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Desde mi Mieres del Camino

Iribar y Urbina, dos nombres en Gallegos

Las singularidades y los históricos visitantes de un emblemático pueblo del valle de Cuna

Hubo un tiempo en el que la laboriosidad de las gentes del medio rural recibía una especie de reconocimiento, al estilo de "Pueblo Ejemplar" de los Premios Príncipe de Asturias, que respondía a la denominación de "Pueblo más Bonito de la Región". El Valle de Cuna, cuya capital de pleno derecho es Cenera, guarda en sus entretelas buena muestra de ello. Primero fue Insierto, después Gallegos y finalmente Paxío que también pertenece a esa área.

Del primero y del tercero se hablará aquí, si las circunstancias lo permiten, en un tiempo cercano. Hoy corresponde traer, por su singularidad y anecdotario, a San Pelayo de Gallegos, el más cercano a los confines con el concejo de Riosa, que fue así declarado en 1974, siendo alcalde de Mieres Celso Antuña y gobernador civil de Asturias Anguera Ansó. Y como portavoz ante el cronista, un hombre harto conocido, Raimundo García, quién, pese a vivir en Mieres, todos los días, acompañado de su esposa, eleva sus andares hacia las alturas del rincón que lo vio nacer, donde disfruta del ambiente cuya esencia lleva muy dentro. Este mierense, facultativo de minas y paisano de pueblo de pura cepa, fue concejal de la primera corporación democrática en la capital del concejo. Duró solo tres años formando parte de la comisión de ganadería, con Tino Ordiales de Presidente y demás representantes, caso de Andrés el Taxista, Gonzalo el Maestro, y la única mujer, Encarnita Lamelas. Como secretario Manolín, un funcionario, según Mundo, "de lo mejor del ayuntamiento". Un día en la reunión se planteó el dilema de cobrar dietas por la labor municipal. Raimundo dijo tajantemente que él no cobraba "porque había ido al ayuntamiento por propio voluntad y para trabajar por el pueblo, no a cobrar" y si lo hacían los demás, se marchaba del consistorio. Al día siguiente redactó el escrito de renuncia y pese a los intentos del alcalde Alvarez Buylla, se fue y hasta hoy. Tomen nota las nuevas generaciones de políticos.

Pero vayamos a San Pelayo de Gallegos donde existe un museo etnográfico que parece no funcionar mucho, un teleclub que sigue con las puertas abiertas y una asociación vecinal que intenta estar al día. ¿Quiénes fueron los que interpretaron la época dorada de este pueblo de altura?. Unos cuantos, desde Luis es que materializó, con Raimundo, la conquista del teleclub, pasando por Jesús el de Pepe el Ministro que llevó las fiestas del Rosario al más elevado nivel de conocimiento y aceptación y otros más que sería largo enumerar, pero sobre todo Silvino García Moro "Tuno", el sempiterno alcalde pedáneo de Gallegos que lideró el conjunto de mejoras del pueblo y fue protagonista de algunas anécdotas singulares.

Por ejemplo, partiendo de la plaza del Nogalón, reinaugurada en su día como correspondencia a la memoria de Tuno, se inicia una clásica calle de pueblo que responde a "calle Iribar" dedicada al portero del Atlético de Bilbao y de la selección española. ¿Cómo pudo ocurrir esto?. Muy sencillo. En Gallegos había una familia de afición acérrima hacia el conjunto vasco que, colocó un póster del guardameta en las cercanías de su vivienda con el añadido de "calle Iribar". Por una rara razón difícil de descifrar, hasta allí, sin saber nada, solo por conocer el paisaje, se acercó un periodista del diario "El Correo de Bilbao" quién, admirado, sacó una fotografía, y a los pocos días venía el reportaje en el periódico. Tuno y su equipo no dudaron en hacer efectiva la distinción y aprovechando, poco después, de que el famoso portero venía a jugar a Gijón, cursaron la invitación y el sábado antes del partido, José Ángel, el flamante guardameta de la selección española estaba en el pueblo, siendo recibido con todos lo honores, entre ellos la gaita de Chema Castañón, a la vez que era entrevistado por nuestro recordado compañero en las tareas informativas de la radio Luis Estévez "Cholo". Hubo recepción por todo lo alto y Tuno se despachó con un brillante discurso.

Años más tarde el tramo de acceso al pueblo, desde la iglesia parroquial, recibía la denominación de "calle de Inocencio Urbina". Más que justa correspondencia. El recordado e insigne pintor mierense había sido benefactor del pueblo y todos los años, por las fiestas del Rosario se subastaba un cuadro donado por él, cuya recaudación engrosaba los fondos de la comisión organizadora. Y todo porque Inocencio había perdido a su hija, a la vez que ocurría lo mismo con un matrimonio de Gallegos. Con la unión de sentimientos por ambas pérdidas se forjó una amistad y el artista mierense pasó a formar parte de la comunidad con una constante presencia en el pueblo. Hoy su calle sigue vigente y solo necesita que la placa denominadora reciba una elemental limpieza de restos de maleza y otros "adornos" que medio la ocultan.

Así se escribió un trozo de la historia de un pueblo que llegó a tener una buena dosis de prestancia y hasta elegancia en el conocimiento popular de la región asturiana, por la anecdótica conexión con uno de los mejores porteros de la trayectoria futbolística de España, el merecido reconocimiento a uno de los prohombres de Mieres, la proyección de sus fiestas del Rosario y la puesta en escena del teleclub que aún sigue vigente.

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