Aguarda el artesano que grabará el trofeo de campeón del Mundo con tres nombres preparados. Fernando Alonso, Sebastian Vettel y Mark Webber. Más a mano el molde del asturiano, con el título a tiro de piedra, tan cerca y tan lejos como 55 vueltas sin errores, sin complicaciones. Será suficiente para tener las mismas coronas, tres, que Senna, Lauda, Piquet, Stewart y Brabham. Sólo quedarían por delante Schumacher, Fangio y Prost.

Alonso llegó al circuito esta mañana, cinco horas antes de la carrera. Tranquilo, con su mochila del número 8 a la espalda, pantalones cortos y gafas de sol. Gesto recto, concentrado. Arropado por su grupo de confianza, entró en las instalaciones de Ferrari y comenzó el ritual de todos los domingos.

Se lo toma el asturiano como una carrera más. No cambia las costumbres. Charlas de última hora con Andrea Stella. Su ingeniero de pista maneja todas las combinaciones. Ha auscultado al Ferrari con más mimo que nunca, atento a las reacciones de la máquina para transmitir al piloto cualquier contratiempo.

Le queda a Alonso la visita a los vips del "paddock club", atención personalizada a patrocinadores y clientes preferentes. Luego el paseo en el camión, más confesiones con Stella y el recogimiento en su camerino.

La comida, ligera, algo de pasta y una ensalada. Luego se dejará llevar por el sueño. Quince minutos traspuesto, diseñando en su cabeza la carrera perfecta, la que debe darle esta tarde otro campeonato del Mundo.

Había aparecido Mark Webber un rato antes que el español. Llegó solo, alegoría de su situación en el equipo, sin el apoyo de la marca y con el Mundial ahora muy cuesta arriba después de ver que lo tuvo a mano durante muchas semanas. El australiano necesita ganar y deja a Alonso tercero. Muy difícil para él, que está quinto en la parrilla.

Vettel completa esta historia. Su destino no está únicamente en sus manos. Depende de los demás. Debe ganar y aguardar a que Alonso caiga al quinto lugar.

El resumen de la escena dice que a Alonso le basta con una carrera tranquila. Muy suya, de esas en las que guía el Ferrari sin tacha, sin meterse en batallas arriesgadas.

Tiene 55 vueltas, 305 kilómetros por delante para entrar en la historia de Ferrari. Campeón del Mundo el primer año. Igual que Raikkonen, Scheckter y Fangio.