Madrid, principios de los 80. Nos encontramos ante la época dorada de la música española. Gracias a las referencias a los sajones, han surgido muchos grupos españoles de distintos estilos. Yo soy una joven que los admira.

Vivo en Madrid desde que tengo conciencia de que existo. Tengo dieciséis años, pero debido a mi altura piensan que soy mucho mayor. Mi vida se basa en sacar buenas notas e irá al Rock-ola los fines de semana.

Madrid es un lugar peligroso. ETA se encuentra en Madrid y hay muchos militares, lo que puede provocar muchos atentados. En el instituto se me conoce como " la progre" ya que me interesa mucho la situación internacional y la música definida como independiente. La suerte es que la mayoría de la gente que pertenece a mi grupo de amigos son mayores de edad, puedo ir a cualquier club o discoteca de la ciudad.

Mi sueño es irme al Reino Unido a vivir, aunque Margaret Tatcher no me agrada mucho.

La poesía y la música es lo único que me mueve. La poesía porque, en mi opinión mejora la sociedad, y la música porque es poesía con melodía.

Hoy es viernes, voy a ir al Rock-ola, hay concierto. Hoy actúa a Tino Casal. Aunque no sea lo que se dice indie, lo admiro. El movimiento o Glam es increíble, su estilo, su ropa. Aparte de sus canciones, lo que más me gusta ver es su vestimenta. Sus grandes hombreras, sus pedientes, su maquillaje € Parece venido de otro planeta.

Aquí empieza de verdad mi historia.

Hacía ya unos años que me había enterado de que los Suitus venían a Madrid iban a actuar en las fiestas de San Isidro y en el programa " la edad de oro", lo iban a retransmitir por televisión. Mi ilusión era verlos en carne y hueso, es decir, ir al concierto.

Mi situación era difícil. Mi madre no me dejaba ir a conciertos, lo encontraba peligroso por ETA. Para ella, era más seguro el Penta o el Rock-ola. La lógica destacaba por su ausencia pero más valía no llevarle la contraria.

Aproveché que me habían dado las notas para pedirle permiso, pero mucha esperanza no tenía.

-Mamá, ya me han dado las notas, le dije.

-¡Qué bien, hija! Enséñamelas.

-Ten. Por cierto, en estas fiestas de San Isidro va a actuar los Suitus, me preguntaba si podría ir con mis amigos.

-Hija ya sabes lo que opino de los conciertos, son peligrosos. Y más al aire libre, puede ir ETA.

-Mamá, va a estar muy vigilado, va a ir hasta la televisión.

-Me da igual, a mí me importa tu seguridad.

-Mama, me lo merezco, me he pasado toda mi vida estudiando y nunca puedo hacer nada que me plazca.

-¿Cómo has dicho? ¿Y los fines de semana en el Rock-ola y antros del estilo?

-No son antros, son discotecas, y no es lo mismo. Mamá, es un grupo internacional.

-Me da igual. No vas y punto.

La rabia corría por mis venas, así que decidí irme dando un portazo y largarme de allí.

Mi madre salió de la cocina gritando a intentando perseguirme. Pero yo soy más rápida. Llegué corriendo hasta el metro, eran las siete de la tarde, así que fui a casa de un amigo. Le conté lo que había pasado.

-¿Cómo se te ocurre hacer eso? -Se me olvidó comentároslo, es como un padre, es muy maduro-.

-Yo que sé, estaba furiosa.

-Ahora mismo vas a tu casa a pedirle perdón.

-Me va a pegar.

-Me da igual, es lo único que puedes hacer.

Como es la persona más madura que conozco, decidí hacerle caso. Me acompañó hasta mi casa, pero se quedó fuera, por si acaso mi madre lo veía.

Abrí la puerta cabizbaja, mi madre estaba en el salón viendo un documental.

-Mamá lo siento, siento haberme comportado así. Entiendo que no me dejes ir.

-Hija te perdono, entiende que es por tu bien, hay muchos terroristas en Madrid. Estas castigada aún así que vete a tu habitación.

Fui a mi habitación cabizbaja, llamé a mi amigo desde la ventana de mi habitación.

-Vete, estoy castigada.

Eran las nueve, el concierto estaba a punto de comenzar. No lo podré ver ni por el televisor, así que puse un cassette y me tumbé en la cama.

De repente, unas piedras que golpea mi habitación. Abrí la ventana. Era mis amigos.

-Baja, vamos al concierto.

Sin pensarlo dos veces, anudé mis sábanas y baje lo más rápido que pude. Cogimos el coche y fuimos para allá.

Acabábamos de llegar y la música empezaba a sonar. Fue el mejor día de mi vida.