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Un dietario del Sanatorio de Bustiello

Gracias al documento, sabemos que en 1930 el hospitalillo tuvo 192 ingresos por percances en las minas, con 9 fallecidos, uno por atropello

Esta semana he tenido la fortuna de poder ver uno de esos documentos interesantes que aparecen de cuando en cuando y enriquecen nuestra historia local. Se trata un dietario del Sanatorio del Sagrado Corazón de Jesús que la Sociedad Hullera Española mantuvo en Bustiello. Recoge todos los datos sobre los heridos y fallecidos en el establecimiento entre 1930 y 1935 y añade al final dos resúmenes con una breve anotación sobre el año 1936 y los gastos e ingresos de la Escuela de niñas entre 1930 y 1935.

Un dietario del Sanatorio de Bustiello

El Sanatorio se construyó en 1902 para dar atención médica a los trabajadores enfermos y accidentados de la empresa minera formando parte de las instalaciones complementarias del poblado modelo que había ideado el II marqués de Comillas; sin embargo, por razones de salubridad se vio conveniente situarlo con la distancia necesaria para evitar la posibilidad de contagios en caso de epidemia. Por eso se levantó en la otra orilla del río y al lado de la carretera que unía los concejos de Aller y Mieres, reemplazando a un modesto edificio anterior en el que hasta aquel momento solo se atendían las urgencias.

Según la descripción que hizo el jesuita Sisinio Nevares en su libro “El patrono ejemplar”, publicado en 1936, la sanidad de la Sociedad Hullera Española también buscaba ser un modelo de la gestión empresarial de don Claudio López Bru. Para ello se dividieron sus dominios en cinco distritos, cada uno con su correspondiente médico, más otros suplentes y auxiliares que tenían a su disposición una caballería para llegar hasta las zonas más lejanas. Pero el eje de esta estructura se situó en el Sanatorio que fue dotado con unas instalaciones y una tecnología pioneras en su época.

El hospital de empresa estaba provisto de calefacción central, con dos grandes salas con capacidad para veinte encamados y unas amplias galerías cubiertas para los convalecientes, además de sala de autopsias (conocida como “la piedrona”) y tenía entre otros servicios, habitaciones para el personal, lavaderos mecánicos, cocina y por supuesto capilla.

También disponía de salas para curas corrientes y quirófanos, baños con agua caliente y muchos adelantos punteros: un aparato de Rayos X de cuatro válvulas para diagnóstico y terapia superficial; diatermia de 200 voltios; pantostatos; lámpara de cuarzo; laboratorio de análisis y fotográfico; aparatos de esterilización; mecanoterapia y un electroimán de Wolkman destinado a la extracción de cuerpos extraños en los ojos.

En cuanto a su plantilla clínica, era bastante completa, con un médico cirujano que desempeñaba al mismo tiempo las funciones de director, un médico radiólogo, un médico oculista y otro médico otorrinolaringólogo; un farmacéutico; tres practicantes; dos enfermeras y con ellas las Hijas de la Caridad de San Vicente de Paúl, cuya comunidad contaba con un escribiente para llevar los servicios administrativos.

Según Sisinio Nevares el número de heridos tratados en los cinco años anteriores a la publicación de su libro daba un total de 17.380, con un promedio de 3.500 obreros lesionados cada año, unos 250 fracturados y 60 intervenciones operatorias en su mayoría hernias y esquirlectomías, un término que se refiere a la extracción de las esquirlas que se producen por fracturas en la bóveda craneal y cuya frecuencia se explica si tenemos en cuenta que entonces la única protección que llevaban los mineros en la cabeza era una simple boina.

En 1930, año en que se inició el dietario, hubo 192 ingresos como consecuencia de percances en las minas y dos ingresos particulares, de los que uno falleció. Además se registraron otras nueve defunciones: una por el atropello de una camioneta y ocho por accidente laboral.

El día 21 de junio se produjeron dos de estas últimas muertes causadas por un derrabe en la mina “Legalidad”. Junto a la anotación de este suceso, seguido por dos cruces negras, se acompañó esta curiosa reseña que es un magnífico ejemplo del ambiente religioso que impregnaba todas las actividades del Sanatorio: “Al lado de estos dos quedó enterrado hasta medio cuerpo por dos horas Marcelino, que salió con muy ligeras lesiones en las piernas. Llevaba puesta la Medalla Milagrosa que se le dio unos meses antes cuando estuvo aquí hospitalizado”.

De la Medalla Milagrosa se han hecho millones de copias y aún se sigue acuñando como un icono de la Iglesia católica al que muchos fieles confían su salud. Su origen está en una supuesta aparición de la Virgen a Santa Catalina Labouré en París en 1830 y desde entonces la Comunidad de las Hijas de la Caridad, a las que en Bustiello se prefería llamar Hermanas, la han repartido entre los enfermos que han atendido, por eso no es raro encontrarla en muchas viviendas de trabajadores de la antigua Sociedad Hullera.

En esta página ya hemos escrito en otras ocasiones sobre la extrema religiosidad de don Claudio López Bru, pero en el caso del Sanatorio tenemos que referirnos también a su primo carnal Santiago López de Piélago y Díaz de Quijano, gerente y presidente de sus minas asturianas. Este fue el impulsor del establecimiento hospitalario y a él se debe la influencia del estilo modernista catalán que notamos en muchos detalles de su decoración.

Los dos primos compartieron negocios y creencias, coincidiendo en su apoyo económico a la Iglesia católica y ambos respaldaron conjuntamente las obras y el mantenimiento del Seminario y la Universidad Pontificia de Comillas.

Don Santiago López fue además presidente de la Adoración Nocturna de Barcelona y promovió esta asociación en el poblado de Bustiello convirtiéndola en uno de los pilares de la relación social entre los trabajadores de su empresa. A la vez mantuvo un estrecho contacto con la comunidad religiosa de las Hijas de la Caridad preocupándose de que las imágenes y los crucifijos no faltasen en ninguna de las estancias y se cumpliesen rigurosamente las celebraciones y las fiestas guardando en la alimentación las normas de la Cuaresma y los viernes de vigilia.

Precisamente, gracias a este dietario podemos conocer también el detalle de los gastos mensuales que ocasionaba la compra de alimentos para los ingresados. En el listado de productos más de un tercio del presupuesto se destinaba a carne de vacuno, cuyo consumo en aquellos años se consideraba fundamental para la salud. Sin embargo, con la excepción del bacalao, llama la atención la total carencia de pescado. Tampoco hay fruta y sí arroz y legumbres: garbanzos, alubias blancas y guisantes.

Con ellos patatas, huevos, macarrones y fideos para sopas, tocino, chorizo, longaniza, galletas, pan, café, pimientos, sal y vinagre, mucha leche y también bastante vino corriente y alguna que otra botella de vino rancio y hasta coñac Domecq. Y con ellos jabón “Chimbo” para la higiene personal y jabón “El gaitero” especial para aquellas máquinas de lavar en las que se hacían dos coladas con el mismo agua.

El conjunto del Sanatorio de Bustiello junto a la Escuela de niñas y la farmacia, añadidas respectivamente en 1921 y 1924, tiene la declaración de Bien de Interés Cultural (BIC), pero está en la lista roja que incluye a los elementos patrimoniales en peligro de desaparición.

En 1996 se reparó para que fuese utilizado por la Escuela Taller de Arqueología Industrial del INEM, sin embargo poco más tarde volvió al abandono y desde entonces su deterioro ha ido en aumento siendo objeto de robos, escenario de toda clase de vandalismos e incluso objeto de investigaciones paranormales, repitiendo la historia de otros hospitales abandonados y en situación de total desamparo que podemos ver en más regiones españolas.

Para recuperarlo se han propuesto ideas de todo tipo: en 2020 se planteó convertirlo en un albergue, también se vio la posibilidad de un centro de día, y hace pocos meses un proyecto para emplazar allí la estación de un posible ferrocarril turístico aprovechando la línea de FEVE ganó el primer premio en el Concurso Internacional de Ideas para estudiantes organizado por la Escuela Politécnica de Mieres.

En este certamen se valoró la propuesta que contribuye a la solución de los problemas asociados a las red de transporte local y según algunos expertos debería implicar la instalación con un paso de enlace sobre el río para que los vecinos del poblado pudiesen aprovechar dicha estación como parada habitual, lo que vendría a reforzar la infraestructura del trayecto Baiña-Collanzo.

La restauración del Sanatorio es una antigua reivindicación de los responsables del Centro de Interpretación del Poblado Minero de Bustiello, que la ven fundamental para completar este conjunto patrimonial, cada vez más visitado por quienes se acercan a conocer nuestra tierra. También desde la asociación vecinal “La Pudinga” y la plataforma “Salvemos el Sanatorio de Bustiello” se viene insistiendo en el mismo sentido. Desde aquí me sumo a este empeño.

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