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La Pasera esperanzó en La Palma

El noreñense Vicente Noriega cuidó de los animales de la isla durante la erupción como miembro de Protección Civil

Vicente Noriega, primero por la derecha, con miembros de la protectora de animales de La Palma. | R. A. I.

Nació en una “isla” noreñense, La Pasera, aislada del resto del concejo de la Villa Condal por territorio sierense. Y hace ya cuatro años que Vicente Noriega Suero llegó a trabajar a Tenerife. Quiso la casualidad que, como miembro de Protección Civil y de la fundación del chef José Andrés, acabara ayudando en la vecina isla de La Palma, a raíz de la erupción del volcán. “Nos dedicamos a limpiar y dar de comer a burros, perros y ovejas”, rememora una vez de vuelta a su trabajo tinerfeño habitual , dando por hecho que pronto volverá a ayudar a La Palma, donde “queda mucho por hacer”.

La historia de Noriega le llevó en su juventud desde La Pasera “a varios países del mundo”, donde trabajó en montaje y como soldador. Regresó a Asturias en 2003, trabajó para Alcoa, Duro Felguera y Arcelor. Incluso llegó a desempeñarse en el pozo Nicolasa.

Luego trabajó en hostelería y tuvo un bar en Lastres. “Sacábamos mucho dinero por el verano, pero, en invierno, con los temporales, no había nadie”. Así se asentó la posibilidad de volver a Tenerife, donde ya había estado, en una empresa de “desaladoras, depuradoras y tratamiento de residuos”.

Como voluntario de Protección Civil –también colabora con la ONG de José Andrés y con el Padre Ángel– le llegó la llamada de urgencia de La Palma. “Estaba trabajando y de primeras no podía ir. Tenía previsto venir a Asturias, pero empeoró la situación con el covid y mi madre estaba incómoda, decía que si venía me quedaba en el pueblo sin salir a ver a los amigotes”.

Decidió entonces coger sus vacaciones en el mes de diciembre y acudir con Protección Civil a La Palma. Una experiencia en dos etapas, pues tuvo que volver a Tenerife “cuando se contagió toda la Unidad Militar de Emergencias y no podrían garantizarnos la seguridad allí”.

Su principal función, curiosamente, fue cuidar de animales, “ya que los propios ayuntamientos habían contratado gente para limpiar la ceniza”. Allí se encontraba Noriega, entre “perrinos, burros, ovejas y gatitos”, “dándoles de comer, limpiándolos y quitándoles el cucho”. Esto a Noriega, de origen ganadero y agricultor, le sonaba. “Estoy acostumbrado”, comenta. A su alrededor, “incertidumbre” y destrucción. “Vi naves de 20 metros de altura consumidas. Casas a las que entraban con la lava seca a cuarenta centímetros de la puerta. Esa gente ahora se enfrenta a un realojamiento que no va a ser fácil, porque a ver donde caen”, lamenta el noreñense.

A pesar de la dramática situación, agradece el trato recibido. “Íbamos a comer y nos daban en los bares del pueblo altruistamente. Acababa el servicio a las seis y bajabas a tomar una cervecita y jamás nos la cobraban. Decían que estaban muy agradecidos por los asturianos”, señala.

Algo a lo que, a su parecer, contribuía mucho la ayuda que recibieron por parte del cocinero José Andrés. “Además de repartir comida, también ayudó a los proveedores locales, ayudándoles a vender su producto hacia afuera”, explica.

A su regreso a Tenerife se lleva consigo las anécdotas, algunas más alegres que otras. Pone como ejemplo el torneo de lucha canaria solidario que enfrentó a los equipos de dos pueblos: “Se autorizó en un momento en que la pandemia volvía a estar al alza y la verdad que fue ejemplar. Acabó en empate, como no podía ser de otra manera y con alegría”.

Cuenta también Noriega que la erupción ha generado nuevas preocupaciones en la población. “La lava sepultó por completo un cementerio y ahora las señoras mayores no saben donde llevar las flores”, comenta con tristeza acerca de esta situación.

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