Opinión | Obituario

Mieres llora a Olga Alonso

Adiós a una conocida vecina, hija de Tinín el Pensionista, luchadora como su padre por los derechos sociales

Pasada la medianoche del lunes, me enteré por las redes sociales de una fatal noticia que jamás imaginé que aconteciera: el fallecimiento de Olga Alonso. La noticia supuso un brutal mazazo para los habitantes de Mieres, pues sobra decir que era una persona muy conocida y querida por diversos motivos, hecho probado con las innumerables condolencias mostradas en su página personal y en otras dedicadas a comentar el devenir de la villa.

Era conocida por ser –entre otras cosas– hija de Constantino Alonso, quien era apodado popularmente como Tinín el Pensionista, que fue un referente en la lucha antifranquista local, estando en todo momento en primera línea de combate en los hechos más convulsos de la década de los sesenta, llegando a ser exiliado fuera de Asturias en 1962 junto a centenares de compañeros, los cuales parecerían un cruento destierro durante más de un año, en una clara tentativa de quebrantar su voluntad de lucha que no daría sus frutos, pues años más tarde encabezaría el que quizás sea uno de los episodios más recordados por todos: el del asalto a la comisaría de Mieres, en marzo de 1965.

En febrero de 1966, junto a varios pensionistas de Mieres decidiría agruparse para la mejor defensa de sus intereses, formando la Comisión de Pensionistas de la cuenca minera del Caudal, que dirigiría y llevaría a efecto la gestión de sus reivindicaciones. Estos pensionistas, encabezados por Tino, realizarían una asamblea el 29 de mayo de 1966, a las once de la mañana en el lugar denominado “El Somerón”, situado en la Hueria de San Juan de Mieres, donde se reunirían más de 1.500 personas. En síntesis, un auténtico líder que sufrió innumerables castigos, que iban desde las penas de cárcel a las torturas a los despidos y condenas absurdas por parte del Tribunal de Orden Público.

Olga Alonso.

Olga Alonso. / José Antonio Vega

Como verán, el legado de Constantino es impresionante, pues con llegada de la democracia, seguiría luchando por la mejora de las pensiones y era habitual verlo megáfono en mano dando explicaciones de las gestiones que se realizaba para este colectivo, dedicándose en sus últimos años, a una vida tranquila, centrada en la lectura y la conversación con todo el mundo sin distinción de colores, pues Tinín no guardó rencor hacia nadie.

Sobra decir que Olga heredó su espíritu combativo y también asociacionismo, siendo una de las fundadoras de la Asociación de Hosteleros del Parque Jovellanos, al regentar con tremendo éxito los locales del Leyga primero, y el de Esquina 19 después, regentando en los últimos años un negocio de lavandería de autoservicio en la misma zona junto a José Manuel, quien era compañero sentimental suyo.

De su lucha, aún recuerdo cuando lideró a un grupo de mujeres, megáfono en mano y con la voz temblorosa, para plantar cara a una Hunosa que no tuvo, por aquel entonces, mejor idea que la de quitar el vale de carbón a las viudas de los mineros.

Desgraciadamente, Olga no podrá ver cumplido uno de sus sueños, pues estaba a punto de presentar su primera colección de pintura en el Atenéu de Turón el próximo mes de mayo. A pesar de su falta, este acontecimiento no sólo no será cancelado, si no que servirá como un primer homenaje, según me pudo confirmar el edil de Cultura, Juan Ponte.

Finalmente, me gustaría enviarle desde estas líneas mi más sentido pésame a José Manuel Suárez, que era su pareja, y también a su hija, Aleida Andrino, y al resto de familiares.

Ojalá que descanse en paz junto a sus seres queridos. Nosotros ya la echamos muchísimo en falta.

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