Se escuchaban los petardos, pero eran menos que otras veces.

El pozo Santiago acogía el que podría ser el último encierro minero: cuatro trabajadores de subcontratas (todos de Carbomec) permanecían, desde la noche del viernes, en la novena planta de la mina. Uno de ellos abandonó la protesta en la madrugada de ayer, "por presiones de Comisiones Obreras", aseguraron compañeros de la empresa. Extremo que tanto la central como fuentes cercanas al trabajador negaron ayer. El resto dejó la protesta a las diez de la noche. También, según trabajadores, "por presiones" de Hunosa y los sindicatos: "Hasta nos dejaron sin comunicación con ellos, esto no pasaba con el PP y pasa con el PSOE", criticaron. Los afectados dicen que se sienten "vendidos" por los sindicatos y algunos de los que ayer acudieron a la concentración de apoyo, en la caña del pozo, añaden que los vecinos tampoco se están volcando. Hubo cerca de 300 personas, "pero teníamos que ser miles", clamaron.

Fue una jornada tensa, que empezó con la entrada del pozo cerrada y con fuertes medidas de seguridad. La concentración estaba prevista para el mediodía, y los vecinos empezaron a llegar. "Ni siquiera nos dejan entrar", lamentó Jesús Barreira, trabajador de Carbomec. Aseguró que ya habían encontrado obstáculos con la seguridad de Hunosa para entrar a dejar ropa y comida para sus compañeros encerrados: "Lo que nos hacen no es humano", señaló el minero, allerano de 32 años.

Comenzó entonces una negociación a la puerta del pozo en la que participó el alcalde, David Moreno. Finalmente, se levantaron las barreras.

En el camino hacia la caña del pozo, explicó que "sentimos que se están riendo de nosotros. Nos dicen 'sí, sí, os damos trabajo..., pero no dicen ni cómo, ni hasta cuándo. Nadie nos dice nada". Y ese "nadie" se refiere tanto a la dirección de Hunosa como a los sindicatos.

La Corporación municipal se volcó con la concentración. El alcalde, David Moreno, leyó el acuerdo plenario en el que todas las formaciones manifiestan su apoyo a los trabajadores encerrados: "No podemos permitir el cierre del pozo Santiago, el lugar de trabajo con más empleados del concejo", apuntó Moreno.

Y entonces, momento más emocionante, dos mineros tomaron la palabra. Rubén Trabanco, el primero: "No sé qué decir, no toy preparau. Yo sólo soy mineru y quiero seguir siéndolo", dijo, antes de que los aplausos taparan su voz. Añadió que "nos sentimos vendidos por los sindicatos". "Y por los vecinos, ¿Dónde tan todos los que tendrían que tar aquí?", clamó un hombre entre el público. "Esperamos que se vayan animando, el lunes volveremos a concentrarnos", dijo Chus González, también minero. Luego, 300 manos sujetando un papel blanco con dos letras en negro: "No". No al cierre, no al fin de la minería. A la salida del pozo, cortaron el tráfico en el Corredor durante unos minutos.

Una mujer se secaba una lágrima. Es Conchi Castañón, madre de Adrián Neira, uno de los encerrados. "No les dan solución. Adrián trabajó en Santa Lucía, con la Vasco, y como aquello acababa vino para aquí". Es nieto e hijo de mineros. Junto a él, buscan solución en las entrañas de la mina Adrián Neira, Fabián Fernández, Borja y Omar Fernández. Protagonistas del último encierro minero.