La maldita profecía de Chuso, el asturiano fallecido tras ganar el Gordo: "Te va a tocar la lotería, pero morirás poco después"

El jubilado de Aller contaba a sus conocidos la historia de una pitonisa que le leyó hace años la mano y le dijo lo que más tarde acabó ocurriendo tras el último sorteo de Navidad

Jesús Martínez, "Chuso", ante la administración de lotería Los Collaínos, en Moreda

Jesús Martínez, "Chuso", ante la administración de lotería Los Collaínos, en Moreda / L. C.

David Orihuela

David Orihuela

Los días 14 de cada mes Chuso honraba a Santa Gema. Hace años, al llegar a la iglesia, una mujer sostenía a una niña en brazos. La cría no paraba de llorar y Chuso preguntó qué le pasaba a la pequeña. La madre le respondió que tenía hambre y no tenía nada para darle de cenar. El hombre fue a comprar leche y galletas y la mujer quiso agradecérselo de algún modo. Le leyó la mano y le dijo: “Tengo una buena noticia, la va a tocar a usted la lotería, pero morirá poco después”. La profecía se cumplió, Jesús Martínez Requejo ganó 1,2 millones de euros con tres décimos del Gordo de la Lotería de Navidad el pasado 22 de diciembre y justo cuatro meses después fallecía a los 88 años de edad.

Chuso siempre contaba una y otra vez la historia de la pitonisa. Charo Álvarez se la había oído contar muchísimas veces en la confitería Loyfer, en Moreda, a donde el hombre acudía casi a diario. “Yo siempre le decía que se dejase de tonterías”, recuerda la mujer que no quería oír hablar de ese mal fario: “Mejor le había tocado salud”. 

Un día sin determinar del pasado mes de diciembre Chuso fue, como siempre, a comprobar sus billetes de lotería a la administración Los Collaínos, le habían tocado 60 euros en el sorteo de los jueves y le dijo a la lotera, Laura García, “no me des el dinero, dame tres décimos para Navidad”. Laura le dio tres décimos del número 05490, con el que la administración de Moreda repartió 148 millones de euros, la mayor parte en participaciones del Club Atletismo Mieres, que repartió entre socios, familiares y amigos más de 137 millones de euros.

Aquella mañana Chuso había ido a hacer la compra con un amigo. En el coche escuchó el número y dijo “ese lo tengo yo”. Nadie le hizo demasiado caso porque no tenía los boletos. Ya por la tarde, en casa, lo certificó, aquellos tres décimos que le había vendido Laura. Al día siguiente fue al banco y los puso a buen recaudo. Nada más salir de la oficina fue al Loyfer, se sentó en una mesa y le explicó a Charo que acababa de dejar los décimos. “Son 1.200.000 euros pero al final me quedan novecientosypico mil, yo no entiendo de eso. El del banco me dijo que tardaría poco en cobrarlo y me dio 3.000 euros para celebrarlo”, le contó a la propietaria de la confitería. Charo recuerda que “pasó un hombre por la puerta y le dijo, así que dos décimos, y Chuso le contestó que no, que eran tres, que cómo no iba a saber cuántos décimos tenía”. Fue la misma respuesta que le dio a la lotera cuando se dudaba si tenía dos o tres décimos: “¿cómo no voy a saber los que tengo?”.

Un hombre muy querido

Chuso tenía entonces 87 años y era un hombre muy querido en Moreda. “No debió reñir con nadie en su vida”, afirma Charo Álvarez, “nunca le vi enfadado”, subraya. Chuso se sentaba en la confitería y contaba sus historias, hablaba de Maruja, su esposa, fallecida hace 22 años. Contaba que iba a los bailes pero que era muy tímido, hasta que se casó con Maruja. No tuvieron hijos y ella enfermó de alzheimer, “la cuidaba él, y no debía ser fácil”, explica Charo. Cuando le tocó la lotería era lo único que Chuso echaba en falta, no poder disfrutarlo con Maruja. Tampoco tenía hermanos. Fueron tres pero uno murió de crío a causa de una meningitis y el otro, que vivía fuera de Asturias, falleció hace años. Quedan dos sobrinos, también asentados ya lejos del Principado. Chuso los había visto una vez cuando eran pequeños, hablaba de ellos porque eran los hijos de su hermano y la única familia que le quedaba. Esta semana los dos acudieron al funeral y mostraron su agradecimiento a todos aquellos que les hicieron llegar sus condolencias, que fueron muchos. El fallecido, que vivía en Villanueva, era muy conocido en Moreda. “Estaba todo el día por la calle”, recuerda Laura García, la lotera. Ella lo conocía desde cría. Su padre tenía un bar y “yo me crie allí y siempre estaba Chuso, que como mi padre era muy aficionado a la lotería desde siempre, iban juntos a Oviedo cuando se hacían los sorteos en directo, iban los dos cargados de lotería”.

El hombre mantuvo su afición a los sortes hasta el final. “Llegaba a la administración y se sentaba ahí a charlar conmigo y con todo el que venía”, recuerda la lotera. “Compraba mucha lotería y después de que le tocase, en estos últimos meses, compraba todavía más”. También era de los que regalan boletos a los amigos. Se dijo que eso había hecho con uno de los tres décimos premiados. “Yo sé que le vendí tres pero no sé cuántos llevó al banco porque no se lo pregunté”, dice Laura. Charo Álvarez insiste en que él mismo le echó las cuentas del dinero que le iban a dar en el banco por los tres décimos. 

“La pena es que no le tocasen hace 30 años, cuando le retiraron, porque él y Maruja andaban justos de dinero, lo pasaron mal hasta que a él le dieron otra paga”, lamenta la propietaria de la confitería.

Tanto ella como sus clientas, al igual que Laura García, destacan que “era un buen paisano”. El sentido del humor le llevó a bromear con Charo. “A partir de ahora voy a pasar por la acera de enfrente y no te voy ni a saludar”, le decía cuando entraba en la confitería después de ganar el premio. No lo hizo, “no cambió en nada, seguía haciendo lo mismo, tengo miedo que no tocase ni un euro del premio”, dice Álvarez.

Chuso era una persona muy querida por todos. Había sido minero en el pozo San Luis y había trabajado cargando bultos y maletas en la estación de Moreda. Su pueblo era su pasión. Siempre estaba pendiente de todo y de todos. Durante décadas acudió a todos los plenos municipales. Su vocación por Moreda le granjeó dos distinciones, fue reconocido como Humanitario del Año por la Sociedad San Martín y recibió la insignia del oro del Ayuntamiento de Aller de manos del entonces alcalde, Gabriel Pérez Villalta. Durante años fue la persona que había debajo del gigante Telva, la mujer de Pinón, en los desfiles de gigantes y cabezudos de las fiestas de Moreda. Hasta su muerte siguió paseando por su pueblo, saludando a todo el mundo, charlando o comprándoles pasteles a los críos. Ahora, descansa ya con Maruja y poco importa el dinero.

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