De lo nuestro | Historias Heterodoxas

El fusilamiento del general Lacy

El marqués de Camposagrado intentó impedir el castigo a este militar francés, que llegó a combatir en ambos bandos, el español y el galo

El fusilamiento del general Lacy

El fusilamiento del general Lacy / Alfonso Zapico

Ernesto Burgos

Ernesto Burgos

El teniente general Luis Lacy fue un militar progresista con una existencia compleja y aventurera que lo hizo combatir tanto del lado español como del francés, algo que no tendría mucha importancia si no lo hubiese hecho a principios del siglo XIX cuando los dos países estaban enfrentados. De cualquier forma, los románticos de las generaciones siguientes lo tuvieron como modelo y los liberales continúan reivindicando su memoria.

Nació en San Roque de Cádiz de padre irlandés y madre francesa e ingresó con trece años en el regimiento de Borgoña que zarpó hacía Puerto Rico donde adquirió en un año el grado de subteniente, con fama de valiente, pero también de insubordinado. Luego luchó en la Guerra de la Convención que enfrentó a los reinos de España y Portugal contra la Francia revolucionaria desde marzo de 1793 hasta julio de 1795 y obtuvo destino en las Islas Canarias, aunque por culpa de un acto de desobediencia ante el capitán general del archipiélago pasó un año de prisión militar en Cádiz y fue expulsado del Ejército.

Entonces dio su primer giro: pasó a Francia, se casó allí y entró a servir en las tropas de Napoleón hasta que en los inicios de la guerra de la Independencia fue enviado a Madrid mandando un batallón de irlandeses afrancesados. Tras los sucesos del 2 de mayo volvió a cambiar de uniforme y de nuevo del lado español combatió tan bien que fue nombrado mariscal de campo y capitán general de Cataluña donde se ganó muchos apoyos porque las Cortes de Cádiz en 1812 le confiaron la constitución de su diputación, que ya entonces era un símbolo de la identidad de este territorio

Dos años más tarde tuvo el mismo cargo en Galicia y se sumó en A Coruña a la Logia Constitucional de la Reunión Española, fundada en 1814 por el masón francés Pierre Alexandre Auber, quien había tenido un alto cargo en la administración del estado bonapartista. Pero cuando retornó Fernando VII persiguiendo a los liberales lo denunciaron y se trasladó hasta Valencia y Andalucía en espera de que pasase la tormenta antes de volver a Cataluña en 1816.

Y ahora, antes de seguir con su biografía, llega el momento de explicarles que en este último capítulo tuvo un papel destacado uno de los nuestros: el sexto marqués de Camposagrado, Francisco de Asís Bernaldo de Quirós Mariño de Lobera, nacido en Oviedo en 1763, diputado por Asturias en 1808, miembro de Junta Suprema Central, y como Lacy jefe político y militar de la provincia constitucional de Galicia y capitán general de Cataluña.

Una vez en Barcelona, dicen que Lacy llegó a pasar necesidades porque compartía su sueldo con las viudas de sus soldados, pero no dejó de lado su espíritu combativo y se dedicó a preparar un pronunciamiento para restaurar la Constitución de 1812 contra el poder absoluto del monarca, logrando sumar a su empresa a parte de la burguesía nacionalista catalana y a otros militares liberales, entre ellos el también general Francisco Milans del Bosch (el fundador de esta saga), a quien había conocido en Galicia.

El 5 de abril de 1817 los dos generales se pusieron en marcha desde Caldes d’Estrac hacia Barcelona y se quedaron solos porque la mayor parte de los conjurados no se movieron siguiendo la constante histórica de que en Cataluña estos compromisos tienen poco cumplimiento –véase por ejemplo lo ocurrido en octubre de 1934–. Entonces Milans del Bosch pudo escapar, pero Lacy fue delatado y detenido cuando estaba escondido en una casa del Maresme.

Entretanto, el marqués de Camposagrado desempeñaba el cargo de secretario de Guerra desde 1814, aunque había sido sustituido en su cargo de capitán general por el general Francisco Javier Castaños, otro héroe de la guerra contra los franceses, quien había sido responsable de su nombramiento como comandante general interino de Galicia en 1812 antes de que sus ideas contrarias acabaron separándolos. Castaños era un fiel absolutista y se encargó personalmente de perseguir a Lacy y de llevar su proceso, según él "siguiendo los paternales impulsos de nuestro benigno soberano", aunque como hay cariños que matan, acabó condenándolo a la máxima pena.

El fusilamiento del general Lacy

El fusilamiento del general Lacy / Alfonso Zapico

Sin embargo, Francisco de Asís Bernaldo de Quirós se opuso a la ejecución intentando inútilmente salvar a Lacy consiguiendo que su postura contraria a la autoridad real y en defensa de la Constitución de Cádiz le costase a él su puesto.

El general Lacy fue recluido mientras duraba su proceso en la Ciutadella de Barcelona, pero las simpatías que se había ganado en esta capital hicieron temer una insurrección popular y entonces Castaños ordenó que lo trasladasen a Mallorca haciendo correr el rumor de que iba ser indultado allí. No obstante, el plan previsto era muy diferente: lo encarcelaron en el castillo de Bellver, la misma prisión en la que había estado Jovellanos –quien había sido compañero en la Junta General del Principado de Asturias y amigo íntimo del marqués de Camposagrado a pesar de su diferencia de edad–, y el 5 de julio de 1817 lo fusilaron.

Está escrito y dibujado que pidió autorización para poder dar él mismo las órdenes de disparar, por lo que siempre se le representa orgulloso y altivo frente al pelotón; sin embargo, parece que Lacy sufría en aquellos días un severo ataque de gota y tuvo que recibir la descarga sentado en una silla.

Por su parte, nuestro paisano Francisco de Asís Bernaldo de Quirós, marqués de Camposagrado y señor de Viñayo y de Villoria, pudo volver a reincorporarse a la vida política cuando el asturiano Rafael del Riego se sublevó, esta vez con más éxito, en 1820. Curiosamente, al final del Trienio Liberal tras la entrada de los absolutistas en Madrid el 23 de mayo de 1823, en vez de ser represaliado la Regencia lo nombró capitán general de Castilla la Nueva.

En aquel momento sus 60 años cumplidos lo convertían en un hombre muy mayor para su época; no obstante, su prestigio hizo que las dos Españas lo reclamasen como uno de los suyos. Además, era de los pocos políticos que los catalanes aceptaban en su tierra sin problemas, de manera que Fernando VII, aprovechando que el capitán general de entonces tuvo que cesar por enfermedad, lo sustituyó por el asturiano que regresó a Cataluña con carácter interino el 17 de febrero de 1824.

Un año más tarde, el marqués de Camposagrado había mejorado el orden público y acometido obras públicas en el canal de Urgell y en la orilla izquierda del Llobregat. También abrió la traída de aguas a Barcelona construyendo un acueducto para comunicar con los manantiales de Montcada e inauguró varias fuentes en sus calles por lo que en agradecimiento la ciudadanía le dedicó la de la plaza de Palau, que nos sigue sorprendiendo cuando leemos en ella el mismo lema que reza en muchas casonas de la Montaña Central: "Después de Dios, la casa de Quirós".

Como premio a su eficacia fue confirmado en su cargo el 17 de julio de 1825 y siguió dejando su huella en el urbanismo de la capital catalana, porque tuvo tiempo para reanudar los trabajos de apertura del Paseo de Gracia, un proyecto iniciado en 1821 según el proyecto de Ramón Plana que se había interrumpido bruscamente por una epidemia de fiebre amarilla.

Francisco José Bernaldo de Quirós cesó en su cargo el 9 de septiembre de 1827 para establecerse definitivamente en Madrid como decano del Consejo Supremo de la Guerra y del Tribunal Supremo de Guerra y Marina, pero nada puede detener el paso del tiempo ni los achaques de la edad, de manera que cuando vio que sus facultades estaban mermando presentó su renuncia a la Reina gobernadora. Fue en septiembre de 1836 y cinco meses más tarde, el 5 de febrero de 1837, dejó este mundo.

Se había casado dos veces, primero con María Escolástica Valdés Inclán y después con su cuñada María Jacoba que le sobrevivió; ambas eran sobrinas segundas suyas y no tuvo hijos con ninguna, de modo que el marquesado de Camposagrado recayó en una línea lateral de la familia.

Su heredero fue José María Bernaldo de Quirós y Llanes conocido popularmente como "Don Pepito", quien ya nació en el palacio que su linaje habitaba en Villa, en la parroquia langreana de Riaño y que ahora está en venta. En él escribió el "Manifiesto del hambre" al que me he referido alguna vez en estas historias.

A pesar de que tanto Francisco José como su segunda esposa María Jacoba fallecieron en Madrid, fueron traídos hasta su señorío en el Nalón y están enterrados en la iglesia parroquial de San Nicolás de Villoria, un templo muy vinculado a la pareja que tuvo su patronato y en el que llegaron a costear la obra de ampliación de su presbiterio. Para mantener su recuerdo se colocó una elegante lápida que ustedes aún pueden ver si visitan el lugar.

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