El funeral estaba terminando y las motos empezaron a rugir. Ráfagas al cielo. Un grupo de moteros formaron un pasillo, entre la puerta de la iglesia y el coche fúnebre. Cascos en alto para despedir a Sergio García, el joven de 29 años que el sábado perdió la vida en la Autovía Minera. Disfrutaba de su pasión, las motos, cuando un trágico accidente segó su vida. Tras el féretro su hermano Víctor grita de dolor, pero con la mano dirigida al cielo: "No dejéis de rodar", decía el gesto. Es el deseo de Sergio.

Las ráfagas llegaban de más de cien motos, que escoltaron el coche fúnebre desde el tanatorio de Moreda hasta la iglesia de Cabañaquinta, localidad natal de Sergio y donde su numerosa familia es muy querida. Un pueblo hundido, que suspendió sus fiestas del Rosario ayer, en señal de respeto por su joven vecino. La investigación del suceso sigue en marcha, según ha podido saber este diario, y se descarta que Sergio García condujera a una velocidad superior a la permitida en el tramo donde perdió la vida (el kilómetro 6,4 de la Autovía Minera, en el municipio de Langreo).

"Es inexplicable". A Iván Piñeiro, amigo íntimo de Sergio García, le costaba ayer encontrar las palabras: "Él, a pesar de tener sólo 29 años, era un motorista muy experimentado. Y prudente, conocía bien las motos". Compartía pasión con su madre, con su padre y con algunos primos y tíos. Acababa de comprar una moto, una Aprilia, que "es lo más puntero en seguridad que existe". "Ya nos han dicho que no hay marcas de frenazos, no conducía a velocidad inadecuada. No sabemos qué pudo pasar, quizás un animal o pudo quedarse dormido. No nos imaginamos cómo será la vida sin él", señaló Piñeiro.

Sergio acababa de salir de trabajar, en Mieres, cuando tuvo el accidente. Hacía todos los días ese recorrido hasta Gijón, donde vivía con su novia. El sábado por la tarde iba a acudir a una exhibición motera en Cabañaquinta, en cuya organización participaba su familia, que se suspendió tras el fatal accidente.

La convocatoria para escoltar al coche fúnebre corrió por las redes sociales. Muchos de los que ayer estaban en Cabañaquinta no le conocían: "Vine para apoyar a toda la familia", señaló un motero de Gijón. Hace unos años perdió a un amigo en un accidente similar. "Coges algo de miedo, pero cuando te gusta esto -señala a su moto- no puedes dejarlo".

Eran las motos, ese rugido valiente, lo que aceleraba el corazón de Sergio García. Hasta que ya no pudo latir más. Había pedido, según sus amigos, que si algún día tenía un accidente hubiera motos en su funeral. Fue así. Y no le desampararon. Le escoltaron de vuelta a Mieres, donde su cuerpo fue incinerado. Una sola voz para la despedida: "Nos vemos en la próxima curva, Sergio".