Ya se sabe que todos los caminos llevan a Roma, pero los que recorren Asturias también salen de allí, de los planos de los ingenieros romanos y del trabajo de sus esclavos. Hoy vamos a hacer un recorrido por las vías que ellos abrieron y que durante siglos y casi hasta el momento actual, si exceptuamos el ferrocarril de Pajares y la autopista del Huerna, constituyeron el único modo de entrar en nuestra región por la cordillera Cantábrica.

Para las legiones imperiales la articulación de una red eficaz de comunicaciones era una tarea primordial, necesaria para el control militar del territorio y para el desarrollo del comercio. Los mismos soldados se encargaban del trazado, la conservación y la vigilancia de las vías a través de un sistema de torres que las protegían y de las que nos ocuparemos en otra ocasión. Prácticamente todos los pasos de montaña que hoy seguimos empleando para el tráfico rodado salieron de sus proyectos, entre ellos los más conocidos son el que luego se llamó «Camín Real», en La Mesa, y la vía de La Carisa, pero junto a esta última, en nuestro ámbito geográfico también tuvieron importancia la vía del Nalón, que entraba por el puerto de Tarna, y la que seguía el curso del río Aller. Vamos a empezar por esta última.

La que se conoce en arqueología como vía de Vegarada-San Isidro atravesaba el concejo allerano para enlazar en Ujo con la de La Carisa y también con el camino secundario que bajaba desde Campomanes siguiendo el río Lena hasta su desembocadura en el Caudal. Tenía dos ramales, desde los puertos de Vegarada y San Isidro, que confluían en las cercanías de Collanzo, para bajar luego por Conforcos, Cabañaquinta, Serrapio, Piñeres, Moreda y Caborana, y llegar hasta Ujo.

Además había otros viales secundarios que comunicaban con los valles vecinos y que hoy resulta muy difícil distinguir de los caminos de montaña que se abrieron después, pero con seguridad tenemos que aceptar al menos dos: el que se abría entre Cabañaquinta y Serrapio para llegar hasta Villoria, en el valle del Nalón, uniendo la vía allerana con la que bajaba por el puerto de Tarna, y el que llegaba desde Peña Mea para confluir a la altura de Pelúgano y que aún conserva tramos del pavimento original.

El puerto de San Isidro

El trazado de la ruta desde el puerto de San Isidro no difería mucho del de la carretera actual, sin embargo identificar la que baja desde Vegarada presenta más dificultades. Se inicia muy cerca del paso de La Carisa, para descender por la otra vertiente de la montaña hacia La Brañuela, donde está documentada una capilla medieval vinculada con las peregrinaciones secundarias a Santiago, prueba de que el camino siguió usándose durante siglos, luego sigue por Fuente la Canal, Vega de Abajo y Puente del Arenal, hasta Río Aller, punto en el que algunos historiadores locales afirman la existencia de un pequeño puente que ellos consideran romano, con todas las precauciones que debemos tener ante este tipo de noticias que en Asturias casi siempre identifican realmente restos medievales.

Desde allí la vía continúa por Les Foces del Río Aller, que aparece citado en un documento de 1551 como «camino francés», pasa por Llananzanes, Casomera, Llamas y por fin llega a Collanzo, donde se unía con el ramal que bajaba de San Isidro. Desde esta localidad ya sólo hay una ruta que bordea el río, salpicando sus orillas de tradiciones sobre hallazgos arqueológicos. Por ejemplo, en El Pingón de Orillés, lugar cercano a Serrapio, se habla de unas supuestas minas de oro romanas y del hallazgo de un tesorillo, y más abajo, cerca de Soto, en el paraje llamado El Pedregal, cuando se construía un camino a la mina La Industrial también se encontraron bajo un castaño varios torques que entonces se identificaron como arandelas de oro. José Ángel García Díaz, en su «Guía del Camino de Santiago a través del concejo de Aller», publicada en 1993 cita estos y otros hallazgos similares en el cementerio de esta localidad y en La Corrá del Llanón.

Por el puerto de Tarna

Pasemos ahora a la vía del Nalón. Comenzaba en el Puerto de Tarna, para dirigirse al centro de Asturias, donde se encontraba la capital de los astures transmontanos, Lucus Asturum. En el territorio de la Montaña Central atravesaba de Sur a Norte los concejos de Caso, Sobrescobio, Laviana, San Martín del Rey Aurelio y Langreo, siguiendo el curso del río Nalón. Si quieren conocer las técnicas del empedrado que se empleaban en la época, en el lugar de Los Infiernos, a la derecha del río, y en el concejo de Sobrescobio aún pueden verse restos de la calzada original

A lo largo de este trayecto se reconocen todavía numerosos topónimos de origen romano: Gobezanes, Oviñana, Canzana, Mardana, Laviana, Constante o Entralgo (generalmente los topónimos que acaban en «-ana» vienen de entonces). Durante la época imperial en la zona de Laviana pudo encontrarse lo que hoy llamaríamos un nudo de comunicaciones, ya que allí se juntaba la ruta principal que bajaba desde Tarna con la que entraba por Villoria desde el concejo de Aller por el Oeste y que seguía luego por el Este hacia Villaviciosa. También aquí se levantan varias torres (ya he dicho que las dejamos para otra vez) y puentes de origen romano en Entralgo y Lorío, aunque, como es habitual, muy reformados en la Edad Media.

Pero la más conocida de nuestras vías, sobre todo tras las últimas excavaciones, es la de La Carisa, que fue dada a conocer por el profesor José Manuel González en el año 1976 y, a partir de él, por la arqueóloga Carmen Fernández Ochoa y todos los historiadores que han venido trabajando sobre la romanización de Asturias.

Seguramente tiene su origen en una senda utilizada por los pueblos pastores del final de la Prehistoria para atravesar con sus rebaños las montañas desde la Meseta castellana, aunque debe su importancia y su nombre al general romano Publio Carisio, el fundador de Emerita Augusta y gobernador de Lusitania, quien mandó mejorarla en el 26 antes de Cristo y, posteriormente, una década más tarde, a los soldados de la Legio VII «Gemina», que la convirtieron en la verdadera entrada a Asturias con el objetivo de enlazar los centros administrativos del imperio y facilitar la infraestructura que precisaba la floreciente minería del oro que empezaban a desarrollar en la región.

A lo largo de 42 kilómetros cumplía la triple función, comercial, estratégica y militar, buscando los tramos rectos y los llanos de altura entre los valles de Aller y Lena, para dominar el territorio y eludir de paso los fondos de valle, más propicios a las emboscadas. Aún se la puede seguir atravesando varias majadas para pasar al pie del campamento romano del monte Curriechos, del que ya hemos hablado aquí alguna vez, y conserva sus características originales en gran parte de su trazado, aunque en el siglo XX se alteró en algunas partes por la apertura del enjambre de pistas que conducen a los pastos de altura y a las pequeñas explotaciones mineras de la zona.

Caminos secundarios

En León subía desde Pendilla por la margen izquierda del río Camplongo hasta alcanzar la divisoria de las aguas en la Collá Propinde y pronto llegaba a su cota más elevada, 1.810 metros, bajo las estribaciones septentrionales del pico Tres Concejos, manteniendo una altitud media durante una buena parte del recorrido de 1.500 metros. Como en los otros casos, a lo largo de este recorrido iban saliendo algunos caminos secundarios que llevaban a los valles vecinos, como son el camino del Rasón al valle del río Negro, el que baja al valle de Parana, la ruta de Espines a Boo y la senda que lleva hasta Santa Cristina y la Cobertoria.

De estas vías alternativas la más importante era la que bajaba cerca de Campomanes en un lugar ya próximo a la villa parcialmente excavada de Memorana. Su trazado desde este punto fue estudiado por don Manuel Álvarez Álvarez en 1926 y publicado por su hijo, el historiador local Benjamín Álvarez, «Benxa». Pasaba por Villallana, Ujo (sin duda el lugar más importante en la romanización de las cuencas mineras), Cortina, Villar, El Pedroso, Requexáu, La Villa, Mieres, La Pasera, Oñón, Arroxo, La Caseta, La Peña, El Cañu, La Rebollada, Repitaneo, El Rollo, Copián, Santa Lucía, Aguilar y El Padrún, para seguir hasta el centro de Asturias.

En este trayecto, entre La Pasera y Requejo, se cruzaba el río San Juan, afluente del Caudal, por un puente también de origen romano y seguramente dos kilómetros más arriba, en La Peña, servía para el transporte del cinabrio que ya se explotaba en aquella época en el mismo lugar en el que luego se abrieron las minas modernas. En fin, mucho camino que estudiar.