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Desde mi Mieres del Camino

El "Plus Ultra" voló sobre el concejo

Música, cohetes y fiesta homenajearon la fiesta española

El pasado veintidós de enero se cumplieron los ochenta y nueve años (1926) de la gran hazaña aérea del "Plus Ultra", un hidroavión que, por primera vez, según los historiadores, unía los continentes de Europa y América en por aquel entonces moderno invento de transporte. La Rábida, frente a la desembocadura del río Tinto, vio elevarse a tan especial "pájaro" con la misión de batir un récord que hasta entonces nadie había alcanzado.

Tras hace escala en el Puerto de la Luz (Las Palmas de Gran Canaria), Islas de Cabo Verde, Fernando de Noronha, Pernambuco, Río de Janeiro y Montevideo, el día diez toma tierra en la bahía de Buenos Aires, dando así por concluido el viaje y la apoteósica epopeya que recoge un increíble recibimiento por parte de los argentinos, pero sobre todo de los españoles residentes en el país sudamericano.

No faltan las grandes reseñas en los rotativos de varios países y hasta el que por aquellos tiempos y para la inmoralidad fue famoso intérprete de tangos, Carlos Gardel, le dedicó, en Barcelona, un disco titulado "La gloria del ágruila".

Como casi todo el mundo conoce, el aparato volador iba al mando del primer piloto, el comandante Ramón Franco, acompañado del capitán Ruiz de Alba, que hacía las veces de segundo de a bordo, el teniente de navío Juan Manuel Durán y el mecánico Pablo Rada, todos ellos, por supuesto, españoles.

Hubo sus dificultades durante el vuelo, como los fuertes vientos de dirección contraria a la altura de la etapa Cabo Verde y Pernambuco que, tras desviar de su ruta al "Plus Ultra", despertaron grandes temores entre quiénes seguían con verdadero interés la proeza bajo la esperanza de que todo llegaría a buen puerto, como así resultó al final de aquel proyecto que había despertado grandes expectativas.

En fin. Otros detalles hablan de que, con el paso del tiempo, el hidroavión lo donó El rey Alfonso XIII a la armada argentina donde desarrolló otras tareas hasta que el tiempo y el uso rindieron cita obligada a su jubilación. Hoy día se puede visitar en el complejo Museográfico Provincial "Enrique Udaondo de la ciudad argentina de Luján, mientras que una réplica suya se encuentra en el Museo del Aire del aeródromo madrileño de Cuatro Vientos.

Y, como es lógico, natural y hasta sorpresivo, ¿qué tiene este acontecimiento, conocido y admirado mundialmente, con el espacio "Desde mi Mieres del Camino?. A tiempo se está de desenmarañar la madeja y si se quiere el misterio. Pero antes, un detalle a tener en cuenta. La fuente de información y documentación de esta segunda parte, viene de manos de un mierense, ya conocido en estas lides por su inquietud investigadora de los asuntos históricos de su pueblo, José Antonio Vega Álvarez. De él parte el relato de lo que aconteció en los círculos oficiales y populares de la villa y corte.

En las horas anteriores a la culminación del hecho histórico en Mieres se vivía una gran ansiedad por conocer noticias del portentoso "raid". Las gentes suponían que en esos momentos ya debía haber llegado a su destino el "Plus Ultra" y no era fácil calmar esa impaciencia por conocer los datos concretos del arribo a Buenos Aires.

El mencionado día 10 de febrero de 1926, a las cuatro y media de la tarde, suena el fuerte estallido de un cohete, lanzado desde la plaza de las Consistoriales, cuya señal dio paso a una fuente explosión de alegría, puesto que todo el mundo consideró por hecho que la empresa magna de los aviadores españoles había concluido felizmente. Las calles se animaron en un santiamén y el entusiasmo colectivo desbordó cualquier previsión que se había hecho anteriormente. Resonaron auténticas tracas de nuevos cohetes a cargo de sociedades y grupos locales, incluso explotaron bombas inofensivas y las campanas de todas las iglesias se echaron al vuelo para festejar el acontecimiento, mientras que los balcones de viviendas se engalanaban y en los edificios oficiales y públicos se preparaba la exposición del grandes banderas nacionales.

Como era de obligado cumplimiento, la Banda de Música de Mieres no tardó en hacer su aparición recorriendo las principales calles del casco urbano e incluso llevando la buena nueva a los más apartados lugares del municipio. En la plaza de la Constitución, por cierto, profusamente iluminada, se reunió un gran gentío que, regocijado, comentaba las incidencias que iban llegando sobre el viaje, los saltos mágicos del hidro, tal como se le calificaba, y su feliz llegada a la capital argentina.

Faltaba, eso sí, el acto de reconocimiento abierto y popular. A las siete de la tarde en la escuela nacional de La Caseta, cerca del barrio de La Peña, se reunieron numerosas personas con el deseo unánime de participar de la anunciada fiesta que organizaba el reconocido maestro don José Yáñez y en la que, como era natural, iban a tomar la palabra varios representantes de colectivos, como un alumno de la clase nocturna del centro, un seminarista, el también maestro de San Tirso don Pedro Martínez en representación de la Agencia Informativa Mierense y por supuesto el propio organizador.

Tal como era de esperar, todos los oradores se expresaron en términos de gran patriotismo ensalzando, con calurosos párrafos, la epopeya de Ramón Franco y sus compañeros. Y esta forma de expresar el contento popular, tuvo su repetición en otros centros escolares de todo el territorio mierense.

Al día siguiente, y siguiendo la lógica de la anterior jornada, un pueblo de alta creencia religiosa estaba obligado a expresarse también en esos términos y en el templo parroquial de Mieres tuvo lugar la misa solemne de agradecimiento por la protección especial que, según opinión generalizada, desde el cielo, habían recibido los bravos embajadores de la patria. Allí estuvieron las autoridades municipales en pleno y numerosas representaciones de sociedades, comunidades religiosas y también de los servicios de la colectividad en el seno de la villa. Se recuerda, entre las personalidades, al delegado gubernativo don José Tresguerres, por lo visto en representación del Somatén y de la Hullera Española, a don Dionisio Muñiz en nombre de la Unión Patriótica, el Sr. Blanco por la Cruz Roja, así como el notario don Justo Vigil y don Ulpiano Antuña representando a "Paz y Caridad". No falto tampoco la presencia del portavoz de los maestros nacionales don Juan Vicario, don Vital Buylla por el Liceo Mierense, don Reinerio García de la Escuela de Capataces, don Rafael Belloso representando a Fábrica de Mieres, don Pío Acebedo por la Electra de Viesgo, don Francisco Breña por Hulleras de Turón y don Andrés Tresguerres por Ortiz Sobrinos, todos estos últimos en su categoría de dirigentes de las grandes empresas metalúrgicas, mineras y eléctricas. En otro capítulo allí estuvieron don Víctor Méndez Trelles presidente del Casino, don Vicente Gutiérrez en representación del Círculo de Recreo, y los reverendos padres Victorio y Asterio por las comunidades pasionistas, junto con otras personalidades.

Por la noche la fiesta concluyó con una animada verbena que tuvo por marco la plaza del Ayuntamiento. De esta forma y por una excepcional vez en la vida, la villa de Mieres y sus ciudadanos rindieron honores merecidos a los intrépidos aviadores que tan alto había dejado el pabellón nacional. Y para remate queda el dicho de que aquí, en suelo asturiano de la cuenca minera del Caudal, se celebró por todo los alto la hazaña española, tal como se supone debió de ocurrir en otros muchos lugares del país. Lo que ocurre es que, el duende investigador de José Antonio Vega, no deja pasar ni una sola ocasión de recoger y exponer lo que de anecdótico y sobresaliente arroja los más o menos pasados tiempos de su patria chica.

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