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Desde mi Mieres del Camino

Antonio Garrido, genio y figura del "mierensismo"

Es autor de miles de tiras y dibujos cómicos que se han esparcido por toda Asturias

Una sonrisa franca, abierta y sincera. Un gesto de comicidad en cualquier momento. Un lápiz que se desliza por el folio buscando rasgos. Un dibujo que se perfila con personajes propios en creación. Una leyenda que da paso a la sonrisa y casi siempre a la carcajada. Y en menos de diez minutos puedes descubrir la historieta, la filosofía y la gracia: "Señor, señor, no se si se sentirá contento o asustado. Su mujer ha tenido trillizos". Explosión de alegría en el marido que exclama: "Y es que soy muy macho y esto que tengo aquí es un cañón de muchos quilates". "Pues -contesta la enfermera- vaya usted lavándolo bien porque nacieron los tres negros". Quedaba por decir, que cada viñeta lleva casi siempre una buena carga de picaresca y cierto tono picante.

Así es Antonio Garrido Barrientos (Ujo, Mieres, 22 de agosto de 1933), hoy y desde ya hace un montón de años, habitante de obligado cumplimiento, por arte de la emigración metalúrgica, del barrio "Nuevo Gijón", en la villa y playa. Y es que allá por los últimos albores de la década de los sesenta, Garrido (como popularmente se le conoce) hubo de tomar los bártulos con su esposa Marisa y sus dos hijos para seguir la estela que había marcado el gran desmantelamiento de la industria pesada del metal, tras el primer "envío" de Fábrica de Mieres y la constitución de Ensidesa.

Pero antes cabe decir que este singular mierense -él se remarca así por todos los costados- había nacido en Ujo, quedando huérfano de padre a los ocho años. Tras cursar sus primeros estudios con los Hermanos de La Salle (los del "Baberu"), realizó el bachillerato en Moreda de Aller, a donde viajaba en bicicleta con la fiambrera de la comida en el portapaquetes. Podía haber hecho la mili, pero no, puesto que libró, tras colocarse como peón en Aguinaco, por ser huérfano y por lo tanto hijo de viuda. Pero antes fue diplomado universitario.

El caso es que sus primeras aficiones se inclinaron hacia el deporte llegando a practicar unos cuantos, desde el propio ciclismo, fútbol, baloncesto (entrenador), esquí y finalmente atletismo en las modalidades de salto de altura, longitud, cien metros lisos y, ya cuando los años pesaban algo, lanzamiento de jabalina, peso y disco, de los que fue campeón de España en la categoría de veteranos, logrando a la vez varios títulos en Asturias. Un día lo descubrieron aquellos dos mierenses de pro, Alfredo Visiola y Manolín Prado fichándolo como entrenador de juveniles en esas disciplinas. Con ello entró a trabajar en Fábrica de Mieres, pasando por las categorías de peón del descargue, taller de ajuste, tornero, oficial mecánico, hasta que entró en las oficinas del departamento de acción social, donde llegó a ocupar la jefatura, y ya en Ensidesa-Gijón se prejubiló con esa categoría.

Hasta aquí los rasgos personales y profesionales de Antonio Garrido Barrientos, a quien el deporte aficionado siguió tirando para hacerse montañero y participar del Grupo de Montaña de la Empresa con el que recorrió todas las cimas regionales, muchas con toda la familia, y del que es socio de honor. Y ahora falta algo tan importante como su faceta artística que, dicho sea de paso, con un estilo muy personal, aprovechando máximas cómicas y chistes, unos de propia cosecha otros cogidos al vuelo, salpican hoy mil centros sociales, establecimientos de hostelería y domicilios particulares de cualquier rincón de Asturias.

"Una buena hembra entra acompañada de una viejecita anciana en la consulta del médico. Vengo a hacer un reconocimiento. Bien -contesta el galeno- desnúdese usted. No doctor, no es para mí, sino para mi abuelita. De acuerdo. Haber señora, saque la lengua". Una vez más el duende travieso de la imaginación de Garrido se mueve entre las aguas de un poder, tanto inventivo como demostrativo, que deja a sus amigos y tantos admiradores con el sabor a poco.

Y el caso es que él considera que esta facultad -no la considera como tal- le viene por vía genética, ya que un día, siendo chavalillo, descubrió unos dibujos de su padre, se sintió identificado e inició una actividad que viene ocupando la mayor parte de una vida ciertamente fructífera. Y es que Antonio Garrido, pese a llevar más de cuarenta años en Gijón, sigue añorando a Mieres. Durante la segunda parte del desmantelamiento siderúrgico y colaborando con el movimiento que formó frente contra ese hecho fatal para el futuro de esta zona, sus documentos denunciadores en forma de dibujos alusivos, salpicaron pancartas, artículos de prensa y otros escaparates donde quedaba impresa la huella de una preocupación ciudadana y colectiva. Su aportación a la colaboración desinteresada se completa, entre otras aportaciones, con el pregón de las fiestas de Torremolinos y de Nuevo Gijón, charlas, exposiciones y coloquios que jalonan su trayectoria.

Esa inquietud permanente y en ocasiones desbordante le llevó, con anterioridad, a participar de otros movimientos, como fue el caso de la organización de los Concurso Artísticos de Otoño que hicieron de Mieres, ventana abierta a una participación regional masiva, con descubrimientos tan sonados como el primer eslabón de Víctor Manuel y uno de los más significativos de Rosa María Patallo. Su aportación en el comité organizador que presidió Fermín Alvarez Gil fue determinante para la excelente marcha del certamen y los estupendos resultados que arrojo esa experiencia artística, clásica en variedades y tonalidades.

El teatro Capitol, propiedad entonces de la Familia Olavarrieta, junto con el Novedades, fue otro de los escaparates donde Garrido presentó su firma exclusivista y harto conocida, puesto que se convirtió en portavoz de películas y acontecimientos artístico-culturales que se organizaban en el añorado foro: antes del estreno de algún afamado film de la "fábrica" de Hollywood, las características más acusadas de la cinta y sus personajes quedaban plasmados en grandes cartelones donde los aficionados al séptimo arte podían descubrir alguna de las pistas en las que se movería el desarrollo de la historia. Y es que, además, en aquellos tiempos, el cine era una de las grandes preferencias del gran público.

"Quiero que me deis de baja de socio del Oviedo -susurra el moribundo en su lecho de muerte- y de alta en el Sporting. Pero güelu -replica uno de los nietos- si tú llevas sesenta años como socio del Oviedo, y ahora? Pero prefiero que entierren a uno del Gijón que a un socio del Oviedo -concluye el aspirante a cadáver-".

Una vez más, el sentido airoso, satírico y cómico del amigo Garrido sale a relucir. Uno podría estar horas y horas repasando los cientos de dibujos disparatados, en el mejor sentido de la comicidad, que posee el baúl de los recuerdos de este mierense por los cuatro costados que no duda en llevar y tener presente, de forma conjunta, esta condición suya nacida a la sombra de los pozos mineros de la comarca del Caudal. Y es que no estaría de más que sus publicaciones figurasen en las bibliotecas asturianas como testimonio de una creación original y de explosión artística, características que deberían adquirir hoy, en tiempos tenebrosos de tantas calamidades, carta de naturaleza viva y predilecta, para quienes, con la conciencia tranquila, merecen evadirse de tanto olor a podredumbre como surge de las alcantarillas políticas, empresariales y hasta sociales.

"Oye, Luisa, te llamo porque me dijeron que me estabas poniendo los cuernos con un piloto de aviación. Negativo -contesta la voz femenina al otro lado del hilo telefónico- negativo repito, corto y cambio". Perdonen, no he podido evitar una última referencia graciosa de la incalculable imaginación de nuestro común amigo Antonio Garrido Barrientos.

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