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Pedro Rodríguez Cortés

En recuerdo de un allerano entrañable

El trabajo y la labor que desarrolló Maximino Díaz, el “alcalde de La Raya”, en San Isidro

Con la apertura de la carretera de San Isidro el 21 de octubre de 1929 se abría una nueva vía a la provincia de León y décadas más tarde, en los años 60/70, le llegaría, con el acceso a la propiedad del coche, un destacado protagonismo como destino de muchos asturianos para contemplar su belleza.

Luis Fernández Cabeza, un mierense de pro, lo bautizaría como el puerto de las “cuatro estaciones” y le auguraba un brillante porvenir, ya antes de convertirse en polo de atracción de esquiadores. En julio de 1929 al ovetense César Gómez Argüelles, veraneante habitual en Boñar, le sorprendió al cruzar la Raya la abundancia de nieve en el Pico Toneo. Lo comentó con sus amigos Cipriano Cuesta y Álvaro Valvidares y en el mes de marzo siguiente –1930– alquilan un taxi en Collanzo con la idea de llegar hasta el puerto. Pero la nieve les impide pasar de Felechosa y hacen el resto de ruta a pie y, al llegar a la Raya, comprueban que se puede esquiar en la misma. Era el primer aldabonazo del futuro de San Isidro para los esquiadores, refrendado poco tiempo después por el santo y seña del esquí en Asturias: Chus Valgrande.

Otra vertiente de atracción del puerto fue el montañismo. Los grupos de montaña existentes en Asturias en la posguerra programaban excursiones los domingos para recorrer los variados itinerarios que ofrecía San Isidro y, en el último cuarto del pasado siglo, llegaría el “boom” de viajar hacía la vecina León. Hay un dato concluyente del tránsito de vehículos por el alto del puerto en julio de 1972: un veraneante de La Raya contabiliza 2.000 coches, a partir de ésta cifra abandona la contabilidad...

Y otro aspecto que llevó al puerto a muchos vecinos de la cuenca del Caudal era la terapia contra el raquitismo, tuberculosis ó la silicosis. Y ahí surge, entre otros, Maximino Díaz, natural de Piñeres, silicótico, que pronto se convertiría en el emblema de “La Raya”, hasta el punto de bautizarlo como “alcalde”. Maximino nació con el pasado siglo y se había casado con Concha Garía en julio de 1926. A finales de la década de los 40 se instala en La Raya, después de retirarse por silicosis, donde construye –Maximino era un “manitas”– una modesta cabaña, más tarde reformada para hacerla más confortable. Maximino era de una versatilidad poco común, dominando todos los oficios del área laboral. La veda que abrió de residir en La Raya tuvo su particular “efecto llamada”, hasta el punto qué, en 1960, 20 casetas albergaban a más de 100 personas. En enero de 1982 el Ayuntamiento trató de poner orden en las majadas del puerto a la caótica construcción de casetas –sin licencias– y el uso de espacio de las autocaravanas.

Maximino, con su pipa habitual y su elevada estatura, me recordaba la figura de un “cowboy” a lo Gary Cooper. Derrochaba campechanía y afán de servicio a cuantos visitantes le requerían información sobre los picachos circundantes o los lagos Ausente o Isoba. Además, Maximino ofrecía de manera espontánea la vivienda a cualquier visitante para secar la ropa o el calzado, tomar un “café de caricós” o un “Tierra de León”. En 1964, el 17 de agosto, una nortada con nieve provocó una estampida de vaqueros y veraneantes, pero Maximino permaneció imperturbable hasta que escampó. En 1982 el Ayuntamiento de Aller intentó regularizar las construcciones de las casetas y el uso de espacio de autocaravanas.

Los alleranos más veteranos conservan en su memoria la figura de Maximino. En las distintas majadas del puerto había vaqueros, mayoritariamente de Felechosa, pero la persona que simboliza el “descubrimiento” del puerto para los vecinos de más abajo de Felechosa es, sin duda, Maximino y su esposa Concha, siempre disponibles a albergar a los forasteros, muchos de los cuales lo hacían en condiciones penosas, al borde de la congelación o empapados de agua, después de retornar de la escalada a los picos próximos de la cordillera astur-leonesa.

Maximino subió todos los veranos al puerto, y sólo interrumpió su estancia en el año 1976 para celebrar por todo lo alto las bodas de oro en la capilla de El Pueblo (Piñeres-Aller) con su inseparable esposa.

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