Bueno, lo de Islandia tiene delito. Ese islote al que teníamos en tan alta consideración como ejemplo de régimen social avanzado ha resultado ser un fiasco. Primero, se les vino abajo el tinglado económico con la «mascletà» del sistema financiero internacional. No sé cómo, pero se las arreglaron para invertirlo todo en los fondos más ruinosos y han quedado a dos velas, arrastrándonos a los demás de paso. Y ahora, no contentos con el desaguisado, permiten que uno de sus volcanes organice el cisco padre llenando el espacio aéreo europeo de mugrientas cenizas. A esta gente habría que expulsarla del hemisferio norte, porque van a acabar con nosotros. Y no me pongan caras raras porque la erupción del volcán jamás hubiera sucedido en España. Tengan la seguridad de que, si los islandeses hubieran sido españoles, esas feas grietas y los agujeros que tienen en el suelo ya estarían hormigonados y, sobre ello, levantadas unas urbanizaciones de esas que se funde el misterio. Pero, como resulta que estos nórdicos perdidos en medio del Atlántico Norte son la mar de respetuosos con el medio ambiente y todas esas chorradas, miren la que nos han armado. Los aviones en tierra, la gente cabreada y unas pérdidas espantosas. Fíjense, con que hubieran taponado la fuga con la mitad del material del nuevo espigón del hipermegasuperpuertísimo del Musel de allí no saldría ni el humo de un Ducados.

Estas cosas pasan por tenerlo todo abandonado y sin prever posibles catástrofes. La Tierra se está moviendo y aquí nadie hace nada. Ya lo dejo yo avisado: esto está revolviéndose, y en previsión de «tsunamis» y marejadas chungas, ese pedazo de dique del Musel, en vez de continuar recto hasta chocar con Gales, debería tirar para la derecha, o sea, hacia Oriente para ir a cerrar en el picalín de La Providencia. Menuda piscina quedaría. Todos a salvo de las incómodas olas, protegidos de los bichos, las algas y demás puñetas sumergidas en el agua. Y ya puede venir el «tsunami» que seguiríamos tan ricamente a remojo. Además, el remate perfecto para Gijón: El Molinón, la Escalerona, la Iglesiona, la Muyerona y, ahora, el Piscinón.