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Robo vegano en la Pola

Se llevan de madrugada de una cafetería una docena de lechugas y dos kilos de tomates: "Nos fastidiaron para hacer pinchos"

Maxi Toledo con una lechuga delante de su establecimiento. A. I.

"Que les preste la ensalada", Cargada de trabajo por la horda de estudiantes que salen del instituto y le piden pinchos, es lo poco que alcanza a decir la hostelera de la Pola a la que le llevaron una docena de lechugas y dos kilos de tomates de la puerta de su local. Un hurto poco habitual, según explica la dueña del establecimiento, Maxi Toledo, a la que le suelen coger algún donuts o, como mucho, "un mordisco de las barras de pan que se quedan a la entrada".

Los hechos se remontan a la madrugada del martes al miércoles. Cuando Toledo y sus compañeras de trabajo llegaron a la puerta del bar se extrañaron, al echar en falta las hortalizas que les suelen llevar para elaborar sus pinchos.

En la mañana de ayer, algo pasaba, faltaban. "Llamé al que nos reparte la lechuga y los tomates y le pregunté que cuándo nos las iba a traer", apunta Toledo. El encargado del reparto, extrañado, cuestionó sobre la situación al conductor del camión encargado de dejar el material en la cafetería.

Entonces, el empleado le confirmó que había realizado el reparto, dejando las hortalizas en su lugar "sobre las cinco de la madrugada". Una caja que contenía "una docena de lechugas y dos kilogramos de tomates". Las habían robado.

Un hurto menor en cuantía, ya que "el último pedido de este tipo era de unos quince euros", pero que causó un importante trastorno en el local.

Y es que allí sirven pinchos y cafés a los alumnos del instituto Juan de Villanueva, en las proximidades, y a empleados de varias empresas ubicadas cerca del local. De hecho, mientras Toledo trataba de explicar lo sucedido, la cafetería permanecía llena, siendo incesante el fluir de bocadillos.

Para poder hacerlos, la hostelera no tuvo más remedio que acudir en persona a por lechugas y tomates. "Nada, a la vista del plan que teníamos, no tuve más remedio que ir al supermercado para hacerlos. Es un problema, porque nos retrasó de la rutina habitual", asevera.

De la rutina, no solo se salió su proceder a la hora de elaborar los pinchos. También el formato del hurto. "Nunca habíamos tenido algo de este estilo. Siempre se llevaban algún donuts o si no le pegaban un mordisco a las barras de pan", repite Toledo, anonadada ante las circunstancias. "Espero que les haya prestado el desayuno o la ensalada", concluye la hostelera, deseando que no vuelva a suceder.

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