató así sus impresiones: "Las mujeres de aquellas regiones van vestidas sobriamente con telas de poco precio y lo más a menudo sus hábitos no son más que de lienzo. Sus adornos y atavíos de cabeza son extraños y tan altos y largos".

Aquellos gorros los compara el cronista con los que "en tiempos pasados solían ser los de las damas y doncellas con sus altos tamboriles, pero no son tales". Explica que son adornos "hechos como respaldos, cubierto por debajo de tela, bastante al estilo pagano, resultándoles muy penosos de llevar". Deja claro que no le entusiasmaron. Además, critica que eran "muy costosos por la gran cantidad de tela que emplean en ellos, pues les cuesta tanto como el resto de sus vestidos".

Su descripción continúa: "A mi parecer, no podría comparar mejor esos adornos que con esas mujeres de pueblo que se han cargado en la cabeza ocho o diez pisos de colmenas cubiertos con una gran tela, o con una mujer que hubiese revestido la cabeza con una gran cesta de cerezas, pues así son de altos y anchos por encima esos adornos".

Destacan las curiosas disquisiciones que a lo largo de la historia han surgido alrededor de algunas de sus estrambóticas formas y sobre su origen. Fue objeto de estudio de autores como J.M. Gómez-Tabernera, que escribió sobre ello en la publicación "El Basilisco", en 1978. No sólo a Laurent Vital le impactaron estos gorros. El cronista también alude con el mismo tono de sorpresa y desdén a los tocados similares que llevaban las féminas en Ribadesella, lugar al que les llevó su periplo: "primero vi a las mujeres adornadas con adornos hechos de estrafalaria manera, pues parecía que llevasen en sus cabezas fárragos o canutos, o, hablando más entendida y honestamente, como esas cosas con que los hombres hacen los niños. Es el más loco adorno de mujeres que jamás he visto". Aquí alude al carácter fálico que se les suele atribuir a los sombreros corniformes. Parece ser que el rey y la nobleza se echaron a reír, diciendo que tales adornos les resultaban alegres y de gran novedad.

Pero a Vital tanto le inquietaban aquellos tocados femeninos tan incómodos que le preguntó a un anciano por su significado. Éste le relató que se debía a que como ellas no querían hacer caso a los discursos de los hombres, convertidos al cristianismo, el rey de Castilla y el prelado de la diócesis impusieron su uso porque algunas, incluso, llegaron a matar a sus hijos machos para que no fueran creyentes como sus padres. De ahí que en recuerdo de aquellas crueles muertes tuvieran que soportar esos "penosos adornos" que recuerdan al miembro viril. Al tocado corniforme se le atribuye en su uso una significación, si no netamente fálica, no acorde con la moral cristiana.

No obstante, el cronista de Carlos V deja claro que no pudo confirmar la veracidad del relato de aquel anciano, por lo que no descarta que fuera un bulo. Pero no hay que obviar la importancia del simbolismo de las formas corniforme próximas al miembro sexual masculino que han tenido en la tradición y creencias paganas de la región. La mitología asturiana está llena de estas referencias.

Pero, además, el relato de Laurent Vital es muy válido para poder conocer cómo era la indumentaria entonces no sólo en Tazones o Villaviciosa, sino en el resto de Asturias, pues poco o nada se sabe de cómo vestían hasta bien entrado el siglo XVII. Aunque el cronista de tan ilustre viaje se centró en describir el tocado corniforme, dio algunas pinceladas sobre su vestimenta: "Los hombres, mujeres y mozas van allí comúnmente sin calzas; no sé si porque es la costumbre o porque el paño les resulta demasiado caro". Agrega que "en verdad, si estas gentes estuviesen tan bien provistas en sus casas de utensilios caseros como los hombres están bien armados, los pasajeros serían, pagando, mejor tratados de lo que son".

La asociación Primer Desembarco de Carlos V de Tazones tomó buena nota de lo apuntado por Vital para confeccionar la indumentaria que utilizan para la representación histórica de tan célebre visita. Su presidenta, Cristina Carneado, explica que, de momento, sólo han hecho uno de estos tocados porque "son difíciles de llevar", no tanto por el peso sino por el calor que dan. Para realizarlo se basaron en la escasa documentación que detalla cómo era la ropa entonces. También se guiaron de las lecturas y apuntes que les dio el sacerdote José Ramón García Fernández.

Carneado destaca que la forma del cuerno del sombrero y la altura (se valoraba que fuera importante) determinaba el rango de quien lo portaba. Era un tocado habitual en la cornisa cantábrica y no podían llevarlo las jóvenes vírgenes. Añade que están valorando incorporar más de estos llamativos gorros si hay mujeres que quieran llevarlos en la representación.

José Ramón García corrobora que se basaron en estudios y grabados que explican cómo era la vestimenta de los asturianos en el siglo XVI. Apunta que era llamativo que las púberes llevaban la cabeza rapada. No tiene duda del significado simbólico de estos tocados. Alude al libro de Carmen Bernis sobre "Indumentaria española en tiempos de Carlos V" para explicar que los Reyes Católicos prohibieron a través de una pragmática sanción que las mujeres castellanas y extremeñas portasen joyas. Pero las asturianas protestaron argumentando que era una tradición que venía de antiguo. La justificación convenció y quedaron exentas de tener que cumplir tal orden.

Pero está claro que los tazoneros que se encontró Carlos V a su llegada al puerto marinero vestían de forma humilde y la estética dejaba hueco a los práctico. Cristina Carneado destaca que se las tenían que ingeniar para confeccionar la ropa con telas que tuvieran en casa y muchas veces reconvertían una sábana o cortina en una prenda de vestir. Los tintes eran muy limitados y se tenían que conformar con llevar colores austeros. Incluso, apunta Carneado, los pescadores, para impermeabilizar las prendas con las que iban a la mar, tenían que recurrir a aceite de linaza.

A pesar de la austeridad en el vestir, destacaban entre los adornos de las mozas casaderas rosarios de azabache, lignito que abundaba en Les Mariñes.

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