Una muerte sospechosa y dos desaparecidas en 5 kilómetros: el negro pasado del valle mierense donde hallaron un saco de huesos

Tres mujeres fueron víctimas de extraños sucesos entre 1979 y 1990 en el valle de San Juan | Se investiga el hallazgo de los restos óseos

El lugar en el que fue hallado el cuerpo de Aquilina. En los recuadros, arriba Etelvina García y debajo Hermosinda Jiménez.

El lugar en el que fue hallado el cuerpo de Aquilina. En los recuadros, arriba Etelvina García y debajo Hermosinda Jiménez.

1979. Agarró la mesa plegable y se calzó las zapatillas gastadas. Miró el reloj de la cocina, en esa pequeña casa de Los Torneros: las 7.30 horas. Iba algo tarde, cogería un atajo por el río. Aquel día, Aquilina no volvió a casa.

1984. Etelvina se despidió de los pocos que aún quedaban en el bar "El Paso", en el alto de Santo Emiliano. Alguien se asomó a la puerta para verla marchar, ella se adentró en la noche. Escucharon los pasos en madreñas, vieron alejarse aquel gorro verde que parecía brillar en la oscuridad. Hacía frío y había niebla. Nunca volvieron a verla.

1990. La iglesia de Santa Rosa estaba en silencio mientras entraba el féretro. Las feligresas se levantaron en señal de respeto, algunas tenían gesto de preocupación. ¿Dónde estaba Hermosinda la de El Carbayón? Algo tenía que haberle pasado, ella nunca faltaba a la despedida de un vecino.

Esto no es una novela. Estos son los tres grandes misterios del valle de San Juan, en Mieres. En apenas una década, tres mujeres fueron víctimas de sucesos extraños. Una de ellas, Aquilina, apareció muerta en el río en septiembre de 1979. Etelvina García desapareció sin dejar rastro en 1984. Lo mismo ocurrió con Hermosinda Jiménez, en 1990. Nunca hubo sospechas de que estos tres casos estuvieran relacionados, aunque sucedieron en un radio de menos de cinco kilómetros.

Los vecinos casi habían olvidado aquella década que les tuvo en vilo. Pero la aparición de un saco de huesos ha reabierto la investigación y también los corrillos. ¿A quién pertenecen? Todo parece indicar que se trata de Hermosinda Jiménez, aunque tendrán que confirmarlo las pruebas de ADN. Respuestas para los misterios del valle de San Juan.

El primer suceso, más que un misterio, se cerró como un accidente. "Nunca llegamos a creer que fuera así", afirma un allegado de la escasa familia de Aquilina. La mujer estaba soltera y vivía con su hermana, Esmeralda, en Los Torneros. Tenían una casa tan humilde como su vida. Pero era una luchadora. Se había hecho con una mesa plegable y vendía diarios y revistas en una esquina de la plaza de abastos.

Tenía una rutina estricta. Todas las mañanas, en torno a las siete, salía de casa con su mesa plegable. Recorría a pie los cinco kilómetros que separaban su casa, en la zona alta del pueblo, de la plaza de abastos. El último día de su vida, según recogió la investigación, había decidido atajar por el camino del arroyo de Los Torneros. Una senda húmeda y fría, plagada de las hojas que ya caían de los árboles -era el mes de septiembre, según los testimonios.

A los clientes de Aquilina les extrañó no ver la mesa montada en la esquina de la plaza. Dieron la alarma al mediodía, cuando no regresó a casa. La encontraron rápido: estaba a menos de un kilómetro de su casa, tendida en el suelo. Tenía un golpe fuerte en la cabeza. Terminaron por cerrar la muerte como un accidente, una mala caída. Aunque hubo algunos detalles que no convencieron a los allegados de la víctima. El más importante: a pesar de que era otoño, y las temperaturas ya habían bajado mucho, Aquilina apareció sin medias.

Más misteriosa fue la desaparición de Etelvina García. La mujer, explican en Santo Emiliano, tenía costumbre de ir al bar "El Paso" para ver la televisión, sobre todo desde que había enviudado. Su casa, de dos plantas, se le hacía muy grande. El último día que la vieron vestía bata, toquilla y un gorro verde para resguardarse del frío. Era noviembre de 1984, Etelvina tenía 62 años.

Sin rastro

A la mañana siguiente, Etelvina no atendió al ganado. Disciplinada como era, a nadie se le escapó el detalle. Así que empezó una búsqueda por el entorno. El dispositivo fue creciendo: familiares, vecinos, Guardia Civil, perros rastreadores. Llegó a participar un grupo de "boy scouts". Pero sin resultado. Mejor, casi sin resultados: aparecieron el cinturón de la bata y el gorro verde, tirados en las escaleras del exterior de la vivienda. La investigación se centró en la hipótesis de que alguien -al menos dos personas, Etelvina era una mujer fuerte- la había atacado y había sido trasladada en un coche o furgoneta hasta otro lugar. La principal pregunta a esta línea de investigación casi se escribió en mayúsculas: ¿Por qué? Tal fue la desesperación de la familia de la mujer, que llegaron a acudir a una vidente. Belén Alama les afirmó que Etelvina había pasado viva aquellas navidades (las de 1984).

El caso de Hermosinda Jiménez fue distinto. Los hijos de la mujer, que vivía en El Carbayón cuando desapareció, siempre apuntaron a un principal sospechoso. Nunca se pudo demostrar nada, nunca hubo detenidos. El caso es que, según la versión oficial, la pista de Hermosinda se pierde en la plaza de abastos. Fue vista por última vez el 1 de febrero, cuando acudió a hacer la compra mensual. El 31 de enero, no obstante, sus amigas la echaron de menos ya en un funeral en Santa Rosa. Tenía cincuenta años cuando desapareció y sus hijos no dejaron de buscarla.

No quedó rincón. Acudieron a los medios regionales y nacionales. Intervinieron en el popular programa de televisión "¿Quién sabe dónde?", que presentaba Paco Lobatón. No hubo resultados, Hermosinda Jiménez parecía haber desaparecido sin dejar rastro. Hasta que, hace unos meses, unos huesos aparecieron en el valle de San Juan.

La asociación Laxshmi para la lucha contra el crimen y la prevención solicitó que se abriera, con agilidad, una vía concreta de investigación. En concreto, la entidad pidió que los restos se cotejaran con el ADN de los hijos de la mujer que, de seguir con vida, ahora tendría más de ochenta años. Desde la entidad nacional Laxshmi destacan que la ausencia de cuerpo, hasta ahora, había dificultado una investigación que ya empezó con mal pie. El entonces marido de Jiménez, según los responsables de Laxshmi, tardó en denunciar la desaparición más de siete días.

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