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La otra pandemia: aumentan los casos de ansiedad y depresión en las Cuencas por la crisis del covid

Los médicos alertan de la subida de estos trastornos en una zona donde la incidencia “ya era muy alta”, con un 30% de los vecinos en tratamiento

Los casos de ansiedad y depresión en las Cuencas se incrementan por la pandemia

María (nombre figurado, prefiere no dar el propio) tuvo que afrontar el confinamiento por la crisis sanitaria del covid-19 sola, en su casa de Lena. Entonces, dice, “solo pensaba en salir”. Pero cuando las medidas se aflojaron, María descubrió que ya no se sentía segura en la calle. En agosto del año pasado fue diagnosticada de agorafobia, un trastorno de ansiedad por el que padece crisis de pánico cuando se encuentra en situaciones que considera “incontrolables”. Generalmente, en espacios abiertos. Está en tratamiento desde entonces

Es uno de los muchos casos que están recibiendo los profesionales sanitarios de las Cuencas. Avisan ya de una nueva pandemia: la de las enfermedades psiquiátricas. En los últimos meses se han disparado los diagnósticos de ansiedad y depresión, principalmente, a causa de los efectos de la crisis sanitaria y económica del covid-19. Se extienden por toda Asturias pero, en los valles del Nalón y el Caudal, la incidencia de enfermedades psiquiátricas “ya era muy alta”: tres de cada diez vecinos estuvieron en tratamiento con ansiolíticos o antidepresivos durante 2019 –el último ejercicio del que se tienen registros–, por encima de la media regional (24,3%).

“Cuando parecía que la situación empezaba a estabilizarse, llegó la crisis del covid-19”, señalan los expertos

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Crisis sobre crisis. Los expertos consultados por este diario consideran que las Cuencas llevan años “sometidos a sucesivas crisis”. Primero, la caída del sector de la minería: “La falta de oportunidades laborales, el desempleo y la incertidumbre económica se reflejan en ocasiones en el balance de la salud mental”, explican. Tampoco ayuda el envejecimiento de la población y la soledad y falta de ocio en las zonas rurales. Llegó la recesión de 2009 y la salud mental de los vecinos también se resintió. “Cuando parecía que la situación empezaba a estabilizarse, llegó la crisis del covid-19”, señalan.

Y con ella se extendió la preocupación entre la sociedad. A la ya de por sí difícil situación sanitaria se está sumando la precariedad económica que sufren muchas familias desde hace meses: “Son ERTEs, es desempleo... es todo. Lo que más recibimos ahora en consulta son pacientes que sufren por esta crisis”, explicó un profesional de la salud mental en la comarca del Nalón.

La mayoría de los diagnósticos son casos leves o moderados de ansiedad y depresión. Dentro de la primera dolencia, abundan trastornos como la hipocondría –temor a la enfermedad– y la agorafobia. También trastorno obsesivo-compulsivo por temor a contraer el virus o de haberse contagiado.

“Empieza a afectar al sistema sanitario. No con la misma presión con la que lo hace el covid-19, pero podríamos estar encarando otra pandemia”, matizan sanitarios de las Cuencas. La planta de psiquiatría del hospital Álvarez-Buylla lleva ya días completa. El servicio del área sanitaria del Nalón también se prepara para tiempos difíciles.

El área de psiquiatría del Nalón fue pionera, hace ya dos años, en la puesta en marcha de un programa para la prevención de suicidios. Los profesionales sanitarios, con Celso Iglesias (jefe de servicio) a la cabeza, han atendido ya a 185 pacientes. Actualmente, están en seguimiento 43 personas. Aunque es difícil medir las fluctuaciones en el índice de suicidios, sí que aseguran ya que se han reducido significativamente las tentativas.

Pero ahora están en vilo. “Tenemos por delante un escenario que no habíamos previsto. El de esta crisis sanitaria del covid-19, que traerá consigo una importante crisis económica”, reconoció Celso Iglesias. Es por eso que no descartan ampliar el protocolo, o modificarlo: “Cuando se diseñó, no podíamos ni imaginar lo que pasaría durante 2020. Nos movemos en un escenario muy complicado y cambiante”, reconoció el psiquiatra.

Confía en el trabajo que están haciendo. No en vano, solo en la elaboración de los tests para detectar posibles conductas suicidas participó un equipo multidisciplinar que aborda la problemática desde distintas áreas: enfermeras, psiquiatras, profesionales de medicina familiar y comunitaria, trabajo social y psicología clínica. Además, recibieron formación específica las áreas de atención primaria y urgencias: “Son los primeros que ven a los pacientes y los que deben decidir si una persona debe recibir esta atención específica”. En las Cuencas se registran anualmente una media de quince suicidios. Un número bajo, pero una tasa muy alta: por encima de la media de España y muy similar a la de los países nórdicos.

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