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Dando la lata

Hacia la irrelevancia

Los augurios que llegan desde la Universidad son demoledores. En los próximos años el concejo de Mieres perderá otros 8.000 habitantes. Pero lo peor del panorama es que nada se hace para taponar la hemorragia. Estamos seriamente atascados, en un estado de inmovilidad que nadie es capaz de remediar. Y lo que uno percibe es que ya hemos bajado los brazos, comenzando por el gobierno local. Ni la mayoría absoluta de IU está sirviendo de impulso. Al contrario, hay una sensación de bloqueo que impregna todas las capas de este concejo. Pasamos los días sin pena ni gloria, sin solucionar los pequeños asuntos domésticos y procurando ignorar los grandes temas que nos condujeron a esta situación. Y así, a este andar pausado hacia ninguna parte, pasando de refilón sobre el meollo de la cuestión, discurre Mieres hacia la irrelevancia, para acabar siendo nada. Ni pueblo ni ciudad, ni rural ni industrial, ni residencial ni laboral. En todos estos años no nos ha dado la gana aprovechar que, lo creamos o no, estamos en el Camino de Santiago, que tenemos naturaleza digna de admiración, que aquí se puede vivir bien porque, objetivamente, disponemos de unos medios que muchos quisieran. Por el contrario, no conseguimos la consolidación del campus, no abordamos la recuperación de los barrios históricos, no pusimos mayor empeño en ser polo tecnológico como tampoco explotamos una faceta residencial atractiva, no tenemos ni por asomo unos impuestos competitivos, no proporcionamos unos servicios municipales eficaces, no realizamos el mantenimiento debido, no cuidamos el entorno, no facilitamos las cosas a los que deciden invertir aquí. En resumen, no avanzamos ni parece que queramos hacerlo. El Alcalde de Mieres lleva años anunciando lo que nunca acaba de llegar: la actualización de las estructuras municipales, los presupuestos y el plan de ordenación urbana. Qué significativo resulta que una holgada mayoría absoluta no sea suficiente para desbloquear esta situación. Ya no se qué pensar: a veces creo que este inmovilismo, la falta de decisión para clavar el cuchillo donde están los tumores, se debe al miedo a la reacción porque, pinches por donde pinches, alguien chillará. Otras veces, más parece pura y simple incompetencia. El caso es que no resolvemos ni lo elemental.

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