Basta con asomarse a las páginas de los periódicos, y no me refiero solo a los de nuestra Cuenca, para darse cuenta de que la respuesta a la violencia machista se está multiplicando año tras año, formando un frente contra una práctica que, tomando como centro de la diana a la mujer, ha sido minimizada y negada por la sociedad, permaneciendo durante mucho tiempo esta problemática en el ámbito de la esfera privada.

Era preciso, pues, que este ataque directo a las mujeres (supone un grave atentado contra su integridad física y moral) adquiriera reconocimiento en el ámbito público, de modo que fuera considerado como un conflicto social, al que toda la sociedad debe responder, lo que implica una apuesta de todo tipo: institucional, ciudadana….. para intentar erradicar esta lacra.

En todo caso este aumento de conciencia al que vamos asistiendo en los últimos años no es motivo, ni mucho menos, para que las campanas se pongan a repiquetear alegremente. Las cifras al respecto encogen el ánimo, pues son suficientemente ilustrativas de una realidad que, por desgracia no cesa, a pesar de que se comiencen a visibilizar sus efectos, lo que sin duda abre una pequeña ventana a la esperanza.

Desde 2003, en que se empezaron a contabilizar los asesinatos machistas, han muerto un total de 1.118 mujeres a manos de un hombre, y eso solo por lo que se refiere a nuestro país. Aterra la media resultante: una mujer asesinada cada seis días (este año se han sumado a los registros otras 37), lo que, sin necesidad de esforzarse mucho, resulta indicativo de que el campo de batalla está lleno de cruces, y de que en todas ellas cuelga un nombre femenino. No resulta tampoco muy alentador el mapa estadístico por lo que se refiere a los menores asesinados por esta lacra: 44 (seis en lo que va de año). Y la misma penumbra se observa alrededor de las violaciones, que aumentaron más de un 30%, además de un 27,7% de mujeres que afirman haber sufrido violencia sexual fuera de la pareja. Toda una colección de infamias que, por desgracia, no pertenecen al mundo de la ficción.

Cierto es que el problema, o mejor diríamos el drama en carne viva, no tiene una fácil solución. Y que todos, varones incluidos, naturalmente, debemos formar una avanzadilla que, poco a poco, vaya minando el terreno a quienes aún profesan creencias atávicas: la mujer como un ser inferior puesto en la tierra para procrear y satisfacer los deseos del hombre. Si bien, por desgracia, en la actualidad existen voces que, desde su tribuna parlamentaria (habría que tomarse más en serio a esa mezcla de franquismo y de fascismo que se sienta en el Congreso de los Diputados), se niegan a condenar la violencia machista y, en consecuencia, han sido los únicos que se han negado a renovar el Pacto de Estado contra la Violencia de Género.

Ojalá que para el próximo año sigan aumentando los diversos actos: lectura de manifiestos, cine, teatro, deporte, baile… que, por lo que se refiere a nuestra cuenca, se han puesto en marcha contra el maltrato. Una reivindicación común unió a todos ellos, a modo de un cordón sanitario que pretende eliminar todas las infecciones que se originan en el cuerpo social a causa del machismo. Por último, quisiera felicitar a quienes, desde el Área de la Mujer e Igualdad de nuestro ayuntamiento, tuvieron el acierto de ofrecernos este jueves, en el Teatro Mari Peña, la película “Solo una vez”, que refleja, con un excelente pulso cinematográfico, y contundente, además, la problemática de la que tratamos.