Su energía y vitalidad son las que mantienen a Ludivina Onís Ovín estupenda a sus 100 años. Aunque los cumplió en octubre, ayer reunión a sus hermanos, hijas, nietos, bisnietos y demás familia para celebrar su siglo de vida. Uno de los actos fue la misa especial que ofició el párroco de Pola de Siero, Juan Hevia, en la capilla de la Residencia Nuestra Señora de Covadonga, donde vive la mujer desde hace casi dos años. Después disfrutaron de una comida juntos.

Ludivina Onís Ovín nació en la Cogolla (Nava). Es la mayor de nueve hermanos, más otro que falleció prematuramente. Su madre les dejó huérfanos bien temprano, pues murió con 37 años en su último parto. Así que su vida no ha sido fácil. Además, "a los ocho días de fallecer mi madre estalló la guerra", apunta la centenaria. Trabajó donde le dieron una oportunidad y pronto se trasladó a Oviedo y después a Burgos. En la capital asturiana fue donde conoció a su marido, Andrés Catalán García, ferroviario ya fallecido. Se casaron y tuvieron dos hijas, María Isabel y Carmen, que ayer estuvieron pendientes de su madre en todo momento.

"A mí hay que dejarme trajinar", comenta resuelta, con buen humor y una vitalidad envidiable. Necesita estar activa, confirman sus hijas, o leyendo. Una de sus pasiones es la poesía. "En el bolso siempre llevo un libro", indica, aunque lamenta que la edad le obliga a "tener que leer poco de cada vez", porque se cansa. También le gustan las labores, y es tan apañada que de un pañuelo azul de caballero que le regalaron está haciendo cuatro más pequeños, a los que les ha colocado una puntilla y le están quedando "bien guapos". Sus hijas destacan su optimismo y vitalidad.

Ludivina Onís Ovín ayer estaba "muy contenta de verlos todos juntos", aunque también siente pena "por todos los que se fueron". Se acuerda mucho de sus hermanos, de los que viven 4. Come de todo y le gusta mucho el pote asturiano. Su energía es su mejor medicina y sigue siendo bien coqueta.