Los dominicos José María González Solís, nacido en Santibáñez de Murias (Aller), y Raimundo Joaquín González Castaño, nacido en Mieres, serán beatificados el próximo 13 de octubre en Tarragona junto a un numeroso grupo de religiosos asesinados en la Guerra Civil. El Papa Benedicto XVI aprobó la beatificación de los dos dominicos de las Cuencas el 12 de mayo de 2012 y el obispo auxiliar de Madrid y secretario general de la Conferencia Episcopal Española, el asturiano Juan Antonio Martínez Camino, visitó el pasado jueves la comarca del Caudal para comunicar a los familiares de los mártires que la beatificación se llevará a cabo el próximo 13 de octubre.

Juan Antonio Martínez Camino quiso conocer con detalle el lugar de nacimiento de los dos sacerdotes de los Hermanos Predicadores que fueron ejecutados en Bilbao, a bordo del barco-prisión «Cabo Quilates», el 2 de octubre de 1936. En Santibáñez de Murias, el secretario general de la Conferencia Episcopal fue recibido por el párroco, Andrés López, y por familiares y vecinos del dominico José María González Solís, que ya están preparando el viaje para asistir en Tarragona al acto de beatificación.

Los dos religiosos de las Cuencas coincidieron en plena Guerra Civil en el convento de dominicas de Quejana, en Álava. El mierense Joaquín Raimundo González Castaño era el capellán en la vicaría del convento y José María González Solís se encontraba allí para reponerse de un problema de salud e impartir unos ejercicios espirituales a las monjas.

El 21 de julio de 1936 el convento de Quejana fue tomado por los milicianos, lo que no impidió que los religiosos siguieran con su tarea, pero el 25 de agosto un nuevo grupo armado irrumpió en el monasterio y se llevaron detenidos a los dos dominicos de las Cuencas. Los obligaron a vestirse de paisano y los condujeron en camión, junto a otros detenidos, a Bilbao, donde fueron encerrados en la cárcel de Larrínaga. Posteriormente fueron trasladados al barco-prisión «Cabo Quilates», fondeado en la ría de Bilbao, entre las localidades de Erandio y Baracaldo, y fueron encerrados en una bodega de 150 metros cuadrados en la que había 178 presos. El 2 de octubre de 1936, tras sufrir penalidades y malos tratos, Joaquín Raimundo González Castaño y José María González Solís fueron ejecutados en la cubierta del barco junto a unos 40 presos. Fueron enterrados en el cementerio de Santurce y posteriormente en el de Vista Alegre de Bilbao. Ese es el relato que acompaña al expediente de beatificación.

El padre Vito Gómez, postulador de la Orden Dominicana, señaló que está comprobado que los religiosos fueron detenidos en el convento de dominicas de Quejana y que de allí fueron a la cárcel de Bilbao, «y de aquella estancia testificaron prisioneros que convivieron con ellos. También hemos contado con una carta de un prisionero que quedó libre y escribió, espontáneamente, 20 años más tarde en un periódico. Todos ellos contaban de la paz con que vivían ambos dominicos, el ánimo que infundían al resto de los prisioneros y su deseo de que todos conocieran a Cristo». Según afirmó Vito Gómez, los dos religiosos de la comarca del Caudal «se convirtieron en verdaderos apóstoles en aquel barco».

Raimundo Joaquín González Castaño había nacido en el barrio de Oñón de Mieres el 20 de agosto de 1865 en un hogar muy cristiano. Estudió Latín y Humanidades en el Seminario Diocesano de Oviedo e ingresó luego en la Orden Dominicana, donde hizo la profesión solemne en 1884 en el Convento de Corias. Siendo diácono, fue destinado al colegio de Bergara, en Guipúzcoa, donde enseñó Francés, Latín y Música. Fue ordenado presbítero en 1889, en Vitoria, y ejerció sus ministerios en los conventos de San José de Bergara, San Pablo de Palencia y Nuestra Señora de Atocha y Santa Catalina de Madrid, entre otros. Además, en Andalucía desempeñó los cargos de secretario del Provincial, prior, síndico, lector de Teología y profesor de diferentes materias eclesiásticas y en 1909 fue designado, junto a otros hermanos, para restaurar la provincial Domininaca en Portugal. A su vuelta a España, tras pasar por al santuario de Nuestra Señora de las Caldas de Besaya (Santander), estuvo en la comunidad de San Pablo en Valladolid y en 1922 fue elegido prior del convento de San Pablo de Palencia. En este mismo año le otorgaron el título de predicador general y le nombraron cronista de la provincia. En 1927 se trasladó a Madrid y en 1930 al convento de Santo Domingo de Oviedo. Dos años después fue nombrado vicario de las monjas Dominicas de Quejana (Álava), donde continuó hasta su apresamiento. A él acudían muchas personas de toda condición social en busca de dirección espiritual, y trató a los reyes Alfonso XIII, del que se dice que fue confesor, y María Cristina.

Por su parte, José María González Solís nació en Santibáñez de Murias (Aller), el 15 de enero de 1877. Ingresó en el noviciado dominicano de Corias en 1893 y allí realizó la profesión solemne. Recibió el presbiterado en la iglesia de San Esteban de Salamanca en 1900 y fue destinado, como el mierense Raimundo Joaquín González Castaño, al colegio de San José de Bergara (Guipúzcoa), donde impartió Matemáticas durante diez años. Luego estuvo en el santuario mariano de Montesclaros (Santander) y en 1912 fue capellán de las monjas Dominicas de San Sebastián. A partir de 1913 volvió a la enseñanza en el colegio dominicano de Segovia, hasta 1920, que fue elegido prior del convento de Padrón (La Coruña). En 1923 lo destinaron al convento de San Pablo de Valladolid, y en 1925 lo eligieron prior de San Esteban de Salamanca. El capítulo provincial de 1926 lo nombró ecónomo de la provincia, con residencia en Madrid. En ese cargo permaneció hasta el fin de sus días.

A la vicaría de las monjas Dominicas de Quejana, en Álava, donde ejercía su ministerio Raimundo Joaquín González Castaño, llegó José María González Solís el 1 de julio de 1936 para reponer su delicada salud y predicar después ejercicios espirituales a las religiosas. Allí se reencontraron los dos dominicos de las Cuencas, que ya habían coincidido en el Monasterio de Santa Catalina de Madrid. Fue una fatal casualidad. Ahora, juntos, serán elevados a los altares. La beatificación de los mártires se realizará el 13 de octubre en la antigua Universidad Laboral de Tarragona. Un día antes se celebrarán diferentes actos en la catedral de Santa Tecla.