Brazos cruzados. Mirada al frente. Hacia la gran roca. Gestos de incredulidad. Y conversaciones sobre lo que fue, lo que pudo ser y lo que vendrá ahora. Los vecinos del núcleo lenense de La Cortina trataban ayer de recuperar la normalidad, todavía impactados por el argayón que ayer arrasó tres casas del pueblo y afectó a otras dos. Con cierto humor negro, los habitantes habituales de la localidad, así como los que tienen una segunda residencia, contemplaban ayer las dos enormes rocas bajo las que se están los restos de dos casas. "Igual podemos sacar algo bueno y convertimos esto en un centro turístico: les peñes de La Cortina", bromeaban.

Bromas sobre las que se escondían los nervios de quienes estuvieron cerca de vivir una tragedia. Como Isabel Lorenzo, que a sus 89 años era la única testigo ocular del desprendimiento. Ella estaba en su huerta recogiendo una lechuga cuando escuchó un estruendo y observó como la montaña se venía abajo. Corrió para ponerse a salvo. Y lo logró. Ayer hablaba con una vecina, Conchita García, a la puerta de su casa. "Todavía estoy nerviosa, pero de aquí no me voy a mover hoy", decía la mujer. Y es que el martes, ya bien entrada la tarde y casi noche, y ante las lluvias que cayeron, los bomberos decidieron que lo mejor era desalojar el pueblo. E Isabel Lorenzo tuvo que hacer las maletas con su hija Gelos Álvarez. "Cogimos algo de ropa y fuimos al piso que tiene mi hija en La Pola", explicó Lorenzo. Su hija confiesa que la mujer se planteó desobedecer: "Me decía que apagáramos la luz, que así los bomberos no nos verían quedarnos".

Dori Martínez fue otra de las que tuvo que coger algo de ropa y salir por piernas de La Cortina al filo de la medianoche, junto a su madre, Conchita García, y su marido, Julio Domínguez. Su casa queda algo más alejada, es la primera del pueblo, pero aún así, los servicios de emergencia le recomendaron marcharse. "Fuimos a Campomanes a casa de una hija", relata esta familia, que lleva 19 años viviendo en La Cortina. "Jamás nos pudimos imaginar que esto podía pasar, y lo que hay que pensar ahora es que fue un milagro que no se llevara a nadie por delante", afirma Julio Domínguez, mientras señala hacia la zona alta de la ladera desde donde se desprendieron las grandes rocas de más de cien toneladas.