Verdaderamente preocupante es la noticia que aquí hemos leído el domingo 26 de julio: "Los valles mineros suman 666 pueblos abandonados, el 43 por ciento de toda Asturias". Si en las cuencas mineras del Caudal y Langreo hay ese elevado número de pueblinos y aldeas abandonados, ¿cuántos más puede haber en el resto de la provincia? Creo que es mejor no saberlo. Tan alarmante despoblación es en el medio rural asturiano, que tanto queremos y nos preocupa, que estuvo siempre muy distante de la capital, de las autoridades municipales y provinciales, sobre todo en el pasado, como en estas columnas venimos recordando de una manera entrañable y reivindicativa. No, la aldea no puede morir, no puede desaparecer, y contra ello todos tenemos que luchar, como sea, sobre todo las autoridades políticas citadas.

Dos factores han influido notablemente en el inicio de esa despoblación, como lo fueron la industrialización y el ancestral y primitivo abandono del medio rural, sin carreteras, luz, agua ni cuanto en la ciudad se tiene. Y esto lo vivimos y comprobamos en aquella calamitosa década de los cuarenta, con la alargada sombra de una guerra fratricida y sus dramáticas consecuencias. Ese abandono de la aldea y la industria minera inició ya entonces esa despoblación, hoy dramática y angustiosa. A la que hay que buscar remedio y solución, como sea, para que la aldea y sus gentes sigan teniendo vida y enriqueciendo y prestigiando el medio rural asturiano, de cuyos orígenes venimos todos, orígenes que se remontan a aquellos celtas que se asentaron en el regazo de nuestras montañas. Lo que es hoy el medio rural asturiano, al que hay que repoblar, darle medios y maquinaria, todo cuanto pueda necesitar para esa repoblación que pueden llevar muy bien a cabo jóvenes con deseos de huir de la ciudad y vivir y trabajar en el campo. Todo es programarla. Si en la época dorada del carbón se reclutaba gente de los páramos andaluces para trabajar en las minas, ¿por qué no se hace ahora lo mismo para repoblar nuestras aldeas y pueblinos? Además de habitar las casas vacías y abandonadas, cultivar las tierras y vegas que tanta riqueza y productos dieron a la región -hoy, yermas y sin cultivo-, sería una buena solución para remediar tanto paro como padecen nuestros jóvenes, sobre todo los que en la ciudad no tienen futuro ni porvenir alguno.

Y esta consideración, el paisano de la fesoria y el gadañu, que nadie lo dude, es tan necesario e importante o más que el ciudadano de la oficina y el ordenador. El paisano nos da de comer, y el ordenador nos come el coco.