Oviedo, Mario D. BRAÑA

Mauricio Monteserín es asturiano de adopción, al menos deportivamente hablando. Porque en Castropol encontró los medios y las ayudas con las que explotar un físico privilegiado. Tras unos escarceos en su Ribadeo natal con los bateles, más recreativos que otra cosa, Mauri cruzó a la otra orilla del Eo para recalar en el Club de Mar de Castropol, donde encontró las mejores instalaciones en Asturias. A partir de ese momento se olvidó del baloncesto, el fútbol, el ciclismo y el tenis: «El remo me llenaba más».

Con 18 años, Monteserín inició un curso acelerado que iba a convertirlo en uno de los mejores remeros españoles en banco móvil. Ya en 1997 fue subcampeón de España y empezó a acudir a las concentraciones de la selección. Entonces, la opción de estar en los Juegos Olímpicos de Sidney era casi una utopía. Hasta que, después de un montón de pruebas y combinaciones, todo encajó: «La idea era clasificar un cuatro scull, pero también hacíamos pruebas con el doble. Cuando nos juntábamos Jaime y yo, la cosa iba bien».

Esas buenas sensaciones se confirmaron en competición, lo que les dio opción a jugarse el todo por el todo en la regata de Lucerna, la última posibilidad de lograr la plaza olímpica. «Aunque sólo llevábamos mes y medio juntos fuimos con confianza porque físicamente estábamos fuertes», explica Mauri, que también admite momentos previos de duda: «Lógicamente, sí estábamos nerviosos porque nos jugábamos en una regata todo el trabajo del ciclo olímpico».

La incertidumbre desapareció en cuanto el doble scull tomó contacto con el agua. Todo fue rodado desde la primera eliminatoria y, según Monteserín, «el día antes de la final ya sabíamos que haciendo las cosas bien estaríamos en Sidney». Otra cosa serían las consecuencias que la planificación tendrían a la hora de competir en los Juegos: «A Lucerna llegamos al cien por ciento y la gente nos decía que estuviéramos tranquilos, que con la clasificación teníamos que ir a Sidney a disfrutar».

Pero, en un primer momento, Monteserín no se resignó a ser una comparsa en sus primeros Juegos Olímpicos: «Con la ingenuidad de la juventud tenía la ilusión de quedar entre los diez primeros, de estar cerca del diploma. Pero quince días antes de competir, en la concentración en Australia, ya nos dimos cuenta de que el bote no iba». Al final, el decimosexto puesto fue la consecuencia lógica del estado de forma de la pareja Ríos-Monteserín: «Aguantamos el tirón como pudimos, pero en condiciones normales un barco que viene de ganar en Lucerna debería estar entre los siete primeros».

A falta de estímulos deportivos, Mauricio Monteserín disfrutó al máximo de todo lo que rodea a unos Juegos Olímpicos. «La ceremonia inaugural es lo máximo para cualquier deportista porque en ella están los mejores del mundo», destaca Mauri, que da por buenos los inconvenientes de la apertura: «Acabas reventado porque tienes que estar al lado del estadio mucho antes de desfilar y te pasas un montón de horas de pie». Y, sin embargo, el momento de mayor protagonismo pasa rapidísimo: «Cuando nos tocó salí tan eufórico que casi no me di cuenta y ya estaba en el centro del estadio».

La villa olímpica también fue un aliciente para los remeros, acostumbrados como mucho a compartir instalaciones con los piragüistas. «En el comedor te podías encontrar con la bandeja junto a gente como Maurice Green, Marion Jones o Gustavo Kuerten», explica Monteserín, aunque matiza que de todos los olímpicos «los que más me impresionaron fueron los jugadores españoles de balonmano».

Le hubiese gustado asistir en directo a alguna competición que no fuese el remo, pero finalmente tuvo que conformarse con hacer turismo por Sidney. Tanto en la sede olímpica como en el pueblo donde estuvieron concentrados mes y medio, los remeros españoles se sorprendieron con el calor de los australianos, muy interesados en causar una buena impresión a los visitantes. «Todo eran facilidades, en cuanto la gente veía que eras olímpico. Quedé impresionado con su amabilidad», destaca Monteserín.

Mauri lamenta no haber podido repetir experiencia en Atenas, aunque visto lo visto casi se alegró de no haber estado: «Era nuestra gran oportunidad de ser finalistas olímpicos, pero los métodos del director técnico eran insoportables. Para todos y especialmente para nosotros. En el verano de 2004 fiché por un club cántabro de traineras y no quise saber nada de los Juegos. Tirar tantos años de trabajo fue muy doloroso, pero viendo los problemas que hubo en el equipo casi salimos ganando».

Ni siquiera se plantea lo que pudo dar de sí aquel doble scull en Atenas e incluso en Pekín: «Nunca se sabe porque hubiesen sido muchos años juntos, la convivencia es difícil y al final todo molesta». Por eso, desde 2004 Mauricio Monteserín se ha centrado en la profesionalizada liga de traineras. «No es lo mismo que el banco móvil, pero es una forma de seguir vinculado al remo y disfrutando con los mejores a nivel nacional». Eso sí, por muy bien que le vaya en las traineras Monteserín tiene muy claro que los Juegos Olímpicos «quedan para toda la vida. Estoy superorgulloso porque muy pocos deportistas tienen la etiqueta de olímpicos», concluye.

Perfil:

Mauricio Monteserín Gómez.

Nació el 23 de marzo de 1976 En Ribadeo. Empezó con 14 años en el Club de Remo Ribadeo. A los 16 se trasladó a Castropol para fichar por el Club de Mar. En 1996 empezó a ir a las convocatorias de la selección española, primero con la sub-23 y después con la absoluta. En 1997 logró diploma (quinto puesto) en cuatro sin en los Juegos del Mediterráneo de Bari. En 2000 participó junto a Jaime Ríos en doble scull en los Juegos Olímpicos de Sidney (16.º puesto). En 2001 también logró diploma (quinto) con Ríos en los Juegos del Mediterráneo de Túnez. Desde 2004 compite en la Liga ACT de traineras, actualmente con Pedreña.