Escucharon las pisadas fuera. Popo miró a Josefina. Se había enamorado de ella, sobre todo, por su fuerza. Una fortaleza que parecía infinita. Incluso entonces, a unos segundos de que todo terminara.

Ella bajó la vista. Sabía que, si le miraba otra vez a los ojos, se le acabaría el valor. Le acercó el revólver Nagant. "Hazlo", le rogó.

Hay historias que solo pueden empezar por el final. Como la de Popo y Josefina, que fueron conocidos como los "amantes de Armá". Dos fugados durante la Guerra Civil que se mataron segundos antes de que los apresaran. Llevaban meses escondidos en una cabaña, a las faldas del Aramo. En tiempos en los que la resistencia "solo" es quedarse en casa, sus vidas bien merecen un recuerdo.

Lena fue uno de los municipios más castigados durante la Guerra Civil y la represión posterior. La lista de desaparecidos y muertos alcanza los 400. De entre todas las biografías, las de Popo y Josefina siempre despertaron curiosidad. En el año 2009, el lenense Germán Mayora escribió su historia en el libro "Cazados". "Se sabe poco de ellos, pero podemos decir que fueron como Romeo y Julieta", afirma el autor. Este es un relato -basado en testimonios y documentos- lo más fiel posible de su historia.

Popo llegaba con tanta prisa al local de Juventudes Socialistas de Pola de Lena que cerró con un portazo. El calendario del año 1932 tembló en la pared contigua. Llevaba todo el día entre instancias y notificaciones. Sonrió recordando los consejos de su madre: "Ahora estudia, cuando seas procurador ya verás cómo no cansas". En la sala, había una chica nueva: "Soy Josefina", le dijo, tendiéndole la mano. Y justo en ese instante, después de tanta prisa, el tiempo de Popo se paró.

El único testigo vivo de aquel primer encuentro es residente del centro Canuto Hevia. "Ahora le falla la memoria, pero fue él el que más detalles me dio sobre ellos. Se llama Elías Fernández", dice Germán Mayora. Le contó que Popo era de "buena familia". Su padre y su tío eran empresarios. Ella era más humilde. Quirosana de nacimiento, vivía en Villallana. "Estaban muy enamorados, de ella dicen que era muy guapa". Hay una foto que lo confirma. También deberían decir que era muy valiente.

Como todos los jueves de aquel noviembre de 1934, Josefina se paró a descansar en la cuesta antes de llegar a La Iglesia, en el valle de Muñón. Siempre le faltaba el aire justo ahí, en lo más alto. No sabía si por llevar cuatro kilómetros caminando en pendiente o porque pronto podría abrazarle. Popo llevaba un mes escondido en casa del tío don Roberto "El austriaco", después de que consiguiera huir de una revuelta en el cuartel. Siguió andando y llamó a la puerta con la clave: tres toques, silencio, otros dos. Abrió don Rodrigo: "Pasa, Josefina. Está en la habitación de arriba, preocupáu, tardaste un poco en llegar".

La huida

De aquel aprieto, Popo logró salir. Cuenta Germán Mayora que "ella iba a verlo con frecuencia, siempre estuvo con él. Cuando las cosas se calmaron, volvieron a estar juntos y siguieron militando en el Partido Socialista". En 1936, cuando estalló la guerra, ellos fueron destacados. Estaban a la cabeza de uno de los comités de la capital del concejo.

Popo estaba concentrado en el local del Comité General de Abastecimientos. Revisó las cabezas de ganado y ordenó a otro hombre que preparara los pagarés. La miró a ella, como siempre llena de temperamento: "Josefina, ¿Miraste lo de alistarte en el "Socorro Rojo"? Ella replicó inalterable: "No, Popo, yo me quedo contigo".

"Y se quedó, ella siempre iba con él", afirma Mayora. Incluso cuando Lena cayó en manos del bando sublevado. Decidieron huir: "Fueron hacia Quirós, porque ella conocía bien la zona. Pero vieron que el enemigo estaba cerca y se guardaron a las faldas del Aramo", narra Mayora. Se escondieron en una cabaña cerca del pueblo de Armá. La mayoría de los vecinos sabían que estaban allí, les llevaban comida y ropa. Ellos salían a respirar el aire solo cuando estaba oscuro. Pero un día, un vecino de la zona -"sé el nombre, pero no lo voy a decir", apunta Mayora- los delató. Por la noche, siguiendo las pisadas que había dejado sobre la nieve un confidente de "los amantes de Armá", encontraron la cabaña.

Sabían que ya iban a por ellos y también sabían lo que querían hacer. Escucharon las pisadas fuera, el fuego de la cabaña daba mucho calor. Cubrieron sus cuerpos de queroseno. Ella le tendió el revólver Nagant: "Hazlo", le rogó. Popo cerró los ojos y disparó al corazón de Josefina, el que tantas veces se había acelerado por él. Luego se tiró un tiro en la cabeza. Los dos cayeron al fuego. Y entonces todo ardió.