Mieres del Camino,

Julio VIVAS

Pocas veces se tiene la ocasión de conjugar dos aficiones como la montaña y la historia, algo que consigue a la perfección el libro-guía del langreano Luis Aurelio González Prieto «25 rutas mineras por Asturias y Cantabria». Una publicación que, tal y como explica su autor, «busca a un montañero o excursionista con un cierto interés cultural». Y es que, además de relatar a través de sus páginas las variantes de cada ruta, el libro también cuenta con varios artículos históricos sobre cada trazado y los pozos mineros que en él se encuentran. Aún así, el lector no debe pensar que todas las rutas son sencillas: «las rutas de los Picos de Europa son más exigentes, para montañeros con un cierto nivel, con lo que no se pueden hacer con unas alpargatas, hay que estar bien preparado». Sin embargo, otras son mucho más fáciles de recorrer.

El viaje de Luis Aurelio González comienza en las minas de Riosa, una etapa que se realiza siguiendo el antiguo ferrocarril minero cuyo recorrido puede durar unas cuatro horas y media, algo que el autor marca al principio de cada ruta, así como si existe la posibilidad de realizarlas en otros medios de transporte además de a pie, su longitud y los desniveles del camino. Una vez inmerso en el texto, Luis Aurelio cuenta cada uno de los detalles que el excursionista se va a ir encontrando, aportando su experiencia personal de un trabajo de campo que le ha llevado más de un año.

Tras Riosa, y siguiendo una trayectoria casi lineal, que permitiría al excursionista cumplir las 25 rutas en orden, el libro-guía llega a la mina Vicentina y el pozo Olloniego, segunda parada en el camino. En dirección al oriente, la siguiente ruta lleva a las minas de Tudela Veguín, y desde allí a las de la Justa y la Riera, así como el valle del Candín por la senda verde del Trole y las minas de Siero. Ya en el Nalón, una ruta repasa el valle, así como el de Samuño y de la Hueria de San Andrés, pasando más tarde a las minas del Sotón y el valle Santa Bárbara, sin salirse aún de la comarca, con una parada en el Coto Musel de Laviana.

De ahí, el libro-guía pasa al Caudal, con las minas de Mieres y el valle de San Juan, así como los valles de Turón y de Aller. La mina de La Camocha y Arnao son las últimas paradas del libro en tierras asturianas, que pasa más tarde a los Picos de Europa y Cantabria a través de las minas de Buferrera, Alda, Andara, Áliva, Lloroza, Fuente Escondida, Altáiz, Ya Salió, Liordes, Udías, La Florida y la cueva de El Soplao. La última parada, las minas de Reocín, a la altura de Torrelavega.

A través de sus páginas, el lector que «no deberá usar la publicación como un libro de consulta en casa, sino como cuaderno de campo» podrá conocer al momento la historia del pozo minero, quién lo explotó, qué sucesos ocurrieron allí y cuándo se cerraron. Especial consideración merecen los artículos que ilustran algunas de las rutas, como el que narra el movimiento obrero desde el último cuarto del siglo XIX, con los primeros movimientos reivindicativos de los mineros asturianos, como la huelga que se desató en 1881 en el valle del Candín, concretamente en las minas de La Moral y Llascares, según relata el libro. De ahí hasta nuestros días, cerrando en el año 1991, en el que el autor recuerda el momento en el que los sindicatos mineros «ante lo irremisible de la situación de la minería del carbón europea, se vieron obligados a firmar un plan de cierre paulatino de las explotaciones mineras y de reducción de personal».

También hay tiempo para las colaboraciones, desde la de Ignacio Quintana, quien retrata las huelgas de 1962 en el pozo Nicolasa y la cueva del Soplao, además de hacer un apunte sobre la mina y la literatura previo al inicio del libro; la de Francisco José Iglesias Barros, que hace un repaso por el archivo histórico de Hunosa; o la de Michel Dupont, quien alude a la evolución de las lámparas de seguridad minera desde el siglo XVIII. Por no hablar de Juan Ramón García Secades, presidente de Hunosa, que prologa la publicación destacando lo «novedoso» del planteamiento del libro.

Llevar a buen puerto esta guía a sido muy complicado, según recuerda el propio autor, que ya había presentado el proyecto a alguna editorial sin éxito. «Luego apareció Desnivel, que se decidió a apoyarlo plenamente», finaliza.