Una caja registradora, una estantería con productos de supermercado simulados, una cinta métrica, monedas de euro de juguete, una balanza, varios relojes de pulsera, una bolsa llena de corchos, un cronómetro... Todos estos elementos y muchos otros más son los materiales didácticos con los que los alumnos del colegio público Turiellos, en La Felguera, aprenden matemáticas. Un día a la semana, los escolares de Primaria refuerzan los contenidos teóricos adquiridos en el aula con clases prácticas en las que juegan con números, pesos, medidas y capacidades a través de artículos que forman parte de su vida diaria. "Queremos motivar al alumno haciéndole ver que las matemáticas pueden ser divertidas y muy útiles en su realidad cotidiana", explica Paz Alonso directora del centro.

Esta vez visitan el aula polivalente los alumnos de segundo curso de Primaria, que están estudiando la decena. Entre las "pruebas" organizadas los estudiantes deben colocar diez pinzas en una percha, diez frutas diferentes en una cesta o diez monedas en una caja de plástico. Al final de la clase les espera un folio con un problema matemático. "Los que pretendemos es que los chavales manipulen los objetos y no se queden en la teoría. Es algo novedoso", esgrimió Alonso, para añadir a continuación. "Buscamos que haya un ambiente motivador y dinámico que también favorezca el trabajo cooperativo. Se organizan grupos pequeños para que los alumnos se ayuden entre ellos y vayan rotando de un puesto a otro a lo largo de la clase".

Los contenidos se adaptan a cada curso, con materiales centrados en el estudio de los números, las medidas y la capacidad. "Por ejemplo, entre los elementos de medidas hay cintas métricas, relojes de manecillas con los que pueden leer las horas, una balanza o un gran saco relleno de corchos con el que pueden ver de forma muy gráfica que la dimensión de algo no está relacionada necesariamente con el peso", remarcó la directora del colegio Turiellos. En la zona dedicada al volumen hay una estantería con todo tipo de recipientes y hueveras con las que los escolares trabajan el concepto de la docena.

Otro de los elementos más atractivos es la tienda improvisada que hay en el aula, con caja registradora, productos de supermercado, frutas y monedas y billetes de euro, todo ello simulado: "Sirve para que los chavales hagan operaciones básicas de cálculo en un entorno próximo a su realidad cotidiana".

Alonso expuso que la iniciativa contribuye a "mejorar mucho las destrezas del alumno", al tiempo que aprende los contenidos habituales de una forma "dinámica". "Es un programa que resulta laborioso para el profesorado por todo lo que entraña de preparación de las clases prácticas, pero compensa porque los resultados son muy positivos. Es cierto que estudiar matemáticas no es como hace 15 o 20 años porque ya hay pizarras digitales y otros elementos didácticos parecidos; sin embargo, el hecho de que los chavales puedan aprender de una manera tan visual es muy estimulante para ellos", argumentó la docente.

La segunda parte de la clase de las decenas llegará hoy. Los escolares reunirán, con la colaboración de los trabajadores del servicio de cocina, los ingredientes para elaborar diez rosquillas que posteriormente serán preparadas por los profesores. Será la evidencia definitiva de que las matemáticas, además de ser divertidas, también pueden dejar un buen sabor de boca.