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Historiador

Historia de una fiesta cumbre

El Carmín siempre ha demostrado una gran capacidad de convocatoria

La cita festiva cumbre de Pola de Siero la representa el Carmín, una de las romerías más aclamadas de toda la región. Esta celebración tuvo su origen en la antigua devoción a Nuestra Señora del Carmen. Bajo esta advocación Andrés de Quintanal y su esposa, María García, erigieron una capilla en Les Campes, constituyéndose el 16 de julio de 1695 una cofradía bajo la advocación del Carmelo y nombrándose mayordomo para celebrar la fiesta en 1696. Se revestiría esta fecha de una especial solemnidad mística, convirtiéndose en un destacado centro de religiosidad popular que concitaba la asistencia de numerosos vecinos de otras parroquias. Aunque desde 1808 la celebración de la fiesta se fijó en el lunes siguiente al 16 de julio, en un primer momento se celebraba el domingo siguiente al 16 de julio, si tal fecha no coincidía en dicho día. En todo caso, Fausto Vigil, en un extenso artículo de 1920 dedicado al origen de la fiesta, señalaba que la celebración era anterior a la Cofradía, sosteniendo también que si la democracia se manifestaba en el fragor con el que un pueblo se comprometía con sus fiestas, el poleso era el más demócrata del universo.

A la vista de su enorme capacidad de convocatoria, y a fin de que los cofrades de otros núcleos del concejo pudiesen participar del jolgorio, se organizó de martes, coincidiendo con el mercado local, una fiesta más pequeña a la que se denomino, en consecuencia, Carmín.

A finales del siglo XIX era ya descrita como una ocasión lúdica de primer orden, en muchas ocasiones amenizada, entre otras atracciones, por la afamada banda de música de Oviedo, destacando algunos autores cómo los polesos no escatimaban sus recursos cuando se trataba de "animar el cotarro". Se reseñaba, a su vez, el disfrute de meriendas bien condimentadas y variadísimas que, a tenor de lo que sugería Ramón Prieto, eran bocado de cardenal. En el día del Carmín, hasta hoy en día, es típico tomar empanada, que puede ser de varias clases. Antiguamente gozaba de gran aprecio la de anguilas, aunque en su momento también las de carne y bonito, junto a la tortilla de patata; regado todo ello con abundante sidra.

Con motivo de los actos de 1920, por detenerse en detallar alguna de las ediciones, se había celebrado con gran éxito una "colosal" novillada y, con motivo de la tercera y última verbena, se había elevado al espacio un globo de grandes dimensiones en honor a los forasteros que habían acudido al festejo. En la edición de 1922, por su parte, se había celebrado un partido entre el Olympia de Gijón y el Racing de Siero. La música había estado a cargo de una brillante banda de música militar y la banda municipal, sin olvidar la tradicional gaita y tambor y los populares organillos. Se había disfrutado también de iluminaciones eléctricas venecianas y fuegos artificiales. El domingo se habían vendido las papeletas de la rifa la xata a beneficio del asilo de la villa.

En la edición de 1924, la Comisión de Fiestas se esforzaba nuevamente en organizar unos fastos que respondiesen a la importancia, popularidad y renombre de que gozaban. Actuaría la Banda del Regimiento de Tarragona, alternándose con la municipal. Las calles se habían engalanado con columnas y elegantes gallardetes. Además, una instalación eléctrica con bombillas de colores alumbraría las calles principales y el parque Alfonso X. En aquel año los festejos se prolongarían del 19 al 25 de julio con, según anunciaba la publicidad institucional, grandes atracciones, siendo la principal como es lógico la romería del Carmín. Destacaba, a su vez, la gran carrera provincial de bicicletas, en la que se disputarían grandes premios, habiendo otros reclamos como la Exposición Pedagógica, partidos de fútbol o concurso de ganado vacuno y de cerda (procediéndose en esta ocasión a colocar la primera piedra del nuevo macelo municipal). Para la ocasión, la Compañía de los Ferrocarriles Económicos de Asturias ponía en circulación siete trenes especiales desde Oviedo cuyos billetes, además, se expendían a precio reducido. Destacaba la prensa también los gijoneses que habían acudido a disfrutar el día en automóvil o ferrocarril.

Llegada la década de 1930, Faustino Sanz recordaba, en un artículo para la cabecera regional "El Noroeste", cómo en Siero las fiestas conservaban toda su pureza, tanto las religiosas como las profanas. Resaltaba el hecho de que El Carmín fuese una celebración netamente asturiana, indicando que tan solo una ojeada por el Castañeu Llanu era más que suficiente para confirmarlo; siendo los elementos más perceptibles del jolgorio una suculenta merienda o la estampa de un buen escanciador de sidra. Destacaba por último la ejecución de la Danza Prima, cerrando los fastos la sublimación del sentimiento de comunidad. Por igual motivo colaboraba con el rotativo gijonés Celestino Montoto, quien señalaba igualmente como hitos significativos de la animación festiva la sociabilidad de la sidra y la disputa de juegos tradicionales como los bolos, sin dejar de reseñar novedades en los hábitos de ocio de los polesos tales como la difusión del fútbol, convertido cada vez más en espectáculo de masas.

Esa edición se había abierto con el repique de campanas y el disparo de bombas imperiales y actuarían, además, la laureadas bandas de música del regimiento de Zapadores Minadores de Guarnición de Madrid y la de Ingenieros. También se habían ofertado juegos cómicos en la Plaza de Les Campes (carrera de burros y de sacos incluidas). Durante la última velada se disparaban multitud de cohetes y se soltaban una infinidad de globos de diversas formas y tamaños amén de las atracciones habituales, entre las que destacaban los magníficos juegos artificiales y tracas.

Andando el tiempo, las fiestas del Carmín de 1947 habían sido sonadísimas según destacaba el rotativo nacional "ABC", desde cuyas páginas se reseñaba también la fama de la que gozaba la banda de música municipal. Desde esta misma cabecera se señalaba veinte años después que la mayor cita festiva de la Pola era denominada "La romería de Asturias", destacando la ejecución de la danza prima, en la que se repetía el estribillo "Viva la Virgen del Carmen". El diario "Voluntad", a su vez, destacaba en 1950 el contingente de romeros gijoneses que se había desplazado a la Pola, que podían contarse por millares y que acudían en ferrocarril y autobús; indicando que incluso no quedaba ni un taxi libre en la villa de Jovellanos. Para 1959 se podía constatar algunas novedades reseñables como el desfile de gigantes y cabezudos o el Campeonato Regional de Natación, siendo muy renombrado el concurso hípico y constatándose cada vez más la amenización de las verbenas por parte de orquestas. Se disputaba, a su vez, el Circuito de Pola de Siero, importante prueba ciclista, sexta nacional y octava provincial puntuable para la Semana del Pedal, dotada con importantes premios.

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