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La abuela de Pravia: sin pesares se llega al siglo

Crucigramas y lectura a diario de LA NUEVA ESPAÑA, junto a la brisca, la rutina que ha llevado a Elvira Insunza a los 100 años

Elvira Insunza, en la residencia de Pravia. SARA ARIAS

"Me parece que ya van cien años". Así de animada, entre bromas, ha cumplido estos días un siglo de vida la praviana Elvira Insunza Fernández en la residencia de mayores "Nuestra Señora del Valle", donde vive desde hace nueve años. Una cifra a la que ha llegado de la mejor manera posible, con buena salud (sólo acusa un poco de sordera) y una rutina inquebrantable, que la mantiene activa a diario.

Insunza es de Pravia de toda la vida, nacida en una familia de diez hermanos que sus padres sacaron adelante con el negocio familiar, Sastrería Insunza. "Mi madre era buena modista y mi padre, que dibujaba muy bien, hacía los patrones", recuerda. Pronto salió del nido para formar su propia familia, a la que llegaron dos hijos varones y dos hijas, que le han dado una suerte de nietos que quiere con locura. "Fui ama de casa siempre, cuidé a mis hijos a mi marido, que era guardia civil, no trabajé nunca fuera". Una dedicación a la familia que compaginó con su devoción católica y, por encima de todo, a la Virgen del Valle. "Voy todas las mañanas a rezar el rosario a la capilla aunque haya frío me da igual". Y ya son muchas las velas que le tiene ofrecido y muchas las cosas que la querida virgen en Pravia le ha cumplido, asegura.

Por eso no es de extrañar que esté encantada en la residencia, ubicada junto a la capilla del Valle. Su alegría vital es evidente: canturrea sin parar. Ella dice que es todo porque en su familia siempre fueron muy cantarines. Con sus ritmos y sones anima a trabajadores y residentes, y a Elvira le da más empuje para seguir cumpliendo años.

¿Y cómo se llega a la centena? "Viviendo", sostiene sin dudar Insunza. Así de sencillo, vivir el día a día y no "enfangarse" en pesares. También le ayuda la disciplinada rutina que mantiene a diario. Después de desayunar se va directa a la capilla a rezar el rosario, después lee LA NUEVA ESPAÑA con dedicación y hace los autodefinidos y sopas de letras. De hecho es una gran aficionada y en su habitación se acumulan libros de crucigramas.

Por las tardes saca tiempo para jugar a las cartas, lo que mejor se le da es la brisca pero se atreve con todo. Sus hijas, que la visitan con mucha asiduidad, son sus mejores contrincantes y con quien más disfruta jugando. Otra de las cosas que no pueden faltar cada semana es la llegada de las revistas del corazón: "Siempre estoy leyendo o haciendo algo".

Unos hábitos que la mantienen activa y le han permitido llegar a los cien años. Ella tiene claro que de seguir así de bien y organizada podrá celebrar muchos más cumpleaños.

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