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Vicente Fernández, precursor de los Figaredo

La historia de uno de los grandes empresarios surgidos en la comarca de Mieres

En 1820, el teniente coronel Rafael del Riego, natural de Tineo, se sublevaba en Cabezas de San Juan con el propósito de favorecer un cambio sustancial en la mentalidad de la sociedad española. Al mismo tiempo nacía otro asturiano que habría de realizar una verdadera transformación desde el punto de vista económico en la parte baja del valle de Turón. Como precursor de la industria en la zona, propiciaría con el tiempo importantes variaciones tanto en el aspecto social como en el demográfico. Vicente Fernández Blanco, que así se llamaba el protagonista, había nacido en el caserío figaredense de La Pena 'l Padrún, era hijo de labradores de mediana posición económica, y en 1851, contrajo matrimonio con María, hermana del párroco e hijos ambos de unos vecinos notables del Valle: Francisco Martínez de Vega y Joaquina González de Lena, que, a la sazón, vivían en Villapendi. Ni que decir tiene que Francisco procedía del más relevante linaje del territorio que desde tiempo inmemorial tuvo su asiento en San Justo. Vicente descubre que alguna de las fincas heredadas de su esposa esconden importantes reservas de hulla y comienza a dedicarse al comercio del carbón que pronto le habrá de reportar sustanciosos beneficios, invirtiendo parte de las ganancias en la adquisición de diversos inmuebles e, incluso, en la compra de nuevas minas.

Vicente y María tendrán un único hijo, Juan Inocencio Fernández, nacido el día de Navidad de 1851, que recibirá una educación especial para la época, pues una vez concluida la enseñanza primaria pasará a Fábrica de Mieres donde, junto a los Guilhou, adquirirá importantes conocimientos de contabilidad y dirección de empresas.

Entretanto, los negocios de la familia van en aumento, pues en 1867, Vicente consigue la concesión del "Coto Paz de Figaredo" abriendo en principio dos minas: "La Formidable" en terrenos de L'Arquera y "La Vicentera" en la zona de Santa Cruz. La demarcación ocupaba unas 423 Ha y su aprovechamiento se concentró primeramente junto a la margen izquierda del río Turón por la ladera de Sarabia, llegando a alcanzar el décimo piso por debajo de La Braña (Yuri, La Llaneza, L'Artigosa, Busián, Salguero y La Formiga). Pero pronto pasó a explotar la margen derecha prosiguiendo las labores mineras en Escribana y Parayes, ascendiendo por medio de planos inclinados hasta La Rondiella. Los últimos pisos alcanzaron La Carlota, caserío ubicado entre Vegalafonte y Los Valles. El destino de sus carbones era la Fábrica Nacional de Trubia con la que tenía un contrato de 70.000 quintales. La empresa iba viento en popa, pero en ese tiempo comenzó a fallarle la salud y en 1873 cederá a su hijo la gestión de todos sus negocios.

El joven tiene tan solo 23 años cuando fallece su padre, pero está preparado tanto intelectualmente como desde el punto de vista de la gestión para sostener sobre sus espaldas toda la responsabilidad que le viene encima, pues pronto va a tener ocasión de demostrar su extraordinaria capacidad para resolver los problemas empresariales que se le presentan y actuar, sorprendentemente, con una madurez digna de encomio. Y como si quisiera quitarse de encima algún problema para aligerar un poco la pesada carga a la que aludíamos, va a resolver pronto sus ecuaciones sentimentales. Expresado en otros términos, considera que es el momento de constituir su propia familia. De sus viajes a Oviedo ha conocido a una joven, hija de unos prósperos comerciantes asentados en la calle Fruela que habían llegado a la capital carbayona años atrás procedentes de Valladolid. Se llama Dominica Herrero y más temprano que tarde se convertirá en su esposa .La ceremonia tiene lugar en la iglesia de San Isidoro el veintiocho de julio de 1875. En los años siguientes irá naciendo su numerosa prole (Vicente, Guadalupe, Amparo, Isaac, Ismael, Alfredo y Nicanor).

El flamante empresario, ya miembro de la Asociación de la Industria Hullera de Asturias, ha construido una espaciosa residencia situada detrás del palacio del conde de Revillagigedo, en la que habilitará unas habitaciones como oficinas de sus negocios mineros. Por esa época comienza a fabricar cok en la vega de Ricastro, producto de excelente calidad ya que al decir de los técnicos resultaba ser "de una fuerza superior al que procedía de Inglaterra puesto que con él se ha conseguido fundir el acero en crisoles". En 1890 tenía instalados en la plaza de explotaciones dos aparatos Berard que le permitían lavar entre nueve y diez toneladas de hulla a la hora y el cok se obtenía quemando montones de carbón al aire libre aunque algún tiempo después construiría una batería de hornos para obtener un mejor rendimiento en la fabricación.

El transporte del mineral se hizo en un principio por medio de carros de bueyes, pero en el año citado ya disponía de un ferrocarril de vía estrecha que utilizando dos pequeñas locomotoras salía e L'Arquera y, después de cruzar el pontón de La Llavandera, construido ya en tiempos de su padre, discurría a orillas de la actual carretera llegando a Santullano donde atravesaba el puente de piedra de la carretera de Castilla hasta el cargadero de la línea León -Gijón. Por esa época, gracias al desarrollo adquirido por el sector hullero nacional el grupo de Figaredo estaba en pleno auge pues la producción de hulla oscilaba alrededor de las 20.000 toneladas y en 1897 con una nómina de unos 300 trabajadores alcanzó las 30.000 toneladas trasladándose ya a los cargaderos de Ricastro por el viaducto metálico recién construido por la sociedad vasca de Hulleras de Turón. Si a ello añadimos la posibilidad real de vender el carbón a un precio elevado debido a su excelente calidad, es fácil suponer que el negocio comenzará a prosperar en muy poco tiempo.

Son aquellos años de actividad febril para el empresario figaredense. Es el momento en que empieza a diversificar sus inversiones abriendo nuevas lineas de negocio como es el caso de su participación en la creación de la Panadería Modelo de Mieres del Camino, dedicada a la fabricación de harinas y pan; luego en 1895 entra en el Consejo de Administración de la Sociedad Industrial Asturiana Santa Bárbara y en 1899 comprará en subasta pública las Minas de Riosa, pertenecientes al Estado, en 400.100 ptas. También se implica en la construcción de nuevas lineas de ferrocarril por ser piezas fundamentales para dar salida a sus productos, entrando en la fundación de la Compañía del Ferrocarril Vasco-Asturiano aquel mismo año y en 1900 va a realizar el aterrizaje en el sector químico ocupando la presidencia de la Compañía de Productos Celuloideos y Refinado del Alcanfor.

Amanece un nuevo siglo y don Inocencio, recién nombrado senador real por la provincia de Oviedo, se ha convertido en una figura de extraordinario relieve merced a aquel dinamismo para la actividad empresarial que era en él algo extraordinario, logrando dar a la feligresía de Figaredo un notable impulso industrial al tiempo que, personalmente, pasaba a ocupar un puesto relevante dentro de los círculos financieros del país. Si su padre fue un adelantado en el negocio carbonero, él mismo, digno sucesor suyo, habría de ser el que consolidara aquel imperio económico. Don Inocencio fue durante muchos años la misma representación del progreso en el municipio ya que dispuso antes que nadie de una línea telefónica siendo el primero, asimismo, que atravesó las calles de Mieres del Camino al volante de un automóvil produciendo, por cierto, un ruido ensordecedor con aquel desconocido ingenio para la mayoría de la población que dejaba tras de sí una estela de humo negro y espeso cual si se tratara de una de las locomotoras a su servicio para el arrastre del carbón.

La vida nunca es totalmente de color de rosa, ni siquiera para las personas triunfadoras como la que estamos estudiando. En 1887 irrumpió en la política local intentando acceder a la alcaldía de Mieres. En esa ocasión se elegía un solo concejal por el valle de Turón y competía con Manuel Fernández Olivar, importante hacendado de Enverniego (Véase obra del autor "En busca del Turón perdido" pags. 133-134) que en el recuento final le derrotó por 31 votos a 20. Como pura anécdota diremos que el mencionado Manuel era nuestro tatarabuelo por vía paterna. Sin embargo, algunos años después, afiliado al partido liberal y gracias a su creciente influencia, durante las jefaturas de Sagasta, Moret, Canalejas y García Prieto, ya tenía la facultad de designar al Alcalde del concejo por ser el Presidente de la Junta Municipal del Censo Electoral de Mieres: casos de su pariente Andrés Aza (1906-1909) e, incluso, su hijo Vicente (1910-1914) . También hay que tener presente los quebraderos de cabeza que le ocasionaron los múltiples conflictos de la clase trabajadora en una época de nacimiento y desarrollo de los sindicatos obreros que estaban en continua lucha reivindicando con todo merecimiento mejoras no solo en los salarios sino también en las condiciones laborales. Finalmente, dejar constancia de que hace un tiempo aún había personas en el Valle que recordaban el mal trago que tuvo que pasar cuando el famoso bandolero de Urbiés, Constantino, se presentó un día en su domicilio para robarle disfrazándose de cura lo que le permitió a éste burlar la vigilancia que tenía delante de su residencia.

Don Inocencio consiguió vivir en sus últimos años rodeado de riqueza y opulencia (Véase obra citada pags. 237-240). El periodo 1914-1918 señala el cenit de su fortuna debido a la alta demanda de carbón provocada por la Primera Guerra Mundial cuando el carbón inglés no podía hacerle la competencia. Su fallecimiento se produce el veintidós de enero de 1918 siendo enterrado en el panteón que la familia tiene en el cementerio del Salvador de Oviedo y poco después sus deudos crean una nueva sociedad que lleva por título "Viuda e Hijos de Inocencio Fernández". El primogénito, Vicente, que había estudiado ingeniería de Minas en la Universidad de Lieja, pasa a dirigir los negocios familiares, diversificándolos hacia las actividades bancarias y navieras. Algún tiempo después, gestionará el cambio del apellido Fernández por el de "Figaredo" que llevarán en adelante sus descendientes.

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