Afortunadamente, el fútbol aún esconde historias como la del Lealtad. Es la magia de este deporte. No siempre gana el más poderoso. Analicen el ejemplo del Lealtad, un equipo humilde, que hace dos temporadas estuvo al borde del colapso, de la desaparición. Contra todo pronóstico, logró proclamarse campeón de Tercera División. Su camino repleto de obstáculos le obsequió con el Puertollano en el "play off". Para los expertos, el conjunto más duro de la categoría. Al Lealtad no le importó. Tampoco el resultado de la ida: 1-0 en contra. Ni verse con dos menos en una agónica prórroga. Todo ello no contribuyó más que a fortalecer al grupo. Los de Villaviciosa se repusieron a cada golpe para alcanzar los penaltis, donde la figura de Javi Porrón se hizo enorme, gigantesca. Villaviciosa puede celebrar la gesta; el Lealtad es equipo de Segunda B.

La lista de triunfadores en la gesta es innumerable. Comenzando por Pedro Menéndez, el presidente milagro, capaz de armar un equipo de las cenizas con la misma facilidad que hace desaparecer las deudas. Un mago. Siguiendo por el cuerpo técnico, Javi Rozada a la cabeza, 31 años, al que el sistema le puso más trabas de la cuenta para poder sentarse en el banquillo maliayés. Con la ayuda de su segundo, Hernán Pérez, otra pieza fundamental. Y, por supuesto, un bloque de sensacionales futbolistas, entre los que los veteranos Castaño y Villanueva, la suma de sus edades ronda los 80, ponen la pausa siempre necesaria.

El Puertollano llegaba a Villaviciosa con la vitola de favorito. Un simple ejemplo lo demuestra: hay futbolistas manchegos que ganan más que toda la plantilla del Lealtad. Pero apenas se notó sobre el terreno de juego. El Lealtad, atrevido por naturaleza, creyó desde el comienzo en el ascenso. Notable acto de fe. Chicho Villanueva tardó tres minutos en demostrarlo con un disparo que Reguero, guardameta visitante, repelió con el cuerpo. El Puertollano respondió en una contra, pero Porrón demostró, con rapidez, que ésa iba a ser su tarde.

La primera parte, espesa, quedó a expensas de algún golpe de efecto. Llegaría al filo del descanso. Villanueva recibió en la esquina del área, con la jugada en la cabeza. Recortó y sirvió al medio, donde apareció Pablo Espina para, con el interior, empujar con clase a la red. Explotó Les Caleyes. La eliminatoria estaba igualada. Pero el Lealtad tenía más fe.

Intentó desperezarse el Puertollano en la segunda mitad, pero el traje de claro favorito le quedó demasiado grande. Más aún en comparación con el gregario Lealtad, más aguerrido cada minuto. No contaba nadie con la entrada en escena de un árbitro quisquilloso, Alejandro Muñiz, que sacó la segunda amarilla a Edu por salir del campo antes de que la autoridad diera el visto bueno a la sustitución. La infracción formal dejó a los de Villaviciosa con diez. Un inquieto Rozada también vio la roja en la refriega.

Y así se fue a la prórroga, agarrados los de Villaviciosa como pudieron a la sabiduría de Castaño y a un imperial Marcos en la zaga. El Puertollano no había sido mejor en igualdad ni lo fue en superioridad. Tampoco con dos menos, después de que el colegiado mandara a los vestuarios a Piniella. Quedaban más de quince minutos de prórroga por disputarse. Un mundo. Que se lo pregunten al Atlético. Pero resistió el Lealtad y vio tierra en la orilla, una opción para la gloria. Ayudó también la infantil expulsión de Rubén Moreno, que agredió a un aficionado de un balonazo.

Llegaron los penaltis y se encomendó entonces Villaviciosa a los reflejos de Porrón, un coloso. No fallaron los lanzadores locales y Porrón se hizo grande, gigante, capaz de detener dos lanzamientos y darle la gloria al Lealtad, nuevo equipo de Segunda B. Un ejemplo para el fútbol.